Opinión

¡ATIENDAN! La situación de la atención médica primaria en España, relatada por un médico de atención primaria en España

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EL INCIERTO FUTURO DE LA SANIDAD PÚBLICA.

Anteayer, en mi último artículo de Facebook, daba ciertos consejos a los lectores para el momento de acudir a su médico. Como es natural (y previsible) la cosa derivó en un estéril debate sobre quién tiene la culpa de lo mal que van las cosas en la Sanidad: que si los médicos vamos a desayunar y dejamos esperando a los pacientes, que si los pacientes acuden al médico por tonterías, que si a mi primo lo diagnosticaron fatal, que si las analíticas anuales sirven o no para algo, que si hace falta una huelga de médicos, etcétera, etcétera, etcétera.

Banalidades, con perdón. Banalidades. Pequeñeces.

Al igual que hice con la pandemia COVID o con la Guerra Civil Española, podría escribir semanas seguidas sobre la defunción, ya producida, de la Atención Primaria en España. Insisto: no de su previsible defunción, sino de la defunción ya producida.

Es tentador hacerlo. Es tentador explicar en profundidad cómo entre pacientes, sanitarios, gestores y políticos hemos matado a la joya de la Corona. Es muy tentador. Pero no. ¿Para qué? ¿Se puede resucitar un cadáver? No. ¿Cambiaría en algo la opinión de algún lector sobre el problema? Lo dudo.

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Bien. Dicho esto, hoy me centraré en la causa última de casi todos los males de la Sanidad Pública española: la crónica infradotación presupuestaria desde las dos administraciones concernidas (el Estado Central y las Comunidades Autónomas). En otras palabras: mientras que no incrementemos el gasto sanitario público en dirección a la media europea, no hay nada que hacer al respecto. Absolutamente nada.

Porque da igual el aspecto que se aborde para relatar las deficiencias de la Sanidad Pública española. Al final, muy al final, siempre encontraremos que las siete soluciones para tratar los males antediluvianos del sistema sanitario pasan por una financiación adecuada. Y esa financiación adecuada que nos haría ser competitivos con Europa, y que evitaría la fuga de cerebros, sólo puede ser posible mediante una voluntad política que se echa mucho de menos, y de un consenso parlamentario del que carecemos.

Por cierto. He mencionado, como de pasada, siete soluciones a los males del sistema sanitario público. Más que soluciones, constituyen en su conjunto una verdadera revolución. Una revolución que haría sostenible al sistema. Te las voy a contar, lector. Son éstas:

(1) optimizar los recursos humanos, tecnológicos y arquitectónicos del sistema sanitario público, con un uso de 24 horas al día siete días a la semana;

(2) potenciar la telemedicina;

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(3) aumentar la capacidad diagnóstica en Atención Primaria con el acceso directo a pruebas de alto nivel;

(4) cambiar el modelo actual de Atención Primaria (puramente asistencial) por un modelo preventivista y de educación para la salud, implicando a los pacientes en sus propios cuidados;

(5) potenciar el papel de las enfermeras como gestoras de cuidados en los pacientes vulnerables y crónicos;

(6) transformar el sistema de trabajo funcionarial por otro de autogestión por objetivos, y

(7) instaurar un pequeño copago en el acceso a los servicios de atención primaria, de urgencias y de atención especializada, en base al nivel de renta, edad y tipo de patología.

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Y todo esto, como he explicado anteriormente, sólo se puede hacer con dinero. No con la buena voluntad de los pacientes (que también). No con la buena voluntad de los profesionales sanitarios (que también). No con la buena voluntad de los gestores (que también). Con dinero. Con mucho dinero. Con un dinero que, al parecer, ninguna autoridad competente (o mejor dicho, incompetente) está dispuesta a soltar.

Y ahora, lector, pondré en negro sobre blanco el INCREMENTO presupuestario de algunos ministerios para el año 2023. En otras palabras: he aquí la voluntad del Pueblo soberano reflejada en los Presupuestos Generales del Estado y expresada a través de su Gobierno. Este indicador del INCREMENTO es el que refleja con mayor exactitud, sin duda alguna, la importancia que concedemos a los distintos asuntos. A saber:

1-El ministerio de Defensa, debido a los compromisos con la OTAN, crece un 26,3%.

2-El ministerio de la Agenda 2030, el que gestiona Ione Belarra, crece un 17,2%.

3-El ministerio de Cultura y Deportes, el del bailarín que jamás hizo deporte, crece un 14,1%.

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4-El ministerio de la Presidencia del Gobierno, el de la serie de Netflix de Pedro Sánchez el Guapo, crece un 9,8%.

5-El imprescindible ministerio de Igualdad, el gestionado por la sexóloga Irene Montero, crece un 9,3%.

6-El ministerio de Consumo, el de don Alberto Garzón y su campaña anti-carne de vaca española, crece un 8,2%.

7-Las pensiones (tanto contributivas como no contributivas) crecen un 8%.

8-El ministerio de Educación (sumado al de Universidades) crece un 6,7%.

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9-El ministerio de Sanidad crece un 6,4%.

10-Y el sueldo de los ministros del Gobierno crece un 4%. Más que el de los funcionarios.

Aparte de esa ilustrativa clasificación de prioridades, hay otro asunto que no es baladí: el reparto de los fondos presupuestarios de 2023 entre las Comunidades Autónomas. Y es que alguien tendría que explicar cuál es el verdadero motivo de que se destinen 400 euros por habitante a Madrid, 320 euros por habitante a Cataluña, 270 euros por habitante a Andalucía, 250 euros por habitante a la Comunidad Valenciana y 226 euros por habitante a La Rioja. Y no sigo por no aburrir. Alguien tendría que explicar esas cosas. Alguien tendría que explicar la asquerosa desigualdad presupuestaria entre españoles: una desigualdad que da pie a que las distintas “sanidades” discurran de un modo muy diferente en los 17 reinos de taifas, que compiten perversamente entre ellas en un sindiós sin precedentes desde la fundación de la Seguridad Social.

Y esto es todo, amigos míos. Creo que, por hoy, ya me he explayado bastante. Ah. Por cierto. Ahora, si lo deseas, querido lector, podemos seguir debatiendo sobre los asuntos de enjundia: si los médicos llegan tarde a la consulta, si se ausentan para orinar, si no cogen el teléfono o si ahorran analíticas y bajas para que les paguen más. Unos canallas, vamos.

Cagoentó.

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Firmado:

Juan Manuel Jimenez Muñoz.

Médico y escritor malagueño.

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