Opinión

Aborto, envejecimiento e inmigración salvaje

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El número de abortos anuales en España ronda los cien mil, con cada vez menos nacimientos, una población cada vez más envejecida y una inmigración salvaje promovida desde los gobiernos. La consecuencia evidente es que se va, deliberadamente o no, a la progresiva sustitución de la población española (cultural y genética), por una amalgama cultural y étnica de origen fundamentalmente africano. Un pueblo envejecido es un pueblo sin futuro, y un pueblo sin cultura propia se disuelve en la nada.

En cuanto al aborto, poco que decir. Se trata de la liquidación violenta de vidas humanas en el seno materno. Aunque existe el mandamiento de «no matar», siempre se ha considerado lícito matar al agresor o enemigo peligroso. Que cientos de miles de mujeres consideren a los niños «enemigos peligrosos», aunque solo sea para lo que estiman como su bienestar o comodidad, es un fenómeno quizá nuevo en la historia humana. No se debe a circunstancias de grave precariedad económica, que hoy casi no existen en España, sino que va claramente enlazado con otros fenómenos sociales, en especial el feminismo. El feminismo no pretende la igualdad ante la ley, sino una igualdad general, incluso biológica, por lo que ve en la maternidad un mal que perjudica la igualdad «de la mujer». Sus consignas al respecto son suficientemente expresivas: «Si los curas pariesen, el aborto sería un sacramento» (para ellas está claro que lo es). «Nosotras parimos, nosotras decidimos» (sobre una vida humana que procede en su mitad del varón). «La Iglesia no nos deja comernos las almejas» (consigna lesbiana). «Menos rosarios y más bolas chinas» (consigna masturbatoria). Y así sucesivamente. En el fondo de todo ello yace una mezcla de odio y envidia hacia el varón. La «envidia del pene», que decía Freud confundiendo a las feministas con «la mujer» al modo como ha solido confundirse a los comunistas con «el obrero», típicas usurpaciones ideológicas.

Es interesante constatar las falacias en que se basa la promoción de una inmigración salvaje. Aducen muchos que lo propio del ser humano son las migraciones «Apenas el mono dio lugar a «los animales astutos que inventaron el conocimiento» –dice el intelectual mejicano H. Hiriart citando a Nietzsche– estos hicieron las maletas y emprendieron el viaje». Así pues ¿qué más «humano» que las migraciones e inhumano que las trabas a ellas? Otro pensador por el estilo, M. Dummet, afirma que «no hay argumento racional para frenar las migraciones», con las cuales «no pasaría nada, antes los países receptores se beneficiarían a la larga. La mayoría de los argumentos para obstaculizar y perseguir las migraciones se basa en oscuros prejuicios, temores infundados y odios étnicos» o raciales». Ya está: oponerse a la inmigración sería de hecho una actitud irracional cargada de odio y criminal.

Obviamente, los humanos han ido migrando de aquí para allá. Pero también son una especie fuertemente territorial y nunca dejaron de asegurarse y defender sus territorios, fueran de caza o de cultivo, frente a intrusos. Además, ¡maldita sea!, ha creado culturas diferentes, incluso muy diferenciadas en esos territorios que han considerado propios. Culturas que en unos casos han quedado a un nivel muy primitivo y en otros han evolucionado hacia una complejidad enorme. Es decir, la cuestión no es tan simple ni tan «irracional» como pretenden los irracionales amigos de las migraciones «por derecho», sin obstáculo.

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Claro que hay casos y casos. Usa, por ejemplo, se ha formado con inmigrantes, entre otras cosas porque su territorio estaba semivacío (y por cierto que los indios tuvieron buenas razones para lamentar la irrupción de aquellos inmigrantes que «hacían las maletas y emprendían el viaje» para «beneficiarlos a la larga»). En el caso de Europa no encontramos un territorio semivacío, sino intensamente poblado, con culturas muy complejas y refinadas que no se dejan reducir a «renta per cápita», como pretenden los nuevos bárbaros. Los apóstoles de la disolución de las culturas y poblaciones, grandes promotores del abortismo, tratan de criminalizar a quienes rechazan sus políticas pretendidamente racionales. Pero sospecho que los criminales e irracionales son ellos.

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