Opinión

Jugar al teto impunemente

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Tu te agachas, verdahijo, y yo…. Pues eso… Y te callas.

Lo que nos quieren hacer estos angelitos ignorantes, inopes, vulgarcitos hasta el paroxismo y carentes de los mínimos básicos de sacarosa y cacao procedente de la Guinea española, es de lo más rudimentario y primario. Exige al menos una posturica oferente –que parece que han visto habitualmente en casa y la creen normal- en la que no es fácil, sino imposible, poner a todos y cada uno de los ciudadanos, que no ciudadanía. La ciudadanía, según san Mateo, vendría ya dobladica de fábrica y no habría más que proceder in pace, pero no lo han conseguido, aunque sigan repitiéndolo.

Pero esto no es así y lo que dice la vicepresidenta de que lo importante es profanar tumbas y enterramientos o apedrear perros, en lugar de analizar la clase de presidente del gobierno que nos gastamos, resulta una sandez más que vemos con horror cómo se tragan periodistas de la categoría de Luis Herrero, que no se ha enterado todavía de que la II República española vino de un golpe de estado el 14 de abril del 31, tras perder unas elecciones municipales que resultaron 20.000 concejales monárquicos contra 5.000 republicanos, 4-1, casi como el 6-0 a Croacia, si bien estos últimos correspondían a grandes ciudades –cinturones rojos- lo que en aquellos tiempos de tecnología cero permitió montar el pollo en las calles y proclamar por las bravas algo al aire, en virtud de un pacto o conjura no escrita de San Sebastián de 1930 de los partidos republicanos y conculcar impunemente la Constitución vigente en aquel entonces que era la de 1876. Eso es un golpe de Estado, no otra cosa, por más que se vista de lagarterana. Legitimidad cero patatero, o zapatero, al gusto.

Sí, a eso se sumó un rey cagueta que se largó en cuanto vio que no le amaba mucha gente y se olvidaba de España, del resto de los españoles, que carecían de teléfono, e incluso de whatsapp. No esperó a saber los resultados, el hombre –primum vivere, se dijo al parecer ser- y puso los pies en polvo rosa, en el Jaime I. Miedo, se llama a eso, pavor. Resultado, república bolchevique, terror, asesinatos, comunismo integral al estilo 1917, ruina absoluta y al final una legítima reacción para sobrevivir de requetés, falangistas, cedistas y público en general que duró 986 días, a la que nunca estaremos suficientemente agradecidos, ni nosotros los españoles normales, ni la iglesia católica ya en cuadro y que repuso el orden y la economía partiendo del hambre puñetera en la que dejó sumida la república a su zona “la roja”.

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Pues bien, parece que eso no lo explican en las llamadas facultades de periodismo o ciencias de la información –tal como ocurre con lo de Munich, que no es otra cosa que München, la capital bávara, en español y ahí sigue la cosa, tipo Londres por London- ni nadie se va a la Historia de España a consultar. Así no se va muy lejos o si se va, se va muy mal y con exposición al papirotazo.

Que no lo sepa la vicepresidenta no nos extraña a nadie –y eso que no se han sacado a colación sus méritos universitarios remasterizados- pero que la derecha española, centro derecha, centro medio izquierda, fondo norte, delantera de entresuelo, fila de los mancos y bachilleres ya sean elementales o superiores hagan la vista gorda y condesciendan en retorcer la historia es de extrañar, llama la atención. Tanto como nos tememos que haga la iglesia española –calladita ella, o cagadita- a la que terminarán desenterrando a los mártires de Barbastro y se los sentarán en la conferencia episcopal, que lo harán.

Esto requiere un vade retro, un sepancuantos y un escarmiento de mano de las academias de España, que para eso están y que cursen los requerimientos debidos a quienes correspondan y que tratan de falsear los hechos usando mayorías incapacitadas y que, aunque las ocupe algún que otro desfavorecido, hagan valer el peso de la verdad poniendo las cosas en su sitio, que se lo digan por certificado y si nos equivocamos en algo que nos lo digan.
Esos son los expertos no llamados a las comisiones de la verité, sino los que vienen viviendo del academicismo sin compromiso. ¿Les importa un rábano la verdad? Es como para pensarlo.

Ver los toros desde la barrera y asistir a estas incursiones en la historia sin abrir la boca, entiendo que es de cagones, de mierdas e impropio de tanta muceta, de tanta puñeta y de tanto gorrito con borla.

Vale.

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