Vamos a realizar un ejercicio de imaginación que, por supuesto, nada tiene que ver con la realidad. Que va. Nada.
Supongamos, en medio de nuestro delirio, que el Gobierno de España estuviera formado por una serie de individuos de la peor ralea, protosinvergüenzas, traidores, mentirosos, trileros, estafadores y cobardes. De esos que antes prefieren insultar a los muertos, o desenterrarlos, que enfrentarse a los vivos. Ministros como ejemplos de cobardía; presidentes como ejemplos de mendacidad manifiesta. Subsecretarios como ejemplos de meretrices de salón. Jefes de gabinete como efebos de sauna.
¿Se lo imaginan, verdad?
Pues ahora saquen ustedes sus propias conclusiones y, sobre todo, no se las digan a nadie. No las comenten. No hablen. Les acusarán de delitos de odio.
Advertisement
Hecha la anterior reflexión, queremos compartir con nuestros lectores un testimonio que nos llega mediante un lector anónimo. Un testimonio de una mujer catalana que desesperada, marca el número de teléfono de La Moncloa.
No les vamos a decir cómo nos ha hecho sentir… qué nos ha hecho sentir… y hacia quien nos ha hecho sentir.
No se lo vamos a decir, porque decirlo es ilegal. Se lo dejamos a su imaginación. Cosa que, por el momento, sigue estando permitida.