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Alexandria Ocasio-Cortez: el cliché latino sacado de una telenovela

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La demócrata Alexandria Ocasio-Cortez recientemente ha pedido –siempre pide- un cambio de liderazgo en el Congreso. (Foto: Flickr)
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La joven superestrella de la izquierda progresista demócrata es tan novedosa en sus planteamientos como cualquier personaje de telenovelas. De hecho, ¿acaso no estará protagonizando la suya?

Carlos Flores.- AOC (sus populares iniciales, tan populistas como su discurso), representante del NY-14 (Bronx y Queens) ante el Congreso de Estados Unidos de Norteamérica es, en resumen, la mejor muestra de todos los clichés latinos bajos los cuales se han etiquetado a la comunidad dentro y fuera de este territorio.

Ella, en la totalidad de su diminuto cuerpo, condensa todo aquello que se considera “latino”… pero latino en el estilo que se supone debe ser un latino: impregnado por el aura de las telenovelas; el drama, las quejas, el llanto, el eterno discurso –muy a lo Galeano- de “estamos mal porque ELLOS, los ricos, están bien”. ¡Y obviamente le ha funcionado! Y es que basta ver su perfil de Twitter, donde se enorgullece por ser financiada 100% por “la gente”. Ahora, señorita AOC, ¿Cuál gente? ¿La gente pobre, la gente rica? ¿De qué habla usted con su dentadura reluciente, que brilla más que la luna llena que hace hervir la sangre de los hombres lobo?

Alexandria recientemente ha pedido –siempre pide- un cambio de liderazgo en el Congreso. Fuera Pelosi. Fuera Schumer. Claro, calladita aguanta su grito interno, que debe ser tan fuerte como el llanto de un recién nacido que suplica que ella sea, precisamente, la nueva líder de la vocería del ala radical izquierda del partido Demócrata.

En una historia publicada en Instagram, AOC transmitió el proceso en el cual recibía –feliz- su vacuna contra el COVID-19… ya saben, la que ha fabricado esa humilde y pequeña compañía humanitaria médica llamada Pfizer. Y luego, usando su mascarilla obligatoria, pero con una obvia sonrisa se fotografía colocando sus dedos medio e índice en forma de victoria. ¡Bravo!

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AOC irrumpió en la política norteamericana cual heroína de telenovela. Esa es la verdad. Y ha encontrado el gigantesco nicho de la comunidad que vive estereotipada para… bueno, seguir llenando sus estereotipos y así convertirse en un espejo para sus votantes. Espejo hipócrita, considerando la fama que ha adquirido (um, sí, como cualquier estrella de telenovela). Basta recordar su tragedia existencial de no tener para pagar la renta y que no le alcanzaba el dinero… poco le faltó para fotografiarse frente a una casa de empeño para entregar algún medallón de la virgen de Guadalupe que llevaba generaciones en su familia, para que le entregaran algunos dólares para comprar pan y, con suerte, bueno, lo que sea que ella le coloque al pan.

Pero su rol ha crecido, apuntalada por una sociedad que premia todo lo que pueda identificarse como show… y que es AOC es un show ambulante, con un discurso –el eterno, el que no cambia- de la izquierda más recalcitrante, del populismo más rastrero, para hacer creer –mientras posa para cualquier publicación de Vanity Fair hacia abajo- que sus intereses están enfocados en lograr la igualdad para todos. Y si alguien sabe… si alguien conoce que ese cuento de la igual es tan falso como una telenovela, es la propia AOC. Pero… así funciona la showbiz politics.

Ahora que, el día que Alexandria deba recurrir a enmugrarse el rostro, como «María, la del Barrio», para salir en la portada de alguna publicación, mi hipótesis se convertirá en realidad: Latinos de Norteamérica, nuevamente las han dado lo que durante tantos años anhelaban: la vida imitando a la telenovela.

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