Cultura

Ricardo Moreno Castillo: “El desprecio por el saber ha convertido a los alumnos en auténticos analfabetos”

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Ricardo Moreno Castillo / Imagen: Remitida
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Autor del interesante y polémico Breve tratado sobre la estupidez humana, el matemático Ricardo Moreno Castillo publica ahora el libro Los griegos y nosotros: De cómo el desprecio por la Antigüedad destruye la educación, un alegato entusiasta en favor de una educación humanista, “amenazada por una pedagogía de retórica populista y mediática”, en palabras de Carlos García Gual, autor del excelente prólogo que acompaña a la obra.

En su nuevo ensayo, Moreno Castillo, autor también de La Conjura de los ignorantes, elogia el valor educativo de la cultura y la lengua de Grecia y Roma, alertándonos sobre el suicidio que supone el olvido de los clásicos. Los estudios del griego y el latín y las Humanidades de raigambre clásica, desde hace años están siendo ahogados y marginados por mezquinos y menguados programas oficiales, tanto en la Enseñanza Secundaria como en la Universidad, advierte el autor, para quien “la obsesiva admiración de algunos teóricos de la pedagogía por las nuevas tecnologías, junto a un enfoque de la educación hacia lo más actual y más rentable en el mercado de trabajo, han propiciado un menosprecio notorio del legado cultural del pasado”.

¿Cuándo murió la educación clásica y humanista?

La enseñanza de las lenguas clásicas ya sufrió un retroceso con la ley de Educación de Villar Palasí. En el sistema anterior los estudiantes entraban en la Facultad de Filosofía y Letras habiendo cursado cinco años de latín y tres de griego. A partir de la ley Villar, quedaron tres años de latín y dos de griego. Y desde la reforma del año noventa el conocimiento de los alumnos descendió vergonzosamente. El desprecio por el saber (envuelto de una verborrea de “aprender a aprender”, “cultivo de la autoestima”, “creatividad y destreza”… y un largo etcétera) ha convertido a los alumnos en auténticos analfabetos.

Hoy se habla mucho de “educar en valores”… ¿Esta “educación en valores” tiene algo que ver con los “valores” que se transmitían tradicionalmente en las escuelas, ligados a los estudios clásicos y a las humanidades?

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Lo de “la educación en valores” forma parte de la verborrea a la que aludí antes. Precisamente lo que fundamentalmente ha de transmitir la escuela es el saber como un valor en sí mismo y no solo en su vertiente utilitaria. Por cierto, la idea del saber como algo que vale por sí mismo es algo que debemos a los griegos. Pero de ese valor ni se habla.

El abandono de los estudios clásicos y humanistas, ¿qué consecuencias tiene para la formación de las nuevas generaciones?; ¿qué consecuencias tendrá para el futuro de nuestras sociedades?

Una consecuencia terrible: el olvido del pasado. Somos hijos de Roma y nietos de Atenas y Jerusalén, y olvidar esa herencia es volver a la barbarie. Un hombre sin memoria es un eterno niño, porque la madurez consiste en reflexionar sobre las tonterías que hemos hecho en el pasado a fin de ser un poco menos tontos en el futuro. Y sin memoria esta reflexión es imposible. Del mismo modo, una sociedad sin memoria es una sociedad inmadura.

¿Por qué, en su opinión, se considera de un modo generalizado que el abandono de los estudios clásicos y humanísticos es algo “progresista”?

La ignorancia es atrevida y es envidiosa. Prueba de ello es que cuando se hizo la reforma teníamos un enorme plantel de intelectuales que eran o habían sido catedráticos de instituto, y ninguno de ellos fue consultado. Pensemos en latinistas como Agustín García Calvo o Juan Gil Fernández; helenistas como Francisco Rodríguez Adrados, Luis Gil Fernández o Carlos García Gual (autor del prólogo de mi libro); historiadores como Antonio Domínguez Ortiz o Antonio Fraguas; escritores como Gonzalo Torrente Ballester, José Luis Méndez Ferrín o Jesús Alonso Montero; críticos literarios como Gregorio Salvador o Miguel García Posada, matemáticos como Juan Ochoa Mélida, y no sigo porque la lista sería interminable. Quienes llevaron a cabo la reforma eran de esos ignorantes que desprecian el saber y envidian a los que saben. Y este desprecio se puede disfrazar muy bien de progresismo, descalificando el estudio, la erudición y la memoria como cosas de franquistas.

¿La educación actual nos encamina hacia la ignorancia, la barbarie y el colapso civilizatorio?

Esta es la tesis fundamental del libro, olvidar el pasado no es apostar por el futuro, sino volver a la barbarie. Los adalides de las nuevas pedagogías son los bárbaros de la modernidad. Y en esta opinión estoy felizmente acompañado por los mejores humanistas, científicos e historiadores que en el mundo han sido y que han explicado esta idea mucho mejor que yo. De hecho, gran parte del trabajo son citas de estos grandes humanistas que yo me limito sencillamente a glosar.

(La Tribuna del País Vasco)

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