Opinión

Alfonso Ussía: «Perverso cura»

Published

on

¡Comparte esta publicación!

Los que se han sentido heridos y escandalizados con las manifestaciones del párroco de Lemona ignoran que su odio es consecuencia de años y años de silencio y misericordia obispal con los terroristas.

El Padre Sagüés, navarro, fue el último preso político en España.

Escribió en “El Diario Vasco” de San Sebastián un amplio y doloroso artículo en el que acusaba a su Obispo, José María Setién, no sólo de amparar a la ETA sino de despreciar a las víctimas del terrorismo.

Setién ordenó al Provincial de los Jesuítas que exigiera inmediatamente la rectificación del Padre Sagüés y le solicitara públicamente su perdón. No lo hizo.

“Mi obediencia se debe a Dios, no al Obispo”. El Padre Sagüés fue enviado a Loyola, incomunicado, y allí pasó los últimos años de su vida. Le permitían pasear por el huerto y respirar el aire de aquel valle melancólico, entre Azpeitia y Azcoitia.

El Padre , también Jesuíta, Beristain, criminólogo y místico, sufrió una persecución parecida.

También le afeó públicamente en el “Diario Vasco” a su Obispo, su reiterada tendencia a “comprender” los desahogos de “esos chavales”. Los “Chavales” eran los terroristas.

“Cuando son enviados a prisiones lejanas, sus familiares sufren mucho”. El padre Beristain le recordó que sufrían mucho más los familiares de sus víctimas cuando los enterraban en el cementerio. Fue obligado a rectificar.

Advertisement

Beristain, para no incumplir la norma de obediencia de los jesuitas, abandonó la Compañía de Jesús y se mantuvo al lado de los inocentes hasta su muerte.

Había sido asesinado Gregorio Ordóñez, Teniente de Alcalde de San Sebastián. Setién, el obispo felón, obstaculizó e impidió que su Funeral se celebrara en el Buen Pastor. María San Gil, en compañía de una concejal del PP, le solicitó una entrevista.

Setién no se incorporó de su sillón obispal cuando hicieron su entrada en su despacho. María , mirando a unos ojos que no le correspondían la mirada, le dijo al Obispo que se sentían desamparadas por su Pastor. Setién, encolerizado, y con aquellos dientes tan amarillos como la camisola de los remeros de la trainera de Orio le preguntó:

Advertisement

-¿Dónde está escrito que hay que querer a todos los hijos por igual?-.

Entre Setién y su vicario Pagola envenenaron la Iglesia vasca, que se mantuvo emponzoñada con su sucesor, el Obispo Uriarte Goricelaya, muy emparentado con una dirigente de Herri Batasuna, y según demostró, de coincidentes ideas con su sobrinita.

En la 2 de TVE, una periodista le preguntó a un párroco de Hernani, su opinión acerca de los atentados,, los tiros en la nuca, las explosiones de coches-bomba y demás “heroicidades” de los etarras, hoy amparados por el ministro Marlaska –juez que los encarceló-, cuando España sufría el terrorismo sin la presencia activa de Sánchez.

Y el párroco, tan ejemplar cristiano, le respondió:

-No aplaudo los tiros en la nuca, pero algo de razón tienen esos chicos-.

Advertisement

El canalla del párroco de Lemona, no merece tanta atención. Lleva muchos años humillando la Cruz con el Hacha y la Serpiente enroscada en su mango.

Centenares de homilías, escritos, cartas de adhesión y amparo a los terroristas se han sucedido durante decenios en las iglesias del País Vasco.

Se escondían armas y explosivos en las sacristías, con la autorización de las autoridades eclesiásticas. En un dibujo prodigioso que fue portada de ABC y le causó toda suerte de incomodidades, Antonio Mingote dibujó a Dios aparecido a Setién, que sostenía las Tablas de los Diez Mandamientos.

Y Dios le señalaba el V, “No Matar”, mientras Setién sonreía.

Este sapo de Lemona es también víctima de la infección que dispersaron sus obispos Setién y Uriarte por Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y un rincón de Navarra. Sucede que hoy la Iglesia reacciona y no calla. La Iglesia pide perdón y no se esconde. Y los Obispos vascos han recuperado su sentido pastoral. A este malnacido de cura hay que apartarlo.

No con la injusticia que sufrió el padre Sagüés, sino con la inflexibilidad justa que se espera de la Iglesia cuando un ministro de Dios lo clava aún más en la Cruz.

Advertisement

Escriba una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil