Opinión

Carta a un votante del PSOE

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Dice usted que vota al PSOE porque defiende los intereses y derechos de los trabajadores, pero no acabo de creerlo. Si usted tiene memoria y una poco de cultura histórica, sabrá que cuando el PSOE tuvo poder, en la república, sus medidas aparentemente favorables a los obreros elevaron el desempleo, el hambre y la miseria mucho más que antes. Y que en el Frente Popular sus políticas trajeron la mayor hambre que haya sufrido España en el siglo XX, bastante peor que la de los años 40. Y que cuando el PSOE volvió al poder con Felipe González dejó un saldo de tres millones de parados mientras cultivaba la “cultura del pelotazo”. Y con Zapatero el paro llegó a los cinco millones. Sabe que Andalucía es la región con más paro (y corrupción, junto con Cataluña) y mayor estancamiento económico después de varios decenios de gobierno socialista. Cuando se mencionan estas cosas, el PSOE siempre sabe echar a otros las culpas, pero si presta usted más atención a los hechos que a las palabras tendrá que concluir que hay algo extraño en esa retórica de “defensa de los trabajadores”.

Usted entiende seguramente que la nación es la base de una convivencia pacífica y libre entre españoles, mientras que de su disgregación, ya en proceso avanzado, saldrían unos cuantos estaditos impotentes y hostiles entre sí, juguetes de potencias exteriores. ¿Quién en su sano juicio puede desear tal cosa? Esto es mucho más importante que si los impuestos suben o bajan uno o dos puntos.

Se habla mucho últimamente de la historia criminal del PSOE, y sospecho que usted vota a ese partido fundamentalmente porque no la conoce. Es criminal porque ha provocado repetidamente el enfrentamiento violento y armado entre españoles, porque destruyó la legalidad republicana en unas elecciones fraudulentas, entregó a Stalin las reservas financieras españolas convirtiendo al genocida soviético en verdadero amo del Frente Popular, porque organizó chekas y crímenes brutales durante la guerra y expolió bienes públicos y privados, a ricos y a pobres. Esto está ampliamente documentado, y lo he expuesto en varios libros y vuelvo a recordarlo en otro próximo a publicarse. Fíjese en que lo más grave fue aquella destrucción de la legalidad, porque el respeto a la ley democrática es lo que permite la convivencia entre los distintos intereses y aspiraciones que existen en la sociedad. En esa destrucción está la causa profunda de la guerra civil.

Bien, dirá usted, también los contrarios cometieron crímenes, y en todo caso es agua pasada. Pero no es agua tan pasada, porque el partido al que usted vota quiere imponer por ley que creamos una versión partidista de los hechos, a su conveniencia. Y esto es un nuevo ataque a la legalidad, a la actual Constitución y a la democracia, porque socava las libertades de opinión, expresión, investigación y cátedra. Es gravísimo y se quiere hacer pasar, empezando por el PP, por un asunto de poca relevancia. En una democracia, la historia no se impone por ley desde el poder, eso solo ocurre en tiranías como la de Corea del Norte o la actual de Venezuela. En ningún lugar se impondría por ley que Colón descubrió América o que Roma latinizó Hispania. ¿Por qué, entonces, se ha impuesto esa ley de memoria histórica? Porque su versión de la historia es completamente falsa y solo puede sostenerse mediante la coacción y las subvenciones del poder. Esto es un verdadero crimen que se está cometiendo ante nuestros ojos sin que muchos quieran verlo.

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La historia criminal del partido al que usted vota, repito, no es cosa del pasado. Volvió al poder en 1982, con el lema de “cien años de honradez” – tan poco honrado con la verdad, e insisto en que es preciso a todos conocer la historia–, y declaró la muerte de Montesquieu, es decir, de la independencia judicial. Esta independencia es sin embargo un fundamento radicalmente necesario de la democracia, pues sin él la arbitrariedad y la tiranía se van imponiendo inexorablemente. Y acabamos de ver algunos efectos de esa muerte de Montesquieu en la sentencia del Supremo sobre los golpistas separatistas y en la sentencia sobre la profanación de la tumba de Franco, un acto arbitrario y tremendamente ofensivo para millones de españoles, un acto contra la paz y la democracia.

Democracia que de ningún modo se debe al PSOE, cuya tendencia se manifiesta precisamente en la ley citada y la ofensiva contra Montesquieu. Ni siquiera el PSOE puede jactarse, al revés que los comunistas, de haber hecho oposición al hombre de quien cuarenta y cuatro años después quiere vengarse de manera inauditamente ruin y cobarde. Ya es bastante significativo que el PSOE coincida con los separatistas, los comunistas “venezolanos” de Podemas, con el PP de los señoritos cutres, con la ETA legalizada, con los parlanchines de Ciudadanos, en ese odio feroz a Franco. Esa mera coincidencia dice mucho más que largos discursos.

Y yo le digo, votante del PSOE: votar sin conocimiento al menos general de la historia y sin otra información que la verborrea infame de los partidos mencionados, es contribuir a un proceso de destrucción de la democracia, de la convivencia en paz y en libertad de los españoles, y de disgregación de la nación española, sin la cual nos acechan los males del pasado. Decía el filósofo Santayana que un pueblo que olvida su historia se condena a repetirla. A repetir lo peor de ella. Le ruego que tenga usted esto en cuenta a la hora de votar.

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