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Hubo una época, en España, en la que los hombres actuaban como hombres, hablaban como hombres y desde luego se les reconocía como hombres de España. Españoles.
Inconfundibles e inigualables. La sangre, la herencia, la Patria, la familia y Dios los forjaba y los endurecía.
Hoy, se diría que los padres y las madres, en lugar de procrear hijos, los perpetran.
Hubo una época, en España, en la que hombres como Blas Piñar, pozo infinito de sabiduría, clase inapelable y bondad reconocida en todo lugar daba esplendor y relumbrón a la lengua de Cervantes.
Tiempos en los que la oratoria era una habilidad principal del político -así como la cultura que reflejase- Blas Piñar brillaba en el cielo del hemiciclo como una luz cegadora que amilanaba a sus opositores y enfervorecía a sus incondicionales.
He aquí una clase magistral de Memoria Histórica, de ejemplo, de reflexión.
Vean, escuchen, piensen y… comparen. Sobre todo, comparen.