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FV.- La imagen de la caravanita de la Guardia Civil a las puertas de la mansión en Galapagar del descamisado Iglesias y de su augusta pareja Irene, constituye toda una lección magistral de cómo el populismo soviético y tiránico se ha apoderado de la política española.
El hecho de disfrutar de escolta diaria y continuada debe descansar en causas sólidas. De no ser así, por qué Marlaska permite que guardias civiles presten servicio de seguridad a dos políticos que disponen de patrimonio y de salario suficientes para pagar a cualquiera de las empresas de seguridad privada que se publicitan por todo el país. Ahora bien: si el señor marquesito y su egregia mujer han sido objeto de amenazas creíbles por parte de facciones etarras, españolas, venezolanas o iraníes, que se diga.
Que se diga y que se divulgue. Si los pobrecitos residentes del palacio de Galapagar se hallan en la diana de los lobos solitarios, urge evitar cualquier atentado. Eso sí, que los agentes pertenecientes a la Benemérita realicen su función con un mínimo de dignidad. La caravanita es el símbolo de la desvergüenza de este Gobierno y la exaltación del principio de desigualdad propio de un régimen chavista, castrista, garzoniano, sanchista o marlasquiano. Los ricos, a disfrutar. Los pobres, a joderse. Los funcionarios, a hocicar. Los ministros, a chotearse de la sociedad.
La seguridad, señor Marlaska, es una forma de vida. La dignidad, don Pedro, es la cualidad que otorga belleza y moralidad a esa vida. De no entenderse así, la social garita del centinela es reducida por quienes ordenaron colocarla en ilegal e insalubre garito de los peores mafiosos.