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Olvídense de la propaganda de las ONG’s. Posiblemente nuestros hijos no corran el riesgo de morir de botulismo, o de una infección por beber agua fecal.
Es peor; nuestros hijos pueden acabar muertos a golpes.
Sí, señores. Imaginen: nos hemos pasado años de desvelos cuidando a nuestros hijos, para que, ahora, gracias a NUESTROS políticos, una epidemia, una plaga bíblica de animales semihumanos que solo se parecen a nosotros por el aspecto de su carcasa exterior puedan, a voluntad, dar palizas de muerte a nuestros hijos.
Por el mero placer de agredir. Sin motivo. Sin provocación. Sin causa. Porque sí.
Puede que mañana, o el mes que viene, su hijo, o el hijo de su vecina, o el hijo de su prima la que vive en las afueras de Paris aparezca muerto, amoratado, con los ojos saltones y la lengua fuera, porque de una paliza le rompieron el bazo de una patada y el pobre no tuvo tiempo de avisar a nadie. Estaba jugando en un parque. Lo arrastraron detrás de un arbusto. Tardó tres días en aparecer.
No exagero. Esto puede pasar: está pasando. Y va a pasar en su ciudad. En la mía. En Burgos, en Cuenca, en Madrid, Barcelona o Sevilla.
¿Quieren ver cómo ocurre? Aquí lo tienen. Un consejo: enseñen a sus hijos a defenderse. No les digan nunca eso de “No se pega”. Mejor edúquenles en “Pega primero. Pega dos veces. Remátalo en el suelo. Y luego pide ayuda”.
Cuando nuestros hijos empiecen a morir como los niños europeos, ¿Van a hacer lo mismo que ellos?
YO no.