Comunidad de Madrid

Almeida y el primo de Zumosol

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Por Alberto González Fernández de Valderrama.- El enfrentamiento verbal que hace unos días protagonizaron en la plaza de Cibeles el alcalde Almeida y el secretario general de Vox Ortega Smith con ocasión de la concentración de protesta contra la “violencia de género” trajo a mi memoria aquel anuncio de zumos envasados que en los años 90 creó en el imaginario popular un arquetipo de superhombre conocido como “el primo de Zumosol”.

El anuncio defendía la milagrosa virtud de unos zumos que debían tener el mismo efecto -pero sin sus contraindicaciones- de los anabolizantes utilizados por los culturistas para convertirse en monstruos de la musculación. Todo comenzaba con el acoso a un niño por el clásico abusón de la clase, a lo que aquél hacía frente recurriendo a su hercúleo primo, que se presentaba en escena con la misma rapidez con la que se nos aparece un fornido genio cada vez que abrimos una botella de Don Limpio y que, exhibiendo sus prodigiosos bíceps alejaba aterrorizado al acosador y salvaba de sus garras al indefenso niño. Yo agradecía la aparición de este nuevo supermán forjado a base de grandes ingestas de zumo artificial y vaciaba las estanterías de los supermercados de estos productos con la esperanza de convertirme en un suarcenéguer sin apenas esfuerzo, pero no lo conseguí.

Pues bien: la situación vivida el otro día entre los dos políticos se me figuraba como una parodia de este anuncio o quizás una toma fallida del mismo. Este alcalde que tenemos -que si un día acudiera en pantalón corto al Ayuntamiento sería confundido con un escolar en visita turística y le darían una chocolatina- parecía dirigirse a su primo, el gigante Ortega Smith, no para ensalzarle ante las cámaras sino para reprocharle el haberse bebido todo el zumo sin haberle dejado probar ni una gota, negándole así sus posibilidades de crecimiento. Y quizás lo hubiera creído si mi televisión no tuviera sonido o yo estuviera sordo. Pero no fue el caso y pude enterarme fielmente del contenido de aquella conversación malhumorada, que no voy a recoger por ser de sobra conocida pero que sí voy a reinterpretar cambiando su literalidad por el mensaje crudo y sin la autocensura de la corrección política que ambas personas se estaban intercambiando en sus mentes, en esa intimidad que no puede ser invadida por ningún micrófono.

El alcalde Almeida -que al fin y al cabo es el corregidor de la Villa y Corte de Madrid- haciendo uso de sus funciones pretendía corregir al Sr. Ortega, y le afeaba su actitud despreciativa hacia la progresía madrileña diciéndole con su mente el siguiente mensaje:

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-¡Macho!: ¿Cómo se te ocurre afearme este momento glorioso en el que estoy posando tras una pancarta feminista que me va a traer muchos votos? Tú sabes de sobra que el feminismo me repatea y que -como tú- toda persona con sentido común sabe que la aplicación práctica de esta doctrina que la izquierda viene expandiendo por occidente es totalmente discriminatoria hacia los hombres, que está destruyendo muchos hogares y cometiendo muchas injusticias, enviando a muchos maridos y padres de familia a la calle con una mano delante y otra detrás, cuando no a la misma cárcel, despojados de sus hijos y de su patrimonio, porque los intereses de las mujeres y su palabra valen mucho más ante los Tribunales que los legítimos derechos y el testimonio de sus esposos. Y sabes también que más doloroso aún que estos homicidios de mujeres -que ambos condenamos con igual firmeza- es el asesinato a sangre fría de un niño por su madrastra o incluso el de un buen marido por una mujer del colectivo de las desplumadoras profesionales, esas que suelen usar algún veneno para tratar de no dejar huella. Pero debes saber también -entérate de una vez, Ortega- que desde un punto de vista estadístico mueren más mujeres a manos de sus maridos que hombres, niños, ancianos o incluso mujeres a manos de otras mujeres. Y como lo que yo quiero son votos la estadística es lo que cuenta. Yo no voy a perder mi tiempo concentrándome tras una pancarta y guardando un minuto de silencio para solidarizarme con colectivos cuya defensa no se traduzca en un número considerable de adhesiones a mi partido y más concretamente a mi persona”.

Estas serían a mi juicio las verdaderas palabras pronunciadas por el cerebro del Sr. Almeida, a quien puedo acusar de ser un ejemplar más de la derechita cobarde española, pero a quien nunca acusaré de tener un pelo de tonto; al contrario: nuestro Alcalde es más cuco que Don Diablo y se las sabe todas. Cuando era niño se sabía la lista de los Reyes Godos de memorieta y también la de los emperadores romanos, y cuando las recitaba en las reuniones familiares recibía los mayores halagos de sus tías, que se lo comían a besos y le decían cosas como: “¡Qué listo es el nene…Ya veréis: algún día llegará a corregidor!”.

Pero el acalde se estaba enfrentando a un gigante que además de altura tiene un cerebro muy bien amueblado y no pudo corregirlo. Porque Ortega se limitó a responderle utilizando simplemente el sentido común sin pasar por el filtro de la corrección política o de la adulación interesada al enemigo. Lo que literalmente le contestó ya lo conocemos. Pero, siguiendo con mi juego, reseño lo que le dijo con la mente:

-“La violencia es siempre condenable, la ejerza quien la ejerza, y las leyes que se establezcan para combatirla deben atender al caso concreto que se esté enjuiciando para imponer al agresor una pena adecuada y proporcional al daño que cometió y a las posibles circunstancias atenuantes o agravantes que pudieran moderar o aumentar su culpa; pero en ningún caso el sexo del agresor debería ser una agravante por sí misma ni determinar un específico tipo delictivo. Los varones no somos culpables de nada por naturaleza.Y yo no voy a adular a nadie para conseguir votos”.

Y por todo ello, tarde o temprano -ya que no hay mal que cien años dure- hombres como Ortega, sin más armas que el sentido común, algún día regirán los destinos de España.

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