Opinión

La caridad mal entendida

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Dicen nuestro Padre Santísimo y su Curia que debemos ser más progres y apostar por el buenismo, en primer lugar, derribando las fronteras del Estado. Es decir, abrir la puerta de casa y echarnos a dormir, a ver qué pasa.

¿Se refieren al Estado Vaticano, rodeado de fuertes muros y medidas de seguridad? ¡No,  por Dios! El Vaticano nos llama a abrir las puertas de los Estados ajenos, el de Italia para empezar, y que todo el que quiera venir que venga. En patera o nadando, da igual, sin control de entrada en la puerta. Todo un reclamo para millones de africanos y asiáticos, que se juegan la vida al cruzar los mares con la “ayuda” de mafias disfrazadas de ONGs. Y ahí tenemos al famoso George Soros, por ejemplo, poderoso promotor de esta locura y jefe reconocido del payaso Sánchez.

Abajo las fronteras, sí, pero: ¿por qué no se aplican ellos el cuento, para empezar, y se dejan abiertas las puertas del Vaticano? ¿Para qué toda esa Guardia Suiza, vigilando la residencia papal y a los cardenales? Al igual que los progres, con los que hacen causa común, estos meapilas nos venden caridad con la casa ajena: haz lo que digo, claro, pero no lo que hago.

Resulta muy curioso que defiendan los mismos “ideales” que los progres, que quieren quemarnos las iglesias con los cristianos adentro, pero hay un peligro mayor y más concreto: el que supone una parte de esa inmigración ilegal que todos ellos, Vaticano y rojetes, están en unión promocionando. Sin importar que una buena parte de esos forasteros quieran agradecérselo, cosa curiosa, asesinando a tan alelados anfitriones: cristianos, no creyentes, judíos y personas de tendencia homosexual. Y el número de violaciones no hace más que aumentar: ¿ésta es la famosa protección de la mujer y el “ni una menos” de la izquierda?

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El suicidio.

“¡Bravo, Bergoglio”! Esto tuiteaba Pablo Iglesias, hace años, en comunión con las propuestas migratorias de un Papa tan progre. ¡A lo mejor es más Papa suyo que mío, católico como soy! Y crecen las voces cristianas no conformes con Francisco. Un obispo africano lamentó hace poco, por ejemplo, la invasión de inmigrantes peligrosos que sufre Europa: si nuestro Continente cae, decía, anegado en la barbarie del falso “multiculturalismo“, la Humanidad entera sufrirá las consecuencias.

Y conste que no hablo de esos inmigrantes que sí se integran, que respetan nuestra soberanía  y viven ya hace tiempo entre nosotros. Me estoy refiriendo al control en la puerta que el Vaticano quiere suprimir, a costa de nuestra seguridad ciudadana, pero esto no fue siempre así.

Hubo un tiempo en que la Iglesia sí defendía la Civilización y promovía sus valores por el mundo: el Descubierto de América, la Evangelización de todos los Continentes, las misiones… Y hasta apoyaba las justas guerras de autodefensa como fue la de Lepanto, la Reconquista o la defensa común frente al comunismo. Hoy en día, la Iglesia actúa al revés y promociona la decadencia de Europa, con una cobarde y cómplice colaboración con el Poder, pero lo último es que se abogue por la invasión misma de los países cristianos. ¿Traer a casa a nuestros verdugos? ¿En qué cabeza cabe?

Decía Jesús que debíamos ser sencillos como palomas, pero también astutos como serpientes. Y mi Iglesia es la suya y no la de los gilipollas, que parece ser la oficial, lista para inmolarse en el nombre de un falso buenismo. Por fortuna, somos muchos los que nos damos cuenta del peligro y la traición de estas élites degeneradas, pero hay que llamar a las cosas por su nombre. Porque culpables son en primera el PP,  con su pasivo rey, el Papa y otros peones de los que mandan en la sombra. Y el delito es tan grave que nos recuerda a la Piedra Tarpeya de los romanos: ese despeñadero por el cual se arrojaba a los traidores.

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¿Tendrá algo que ver el hecho de que la Iglesia apenas habla ya de Masonería, precisamente ahora, cuando su Poder es tan absoluto y descarado? Esta secta de las élites ha pasado de ser el enemigo público a dirigir el Vaticano, en la sombra, igual que tiranizan a Italia entera y a España. Y el proyecto de Eurabia es una de sus grandes prioridades, disfrazado de “Unión Europea” para engañar a millones de idiotas.

Como revulsivo a esta corrupción, a este pasotismo generalizado, quiero recomendar a los lectores que vuelvan su espíritu a los nobles ideales del Evangelio y de la Patria. Que desprecien cualquier Autoridad que recomiende la dejación de las fronteras,  benditas puertas que nos protegen a todos: a los nacionales pero también a los buenos inmigrantes, susceptibles de los mismos peligros que cualquiera. Y hago un llamamiento especial para que seamos valientes, a la hora de denunciar estos peligros, que son tan reales como el aumento de la inseguridad ciudadana.

¡Roma vencerá (la verdadera)!

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