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Luis María Anson.- Ha estado formidable. He asistido al desayuno que le ha ofrecido El Mundo, en un acto presidido por Antonio Fernández-Galiano. El director del diario, Francisco Rosell, ha pronunciado unas certeras palabras. Después Pablo ha hablado ante el auditorio, repleto de personalidades de la cultura, la empresa y la política. Finalmente, Jorge Bustos le ha entrevistado sin concesiones, como debe hacer un periodista, y le ha trasladado también las preguntas de los invitados.
Pablo Casado, que ha dado la primicia al periódico al anunciar como número 2 de su candidatura a Adolfo Suárez hijo, ha condensado la situación de la economía española y lo que piensa hacer si accede a Moncloa tras las elecciones del 28 de abril. Bajará todos los impuestos y, como consecuencia, recaudará más, porque el exceso impositivo asfixia las iniciativas empresariales. Esa es la clave. Especialmente justo resulta para muchos eliminar los gravámenes al patrimonio, sucesiones y donaciones. Rebajará también Pablo Casado los porcentajes a las empresas y el IRPF, entre otras muchas medidas que liberen a la ciudadanía del agobio de unos impuestos como los actuales, casi confiscatorios.
Además de anunciar fórmulas muy positivas para revitalizar la economía española, Pablo Casado explicó cómo piensa reducir el gasto público que se ha desorbitado y constituye un auténtico despilfarro del dinero que se obtiene sangrando hasta la hemorragia a los ciudadanos.
Al presidente del Partido Popular le cabe en la cabeza la España real. Mucho más que a Fraga Iribarne. Y además no es petulante ni presuntuoso. Habla con sencillez, comunica con facilidad y genera simpatía. A lo largo de toda su intervención puso siempre por encima de su partido, el interés de España. Si se alzara con la presidencia del Gobierno sería una bendición para nuestro país. No lo tiene fácil, pero se merece el apoyo de los que piensan como él y también de los indecisos. Mariano Rajoy le dejó el centro derecha troceado en tres partes. Pablo Casado se está esforzando por reconstruir lo que, desunido, haría improbable recuperar el poder.
