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Alejandro Valverde, por fin campeón del mundo de ciclismo

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Valverde celebra su triunfo
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Innsbruck, preciosa capital del Tirol, quedará para siempre en la memoria de Alejandro Valverde, por fin campeón del mundo para dignificar una carrera única. Llega al oro con 38 años, abrazado al arcoíris después de rozarlo tantas veces (dos platas y seis bronces), el mejor de un Mundial durísimo que estaba hecho a su medida. Listísimo y valiente, el murciano se impuso al francés Romain Bardet, al canadiense Michael Woods y al holandés Tom Dumoulin en un final precioso, el que siempre había imaginado. Esta vez sí, la gloria llevaba su nombre y en 2019 lucirá el maillot más preciado del ciclismo, el mejor sucesor de Peter Sagan. Valverde es infinito, Valverde es el mejor. Bardet se quedó con la plata y Woods con el bronce.

Fue un Mundial unidireccional, ajeno a la costumbre de ataque y contraataques, astucia táctica y marcajes brutales. Hubo, como siempre, inevitable, muchísimo desgaste. Tan condicionado el certamen más bonito del año por una fuga de once corredores, mayoría de habitantes del norte, que casi desemboca en la meta final, tan abundante su gobierno. Los once fueron Robert Britton (Canadá), Tobias Ludvigsson (Suecia), Kasper Asgreen (Dinamarca) Ryan Mullen (Irlanda), Daniil Fominykh (Kazajistán), Vegard Stake Laengen (Noruega), Connor Dunne (Irlanda), Karel Hnik (República Checa) Jacques Janse Van Rensburg (Sudáfrica), Ilia Koshevoy (Bielorrusia) y Laurent Didier (Luxemburgo).
Desde la primera vuelta hasta el epílogo, hizo la pinza esa escapada, que llegó a acumular veinte minutos en una exasperante mañana de tránsito hacia el oro. Demasiado permisivo el pelotón de nacionalidades, aunque el ritmo jamás decreció, como comprobaron después un gran número de favoritos sepultados por la fatiga invisible de 252 kilómetros y un puerto de ocho kilómetros que subieron siete veces.

A dos vueltas del final, y con una gran parte de los fugados en la cazuela, empezaron a caer piezas supremas. Peter Sagan, el primero. Campeón en las tres últimas ediciones, se rindió a 93 kilómetros, tan lejos, imprevisto dada su categoría.

Dimitieron luego otros tantos, Dan Martin, Zakarin, el ganador de la Vuelta Simon Yates, uno de los grandes favoritos Michal Kwiatkowski, el ruso Zakarin… Potente el ritmo, durísima la repetición del puerto Igls y sin escalarse aún el Holl, y notable la presencia de los españoles, siempre atentos, siempre en cabeza, junto a italianos, franceses y británicos.

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En los últimos 20 kilómetros se agitó la carrera, con lo nervios a flor de piel mientras los favoritos se dedicaban marcajes al hombre. Michael Valgren se imaginó en el cielo de Innsbruck y se atrevió con un ataque valiente, un ataque fortísimo que le permitió abrir un hueco interesante (unos 30 segundos) antes de la ascensión a Gramartboden. Su atrevimiento, sin embargo, no tuvo premio y su aventura murió en ese repecho terrible, un infierno del 28%.

Francia activó a sus soldados, todos buenísimos, pensando en Alaphilippe, mientras que Valverde se subió a la buena ola, aunque ya no le quedaban compatriotas a su servicio. A nueve kilómetros, Valgren quedó neutralizado y Bardet y Pinot subieron de marcha, tanto que dejaron tirado al propio Alaphilippe. Gianni Moscon defendía el orgullo italiano, Michael Woods se vaciaba con una entrega fantástica y Valverde aguantaba carros y carretas.

El Mundial seleccionó a sus héroes y las medallas parecían asignadas a Valverde, Bardet y Woods. El francés y el canadiense sabían que sus opciones pasaban por el descenso, por dejar ahí fuera de combate a Valverde, pero el español estuvo pletórico y los escapados fueron sorprendidos por el holandés Tom Dumoulin, un acompañante muy peligroso para el desenlace.

El mejor para un sprint era Valverde y sus compañeros de viaje le dejaron hacer, pensando en cómo meter mano al español en la última recta. Nadie lo intentó porque nadie iba a ser capaz de robarle su gloria, era el día. Con 38 años, y después de una paliza de seis horas, 46 minutos y 41 segundos, Alejandro Valverde llegó al paraíso.

Después de los tres Mundiales de Óscar Freire, uno de Abraham Olano y otro de Igor Astarloa, Valverde entra en el club de los elegidos y lleva al ciclismo español a lo más alto.

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