Opinión

Blas Robles, Margarita de Lezo, Don Oppas…

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Que lo diga el español medio el 26, que aún es tiempo de pedir disculpas y lamer las botas para estos descerebrados.

La broma nos puede costar del orden de dieciséis mil millones para los miércoles sociales y sanitarios, muy concretamente a Navantia y a su carga de trabajo para una buena temporada, cuando aún no hemos calculado fiablemente lo que nos costó la memez agachadiza del orate, cuando se fingía tullido ante la bandera de USA.

Un alivio “previsible” de la “papitos”, del escupido vergonzante y de la máscara celíaca maligna en forma de vómito, que no podemos –ni unidas siquiera- permitirnos, salvo que el pueblo soberano abducido por esas salidas de tono, esas guedejas intelectuales del odio y la envidia torticera hacia quién tiene el paro en un 3%, no le ponga remedio.

Mientras, en nuestra aldea no baja del 16%, que el orate nos puso por encima del 26%. Alguien debe poner a quién debe donde es necesario. ¡Manda pelotas! Es el sufrido pueblo –el que vota, mira tú- el que paga los platos rotos y los contratos sin firmar, pero si eso le va… ¡Qué le vamos a hacer al masoquismo de la sarna con gusto!

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Hace unos días en la oficina ardiente, en el hall incandescente del Congreso –que eso no es una capilla se mire como se mire- se rasgaban las vestiduras tantos y tantos ante el eminente fallecido –alfaqueque o liberacautivos del Faisán- que se llevaba las claves del 11M adonde no hay quién las recupere para la posteridad, salvo que se las saquen con tenazas ardientes –esas sí- al de la gorra parapusa y la cartera documental ante la facies, que cualquier día soltará tinta al respective y según las cosquillas. No hay otra esperanza y menos mal que era un hombre de Estado, que si no…

Si no nos fuese tanto a tantos durante tanto tiempo, sería para reírse, pero no, no tienen ninguna gracia esas cosas, aunque nos devuelvan a la juventud, a los tiempos de postguerra, a la moda Valerio del Dígame, del Paratí peronista, al chachachá, al rancio y a las previsibles excusas infantiloides de la pobre Margarita la tornera que no pasan de EGB o del Anís del mono, como decía el ínclito Chiquito.

¿Qué le habrá parecido al Papa Francisco semejante desplante? ¿Bien? ¿Mal? ¿Medio? O dirá eso de ¿Quién soy yo para…?

Luego vienen la sangre, el sudor, las lágrimas y el crujir de dientes y a ellos no les tocan siquiera, se ponen de perfil y escurren el bulto o se desplazan a joder a Venezuela, que es jugar en su campo de inepcia y totalitarismo de pueblo.

Si no observen al malévolo orate que no cesa, como el rayo de Hernández Gilabert.

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