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Un diputado australiano quiere prohibir los pechos desnudos en las playas de su país para no irritar a los musulmanes

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La debilidad de Occidente radica en el modo en que se ha rendido al islam. La situación es delirante, kafkiana, irracional, y a la postre insostenible, pues nos lleva directamente al suicidio. Tolerar la intolerancia, ceder ante la amenaza, humillarnos ante la agresión, negarnos a nosotros mismos las armas para la defensa, admitir un derecho superior al propio, inclinarnos ante la ley de nuestro enemigo, entregar el cuello al verdugo, todo eso junto (y hasta por separado) es la vía más segura y directa para desaparecer. Este es el veneno destilado por la religión de los derechos humanos, el antirracismo, la democracia y la alianza de civilizaciones.

Pareciera que el etmomasoquismo de los occidentales haya generado un deseo irrefrenable de muerte colectiva en Occidente. Les estamos dando una cuerda al islam para que nos ahorque con ella. Subiremos al cadalso cantando loas a la multicultura, a la diversidad, al diálogo intercultural y salmodiando las alabanzas del islam, religión de paz, amor y tolerancia.

Lo último nos llega de las Antípodas. Un diputado australiano quiere prohibir los pechos desnudos en las playas de su país para no provocar la ira de los musulmanes.

Fred Nile (en la imagen), diputado conservador, pretende con esa medida “proteger a las comunidades musulmanas”. “Nuestras playas deben ser lugares en las que nadie se sienta violentado en sus sensibilidades religiosas o culturales. Las mujeres que vienen de Oriente Medio o los países asiáticos no tienen nunca los pechos desnudos,en realidad siempre van muy cubiertas. Pienso que es muy importante respetar las diferentes culturas que componen Australia”, señaló el diputado.

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