Colaboraciones

El futuro de Vox

Published

on

¡Comparte esta publicación!

Luis Herrero.- Si a nadie le da un golpe de calor en los próximos días, la ópera bufa de las investiduras de Murcia y Madrid alumbrará un final satisfactorio para casi todos. El PP logrará retener el poder en dos enclaves donde gobierna desde hace décadas y Ciudadanos ocupará las vicepresidencias y un buen número de consejerías, habiendo mantenido a salvo el compromiso político de no negociar acuerdos programáticos con Vox. Hasta aquí, todos contentos. ¿Pero también tienen motivos para estarlo las cabezas ahuevadas del partido de Abascal? Discutible.

Después de las elecciones del 26-M, que supusieron un cierto baño de realidad en forma de moderado desencanto, Vox proclamó a pleno pulmón -capacidad torácica no le falta- que había aprendido de su pardillez inicial y no volvería a cometer el error de suscribir un pacto a la andaluza. Allí, como sabemos, fueron Casado y Rivera quienes se repartieron las mieles del poder. Abascal se limitó a apoyar, desde fuera, el acuerdo suscrito por ellos para mandar al PSOE a galeras. Visto lo visto, los mandamases de Vox dijeron que la experiencia no volvería a repetirse. Quienes quisieran sus votos tendrían que hacerles un hueco en la mesa y compartir con ellos la minuta del festín. Nada de ser tratados como parientes pobres.

Un hueco en la mesa significaba reuniones compartidas, fotos a tres e interlocución negociadora en pie de igualdad con los otros socios de la mayoría parlamentaria. Compartir el festín, por su parte, quería decir tener asientos en los gobiernos. Los primeros pasos del baile post electoral siguieron esa coreografía: los negociadores abascalistas pidieron concejalías en los ayuntamientos y consejerías en los gobiernos autonómicos y proclamaron suspendidas las negociaciones con el PP muchas veces ante la negativa de Ciudadanos a dejarse fotografiar con ellos en la misma sala de reuniones. Las cosas llegaron a ponerse bastante feas y el fantasma de la repetición electoral se apoderó de la escena.

A partir de entonces hubo tiras y aflojas, insultos, mohines, cajas destempladas, órdagos movidos por el orgullo y ultimátums diversos. El resultado final, después de tanto lío, es que hubo foto con Ciudadanos y reuniones a tres, pero ni negociación programática ni asientos en la mesa del poder. Vox apoyará desde fuera el programa que han suscrito, en Madrid y en Murcia, Casado y Rivera. O sea, como en Andalucía.

Advertisement

Exactamente igual. La relación coste-beneficio de la operación no puede ser más asimétrica. ¿Le ha compensado a Abascal dejar que los suyos dieran tanto la murga para tener que conformarse, al final, con lo que consideraban inaceptable al principio? El desgaste de Vox ha sido tremendo. No sólo es el partido que registró un mayor número de arrepentidos entre el 28 de abril y el 26 de mayo. Según el estudio postelectoral del CIS, también es la formación más amenazada por una posible estampida de votantes en caso de que haya que volver a las urnas.

Parece claro que muchos de los que le dieron un voto de confianza cuando entraron en escena no parecen haber entendido su conducta reciente. La prisa por buscar acomodo en el sistema que venían a cambiar de arriba abajo ha dado paso a la decepción de quienes se sintieron llamados a participar en una reunión cívica frente a la dictadura de lo políticamente correcto impuesta por la izquierda. De aquel discurso aventurero, inconformista y romántico sólo queda el eco de palabras arrastradas por el viento de la homologación: no venían a ser distintos ni a hacer cosas diferentes. Meses después ya son más de lo mismo y hacen lo que todos los demás.

Y para colmo, su líder se ha diluido con un azucarillo ante el creciente protagonismo del matrimonio Espinosa-Monasterio. El criterio de la pareja se ha impuesto al de Abascal en no pocas ocasiones durante las últimas semanas. Las consecuencias saltan a la vista. Sin el discurso original y con el líder que lo difundió escondido en el cuarto oscuro, ¿qué futuro le aguarda Vox? Pincho de tortilla y caña a que uno muy distinto del que soñaban. De la reconquista ya no queda ni el caballo.

Advertisement

Escriba una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil