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El trile caribeño de Ábalos

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Agustín Pery.- Gasta un estilo de barra de bar. Verbo pistolero, sonrisa ladeada y mucha ironía. Ocurre que en los mensajes tecleados las habilidades del ministro Ábalos son difícilmente reconocibles. Uno, el periodista, pregunta. Otro, el alto cargo público, responde. Uno, el primero, sabe y apuntala. Otro, el político, trata de escabullirse. No fue con ella sino con otro, el amigo ministro de Turismo de la satrapía venezolana. No fue a pie de pista sino en moqueta ministerial. El medio insiste. El interpelado sigue balanceándose en el alambre de quien se ha acostumbrado a pasar la media verdad por mentira completa sin vaivenes de conciencia. Ayer esa reunión nunca ocurrió. En medio, le dio tiempo a bromear, esta vez a micrófono abierto, con la posible visita a España de un tal Guaidó, que a eso ha rebajado el mutante Gobierno español la figura del presidente reconocido como legítimo por la Unión Europea. Hoy ha perfeccionado su versión, tecnificado su mentira, y sus voceros ministeriales nos relatan la fábula de Barajas: la cita en el aeropuerto fue más un encontronazo. Que el ministro se dio de bruces con la vicepresidenta de Maduro y que acabó tropezando con ella en un avión que, eso que quede meridianamente claro, estaba posado en Madrid pero en ningún caso en territorio español. Vamos, que Delcy y Ábalos se vieron mismamente en Caracas. Excusas de mal pagador, manotazos de ahogado que hoy darán algún titular más pero que la maquinaria del poder que detentan unos y soportamos otros ventilará con alguna cortina de humo.

Ábalos nos ha mentido a todos. Vale, ¿y? La dictadura venezolana es lo que convenga en cada momento. Y ahora, con sus principales valedores acampados en el multitudinario consejo de Ministros no toca ir de la mano con Europa, ese ente que lo mismo vale para justificar un pacto fáustico con el independentismo, como para magrear la Justicia o avalar, intermitentemente, a unos dirigentes corruptos de un país fallido y pasarse por el forro de la cartera ministerial las desesperanzas del pueblo condenado al exilio.

Ignotas las cualidades para el ministerio que justifica su soldada, a Ábalos hay que reconocerle, nunca alabarle, que sabe defender una cosa y su contraria sin cambiar el rictus. Cualidad muy necesaria en el increíble Gobierno cambiante y apreciadísima por Sánchez, del que Ábalos es fiel vasallo. Viose con quien quería y trató de ocultarlo como suele. Ocurre que la coartada es un trile de garbanzo fácilmente descubrible. El plan de vuelo incluye siempre la lista de pasajeros y camino de Turquía, Delcy Rodríguez no necesitaba esconderse. Que en su abultada agenda el ministro hallara tiempo para desplazarse hasta Barajas para ver a su «amigo» pope del Turismo venezolano cuando le hubiera bastado con acercarse a Fitur suena a chanza de barra de bar. Que trate de sostener la mentira a golpe de móvil es un pitorreo indecente. Que lo haga conocedor como seguro es de que Europa no permite a las ínclita pisar su, nuestro, territorio, es un trile diplomático, otro más.

Poco y nada bueno dice el incidente berlanguiano de Barajas ni de su protagonista ni del Gobierno al que representa.

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Lo poco que queda claro, por si quedaba alguna duda, es que padecemos un Ejecutivo de moral e intereses mutantes. Ayer, apenas hace un año, tocaba reconocer a Guaidó y con él al pueblo que representa. Hoy, ningunearlo y con él, al pueblo que sufre y huye. Mañana ya veremos dónde aterrizamos. Por favor, que no nos lo explique Ábalos. Ya no cuela.

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