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Baltimore, capital del crimen

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La serie «The Wire» -para algunos, la mejor producción televisiva de la historia- es un retrato poliédrico de los bajos fondos de una gran ciudad estadounidense. Personajes para la historia como McNulty, Omar, Sobotka, Stringer o Marlo tejen una realidad urbana en la que confluyen la política, la corrupción, la droga, la falta de oportunidades o el racismo. El escenario era Baltimore y la violencia -explícita, abrupta- que emergía del retrato ha dejado marcada a una potente ciudad portuaria situada a solo a solo una hora de la capital del país, Washington.

«The Wire» se emitió entre 2002 y 2008 y creó el cliché de Baltimore como lugar violento, aunque compartía los mismos rasgos que casi cualquier gran ciudad de EE.UU. en la década de 1970 y 1980, donde la droga, la segregación y la desigualdad causaron estragos. La paradoja es que hoy Baltimore es más violenta que entonces.

En la noche del sábado, la policía encontró a un hombre cosido a balazos en el número 4300 de la avenida Dudley, en el barrio de Belair-Edison. Era el homicidio número 343 del año. Es posible que en los tres días que quedaban para acabar el año se sumara alguna tragedia más. Pero no era necesario para batir un triste récord: el de número de homicidios per capita.

Baltimore cierra 2019 con un ratio de 57 homicidios por cada cien mil habitantes, el peor desde que se tienen datos. Peor incluso que uno de los años negros de su historia, 1993, donde se registraron 353 muertes violentas. La diferencia es que entonces Baltimore tenía mucha más población.
Nueva York

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Los datos colocan a Baltimore como la gran ciudad más violenta de Estados Unidos Es la urbe con más de medio millón de habitantes con peor ratio de homicidios por número de habitantes y sobrepasa con mucho a ciudades que en su día fueron muy peligrosas. Por ejemplo, Nueva York, que tiene más de ocho millones de habitantes, registraba hasta el pasado 22 de diciembre 311 homicidios, y eso a pesar de que las muertas violentas han crecido casi un 9% este año.

Para Baltimore, es el quinto año consecutivo en el que el número de homicidios supera los 300, lo que consolida una tendencia de mayor criminalidad. Al igual que en muchas partes de EE.UU., la violencia en los barrios conflictivos de Baltimore se atemperó durante los primeros años de este siglo. Contribuyó a ello una mejora de las condiciones de la ciudad, dentro del renacimiento generalizado de los centros urbanos que ha disfrutado EE.UU. Pero Baltimore tenía más a su favor que otras urbes de pasado industrial brillante aquejadas de problemas similares, como Detroit o Cleveland. Baltimore cuenta con la fortaleza de un gigante de la medicina y la farmacia -la universidad Johns Hopkins y el entramado de laboratorios y compañías biomédicas que le rodea-, con uno de los mayores puertos del país y con la proximidad a Washington.

Un evento cambió la tendencia en la principal ciudad de Maryland: la muerte de un joven negro, Freddie Gray, a manos de la policía. Fue en 2015 y se encuadró en los episodios de abusos policiales a la población afroamericana y las consiguientes protestas violentas en las calles. Ocurrió en Ferguson (Misuri) con la muerte de Michael Brown y también en Baltimore con la de Gray. En Maryland los disturbios duraron semanas y fueron un paso atrás en el desarrollo económico de las zonas desfavorecidas. Seis policías fueron procesados por este episodio y algunos apuntan a que eso motivó que desde entonces la policía fuera más pasiva en los barrios problemáticos.

Las causas

El suceso coincidió con la cristalización de viejos y nuevos problemas: el aluvión de armas ilegales que inunda las calles de las ciudades de Estados Unidos, la crisis de adicción a opiáceos que ha supuesto una emergencia social y las dificultades para encontrar trabajos de calidad en determinados sectores sociales en todo el país.

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La consecuencia es que 2019 es el quinto año consecutivo en el que la ciudad de Baltimore registra más de 300 homicidios y no hay perspectivas de acabar con la lacra a corto plazo. Este año la ciudad nombró a un nuevo jefe de Policía, Michael Harrison, que desembarcó con un plan de cinco años para reducir la criminalidad, con más recursos y una presencia policial mayor. Pero Harrison reconoció a la agencia AP que los homicidios no bajarán sin cambios estructurales: «La gente puede esperar que el número caiga, pero necesitamos cambios en pobreza, en vivienda, en educación, en adicciones, en empleos, en todo ello a la vez».

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