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Ana Julia Quezada, autora confesa del asesinato racista de Gabriel Cruz: “Le tapé la boca a Gabriel y no recuerdo nada más”

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Ana Julia Quezada, la autora confesa del asesinato racista de Gabriel Cruz, ha reconocido en su primera declaración que dio muerte al niño, y ha manifestado durante el juicio que sólo responderá a las preguntas del ministerio fiscal y de su propio letrado.

“Sí”, ha dicho Quezada, cuando ha sido preguntada si acabó con la vida del menor de 8 años.

Llorando al inicio de su interrogatorio, la acusada por delitos de asesinato y lesiones psíquicas a los padres, ha afirmado que se ve “inocente”, ratificando su relato previo por el que sostuvo que mató a Gabriel de forma accidental.

En su declaración, Quezada ha afirmado hoy que cuando dejó al menor en el suelo, “el niño ya no respiraba”.

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La acusada dice no recordar si ejerció una fuerza “desproporcionada” o si se echó encima de él: “Le tapé la boca y la nariz con la mano, de lo demás no me acuerdo, cuando lo dejé, ya no respiraba”.

“Utilicé las dos manos, la derecha seguro en su boca, la izquierda no lo sé, en la nuca, en la frente, fueron momentos muy rápidos, estaba muy nerviosa”, ha dicho la acusada por delitos de asesinato y lesiones psíquicas a los padres del menor.

Ha reiterado que se dio cuenta de que no respiraba cuando lo soltó porque le puso la mano en el pecho y que entonces se quedó “bloqueada”.

“Me quedé un rato y luego me fui a fumar como una loca, salía, entraba, salía, entraba y no sabía lo que hacía”. Entonces vio una “pala y decidió hacer un agujero”.

En su declaración, Ana Julia ha asegurado que no ha tenido “ningún problema nunca” con Patricia Ramírez, la madre del menor, con quien ha asegurado que tenía una buena relación.

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En su interrogatorio, la acusada por delitos de asesinato y lesiones psíquicas a los padres del menor, que manifestó que sólo respondería a las preguntas del ministerio fiscal y de su propio letrado, hizo el relato de la secuencia de cómo cometió el hecho.

Ana Julia ha explicado que llegó a Las Negras, en Níjar (Almería), junto a una anterior pareja de Burgos, y que allí conoció a Ángel Cruz, el padre de Gabriel, en el bar que había montado con su expareja en la Nochevieja de 2016. Ambos empezaron a vivir juntos en septiembre del 2017.

Quezada ha indicado que los martes por la tarde recogía a Gabriel del colegio porque Ángel “tenía que ir a trabajar y a las ocho de la tarde lo llevaba el padre con su madre”, ya que el régimen de visitas establecido entre los progenitores establecía que éste tuviese al niño los fines de semana alternos, martes y jueves.

Ha añadido que pasaban tiempo de forma habitual en la casa de la abuela del menor en Las Hortichuelas Bajas, en Níjar, porque al niño “le gustaba” el sitio.

Asegura que no conocía a Patricia Ramírez, aunque sí que había coincidido alguna vez con ella en su casa después de entablar la relación con Ángel, añadiendo que la relación entre los progenitores era “buena”.

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Con Patricia asegura no haber discutido nunca ni responderle mal nunca, manteniendo que es “mentira” que se enfrentase con ella en la Comandancia de la Guardia Civil por su relación con los medios durante la búsqueda.

Ha afirmado que su propia relación con el niño era “buena” y que no tuvo problemas con él, que únicamente una vez le dijo: “Qué nariz más fea tienes, parece que tengas una hostia en la nariz, pero no se lo tuve en cuenta, me reí”.

Quezada ha afirmado que colocó la camiseta del menor que ella misma simuló encontrar porque “quería que me cogieran, porque no era capaz de decirlo con mis propias palabras, yo quería que me atraparan”.

Aunque previamente había manifestado que lo hizo para dar “esperanzas al padre del niño, Ángel Cruz, este martes ha sostenido en respuesta a la fiscal Elena Fernández que quería que la “encontraran porque no podía aguantar más ese secreto”.

Ha relatado que había guardado la ropa de Gabriel en el cuarto en el que dormía con Ángel y que el 3 de marzo del año pasado le dijo: “Vamos al barranco de Las Negras, por las Agüillas, por esa zona”.

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“Le dije, vamos a dar un paseo. Cogí la camiseta del armario. La metí en la mochila, cogí mi coche. Vamos Ángel y yo a ese sitio. Yo fui a colocar la camiseta allí”.

Aprovechó que el padre estaba “hablando por teléfono con un médium o un periodista” y que subió a ver un cortijo para dejar la camiseta en un cañaveral y entonces simuló encontrarla.

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