Opinión

Adiós, querido Jesús Candel. Por Juan Manuel Jiménez Muñoz. Médico

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Jesús Candel, más conocido como Spiriman, el médico que puso en jaque al cortijo andaluz del Partido Socialista, nos ha dejado para siempre. En primer lugar, vaya mi más sentido pésame a su familia y mi más profundo agradecimiento a Jesús por su heroica defensa del sistema sanitario público.

El hecho de morir no nos convierte de inmediato en más buenos o en más malos de lo que éramos cuando estábamos vivos: todos, incluso aquellos que la Iglesia santifica, tenemos nuestros claroscuros. Pero hay un dicho en este país de envidiosos que se acerca bastante a la verdad: “si quieres oír hablar bien de ti, acude a tu entierro”. Y en estos días, quizá, ocurrirá lo mismo con Jesús Candel.

Jesús Candel ha sido un hombre excesivo en la palabra, desmedido en su pasión por la justicia, intransigente con quien le llevaba la contraria, pero supo ver gigantes donde el resto tan sólo veíamos molinos.

Jesús, nuestro querido Spiriman, fue un Alonso Quijano transformado temporalmente en don Quijote. Y como el genial don Quijote, ganó innumerables batallas, desfizo numerosos entuertos y consiguió que el resto de los andaluces, los comodones Sancho Panza, moviéramos los culos de las sillas para luchar por una sanidad pública más digna, con menos disparates, con menos lagunas y con menos chulería.

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Chulería, sí. Chulería de los gestores. Chulería de los políticos. Y desvergüenza. Mucha desvergüenza. Mucho dinero ventilado en putas, en cocaína, en falsos ERES, en administraciones paralelas para enchufar amiguetes, mientras no había presupuesto para contratar profesionales sanitarios, mientras los mejores médicos y enfermeras se nos marchaban de Andalucía hacia donde los quisieran más.

Chulería, sí. Y desvergüenza. Y prepotencia. Contratos basura. Agendas a minuto por paciente. Turnos interminables. Ausencia de sustitutos. Recortes en lo esencial. Amenazas de expedientes. Y, como postre, en Granada, el intento de unificar dos hospitales.

Y como dice la canción cubana, en eso llegó Fidel. Perdón. En eso llegó Candel, o don Quijote, o Spiriman. Que da lo mismo. Llegó Candel y dijo no. Y dijo no desde su puesto de médico interino. Y nos dio una lección al resto de los médicos de España, a los cobardes o acomodaticios que teníamos (y tenemos) la plaza en propiedad.

Nos demostró Jesús Candel que un sistema político corrupto no es en absoluto invencible si existe un movimiento social suficiente dispuesto a luchar por sus derechos, y que con la unidad de todos (pacientes, enfermeras, médicos, celadores, administrativos…) podíamos reconducirlo.

Ése fue el gran ejemplo de Candel, y con eso me quedo yo: con su lección de civismo. Todo lo demás (sus excentricidades, su intransigencia, sus exabruptos…) son las caretas del personaje, no las caras de una persona esencialmente buena, esencialmente noble y esencialmente justa.

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Gracias, Jesús Candel, por haber existido. Cuando pasen cien años te seguirán recordando en Granada, en Andalucía, en España entera. Y de los políticos mediocres que te han hecho la vida imposible… no quedará huella alguna. Ésa será tu victoria.

Adiós, Jesús. Que la tierra te sea leve.

Firmado:

Juan Manuel Jimenez Muñoz.

Médico de Andalucía (España).

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