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Cartas desde Colombia: ¡El toro no está muerto! ¡El toro es español!

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El torero Juan José Padilla luciendo una bandera española con el águila imperial
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Carlos Arturo Calderón Muñoz.- Con las crecientes amenazas que se ciernen sobre la madre patria, por efecto de la alianza de sus múltiples enemigos en la conformación de un gobierno, la desesperanza se ha tomado una significativa porción de la población española. Las reacciones más comunes ante la nueva realidad política son opuestas. Algunos soñadores incorruptibles creen que es posible revertir cualquier situación, sin importar lo dramática que parezca; lo único que debe hacerse es continuar la campaña de proselitismo político-espiritual y eventualmente esta logrará devolvernos al camino correcto.

Por otra parte, guerreros curtidos, que llevan décadas siendo derrotados en su lucha por proteger el paraíso que les heredaron sus ancestros, creen que todo está perdido. Que lo único que resta por hacer es ver la muerte de España, y por extensión de la hispanidad, con la esperanza de que de los despojos se pueda rescatar algún vestigio arqueológico de lo que fuera la luz ibérica. Están llenando de odio sus corazones, haciendo de los invasores y los traidores los objetivos de su desprecio. Aunque respetan a los soñadores, están en desacuerdo con ellos; los ven como seres que hicieron de la fantasía su hogar. No creen que esto tenga arreglo y menos con buenos sentimientos.

Pero, la verdad, cada pueblo tiene sus ciclos y estos se expresan en cada faceta de su cultura. Incluso en aquellas que parecen carecer de importancia.

Por ejemplo, el deporte más popular de China es el ping-pong, el de los Estados Unidos el “fútbol americano” ( Ni para inventarse un nombre los flojos esos), el de Inglaterra es el verdadero fútbol, el de los australianos y pakistaníes es el cricket, el de Venezuela, Cuba y Panamá es el béisbol, en Mongolia hay un empate entre las carreras de caballos y la lucha, el de Canadá es el hockey y el de Nueva Zelanda el rugby (Como el fútbol americano, pero de verdad, sin casquitos).

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La actividad atlética, heredada de los minoicos y que históricamente más han amado los españoles es… ¡El toreo! Pero… ¿Qué es el toreo? Es una tradición en que personas sin amor por su propia vida deciden que, en vez de patear una pelota o forcejear con otro humano, es más divertido buscarle bronca a un animal de 500 kilos, entrenado para matar y que trata de embestirles a 40 kilómetros por hora con dos espadas de hueso pegadas a la cabeza.

Y en vez de pelear racionalmente, disparándole a lo lejos, los que practican esta actividad deciden que es más eficiente enojar al bicho con un trapito rojo, luego esperar hasta que esté a 10 centímetros de partirles en dos, para, ahí sí, hacerse a un lado y escuchar como recompensa un gigantesco: ¡Ole! Grito colectivo que seguramente vendrá de unos cuantos miles de expertos de sofá que ni por el carajo cometerían el atrevimiento de meterse en la pelea si al bípedo parlante lo golpeara el toro. Después de haber arriesgado la vida en docenas de embestidas conjuradas, el buen loquito decide que mejor se pone serio y ataca de vuelta con un arma cortopunzante propia.

Aunque en otras modalidades no se necesita de telas o metalitos afilados. ¡Nada! Eso es para afeminados. Mejor enfrentarse al toro saltando por encima de él cada vez que intente matarte; sí, eso suena razonable. Pero, si lo que les gusta es el atletismo y no el pugilismo con bestias, los aficionados a los animales de lidia, preferiblemente borrachos, siempre pueden pegarse una carrerita rápida, de 875 metros, con obstáculos y perseguidos por media docena de toros salvajes.

¿Por qué habría de extrañarnos que un pueblo que lleva miles de años perfeccionando tan “inocente” distracción, se caracterice por reaccionar sólo cuando está al borde de la muerte?

¿Por qué, como seres racionales, pretendemos que el pueblo español se rebele contra un peligro que todavía no es apocalíptico? Si sabemos de toda la vida que la corrida sólo es buena si el toro está bravo.

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El pueblo español no reacciona ante las calamidades actuales, porque por más horribles que parezcan, no son ni de cerca lo peor que le ha pasado. El pueblo español no reacciona porque el toro ni siquiera ha llegado a la plaza. Es obvio que lo que se nos viene encima es grande y potencialmente mortal, pero si en nuestros genes estuviera eso de crear planes eficientes para resolver problemas futuros, detectados con datos incuestionables, nuestro deporte histórico hubiera sido el ajedrez, el go o alguna carajada aburrida.

A mí me encantan el ajedrez y el go, también detesto el toreo, pero la verdad es esa. Dicha expresión cultural es la manifestación de una genética que se formó en medio del desastre.

Estoy totalmente de acuerdo con esos soñadores, hay que seguir haciendo proselitismo. Conociendo a nuestra gente, la estrategia más razonable es la de continuar hablando en el desierto. Así, cuando llegue el momento de morir, los hispanos tendrán una voz que los guie en la lucha.

También estoy de acuerdo con la opinión que tienen de sus optimistas compañeros aquellos que creen que nos ha llegado el fin. La gente buena suele creer que los demás son como ellos y eso los aleja de la realidad…

…Pero, el mismo tipo que agarró a látigo a los cambistas que se le metieron a la casa del papá, también decía, según Mateo 5-44:

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“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.

Nuestra reina por antonomasia, peleó contra los moros y los judíos. Aun así, tenía amigos cercanos de esas creencias medio orientales. Les daba un trato digno en la derrota, impidiendo que esos pueblos que buscaban destruir su hogar fueran esclavizados. Cuando su liderazgo la llevó a descubrir un nuevo mundo, hizo todo lo posible para que los opuestos se entendieran y pudieran vivir como prójimos.

Cuando al mártir de la falange le dictaron su sentencia de muerte, abrazó al juez, que también era su amigo, y le pidió disculpas por los problemas que le estaba causando. Deseó que con su muerte se acabara la confrontación entre hermanos.

Su sueño no se cumplió, se masacraron por cientos de miles, pero después de terminado el conflicto, su rival de trinchera ideológica, y caudillo de España, decidió que era mejor hacer un monumento, con la cruz más grande de la tierra, en la que los hermanos enfrentados pudieran descansar en paz.

Y ahora, después de que al más destacado líder de CEDADE y también fundador de la Librería Europa, le han arrebatado su sustento, posesiones y libertad, este agradece al fiscal del odio, porque la persecución le permite ponerse en paz con su Dios, quien es el mismo que decía lo de amar a los enemigos.

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Debemos combatir contra aquellos que nos quieren exterminar porque esa es la ley de la naturaleza, la lucha por la supervivencia. Debemos tener el corazón dispuesto a amar a los que nos odian, aún si nos estamos matando mutuamente, porque ese es el mandato del Dios que sigue nuestra patria y como siempre, haremos todo eso en el último segundo porque: ¡Ole!

*Desde la hispanísima Colombia

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