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Donald Trump, el gigante que honró a los españoles patriotas despreciando y humillando a un enano llamado Pedro Sánchez

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AN.- Querido presidente: Nunca un gesto de humillación y de desprecio a un dirigente español por parte de un mandatario extranjero había sido tan celebrado entre nuestros compatriotas. Podemos decir, fuera de cualquier duda, que su terminante reconvención al infame Sánchez para que ocupase el lugar subordinado que merecía, ha sido unánimemente festejado por los patriotas de nuestro país.

Su orden imperativa a Sánchez, con un simple gesto orgulloso y desafiante, nos marca la diferencia entre un ciclópeo y un enano. Cuando el enano quiso rastreramente acercarse a usted para mendigarle un apretón de manos, usted, digno depositario del honor del país más avanzado de Occidente, no quiso hacer tabla rasa de las infamantes campañas de descrédito contra usted de los socialistas españoles y le mandó sentar como a un tonto, estableciendo así la diferencia moral y de autoridad entre ambos.

A diferencia de Pedro Sánchez, usted ha permanecido fiel a las ideas y los ideales que dan sustento y razón de ser a nuestra identidad colectiva. Usted tuvo el acierto de conectar con el alma de su pueblo, sin recetas ideológicas ni fingidas proclamas morales, para hacer lo que exige la gravedad del momento presente, sin mentiras ni medias tintas. En compensación, usted tiene el apoyo mayoritario, casi abrumador, de los descendientes de aquellos que construyeron el mundo en el que ahora vive Estados Unidos, los que le dieron la sabiduría, la ciencia, la auténtica moral guerrera, heroica, noble y fiel del cristianismo y no la de España que es débil, hipócrita y cobarde. La clave de su éxito ha sido su comunión con el pasado, su búsqueda de las raíces que hicieron grande, muy grande, no sólo a su país sino a todo el occidente cristiano. Usted defiende la mejor tradición norteamericana porque sabe que en lo antiguo está lo genuino, lo puro. Actualmente la palabra modernidad está asociada a los degenerados; y la élite lo sabe. Por eso se apoya en personajes como Pedro Sánchez, cuyo fin no es otro que conducir a los españoles a un pozo negro de mentiras, egoísmo, materialismo, falta de fe y aberraciones contra la naturaleza, que es lo más sabio y bello que hizo Dios en este mundo.

Su desplante al mamarracho, señor presidente, nos alegró el día a millones de españoles. Algunos incluso hubiésemos deseado una buena colleja, en presencia de todos los dignatarios. Debe hacer oídos sordos a los que critican la sinceridad con la que usted expresa sus desafecciones. Usted cuenta con el apoyo, incluso armado, de decenas de millones de norteamericanos y de decenas de millones de europeos que sentimos como propia cualquier ofensa a su persona. Y que incluso no dudaríamos en tomar partido a su favor si alguna vez los intereses de su patria colisionaran con los la castuza española.

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El indigente mental al que usted despreció es el representante de un paisito sin dignidad ni orgullo, donde se manda detener a periodistas que denuncian la radicalización en algunas mezquitas, donde se procesa a los que retiran símbolos sediciosos de las calles catalanas y donde se reparten privilegios, honores y espacios televisivos entre los que quieren destruirnos.

Un gran líder es aquel que logra interpretar el sentir del alma colectiva, es el hombre preparado para expresar con su verbo los anhelos silenciosos del pueblo, sintetizándolos y liberándolos en el momento oportuno. En usted reconocemos a ese líder.

Pedro Sánchez, en cambio, no tendría la más mínima posibilidad de sobrevivir políticamente si dejara de estar al servicio de esas élites usureras internacionales que son la causa del sufrimiento, muerte y dolor de los gobernados, desde Berlín hasta Madrid, que promueven normas y costumbres como justificación moral para arrasar de la faz de Europa cualquier asomo de dignidad humana.

Mientras escribimos estas líneas, en algún barrio barcelonés, una anónima octogenaria ve cómo la desproporcionada fuerza policial del Estado carga contra su vivienda. La burbuja especulativa volverá a expllotarnos en las manos y los buitres financistas depredan las arcas nacionales para recuperar lo que su codicia perdió. La humilde anciana, quien fuera esposa de un obrero, es sacada a la fuerza del lugar que se había ganado con el trabajo de muchas décadas. La nación que ayudó a construir, el otrora imperio global, le persigue como a una delincuente por no satisfacer con su sangre la sed de poder de la cúpula de CaixaBank.

Divididos bajo la dicotomía de la izquierda contra la derecha, los españoles se desmoronan bajo la presión de la desesperanza. El mundo construido por sus ancestros les ha sido arrebatado y dentro de poco será sacados de la vida por un proceso de silencioso genocidio. Ese genocidio ya ha comenzado. En España ya apenas nacen niños autóctonos y se pretende poner nuestro crecimiento vegetativo en manos de inmigrantes provenientes de sociedades desestructuradas y fracasadas.

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España lleva décadas acumulando, en sus capas populares, un coctel de bajas pasiones y resentimientos que trascienden ideologías y capturan los corazones de millones.

En 2015, su irrupción en la escena política nos devolvió la esperanza. Con un estilo fuerte y descarado, usted está cumpliendo lo que predicaba en campaña. Con usted se abre la posibilidad de fracturar de un solo golpe el nudo gordiano del globalismo. Por eso ningún patriota cabal cambiaría su preciosa vida por las de todos nuestros representantes estamentales.

Con su celebrado desprecio a Sánchez nos ha dado un regalo de dignidad. Los millones de niños, mujeres, ancianos y hombres europeos que han sido lobotomizados por sus pútridas naciones europeas para venderles su alma a entidades supranacionales, serán libres el día que encuentren al hombre providencial que recupere la moral de occidente y que obligue a los tiranos mundiales a devolverles la humanidad a sus ciudadanos.

Ese día ya no habrían millones de invasores disfrazados de refugiados cruzando media Eurasia para parasitar al mundo blanco. Con ese día soñamos en cada momento.

Su gesto de odio a Sánchez lo impulsó el subconsciente de un líder convertido en el campeador de la civilización clásica. Usted ha hecho grande de nuevo a Estados Unidos y somos millones quienes, desde este lado del Atlántico, desearíamos que nos entregara también a nosotros la llave de la libertad.

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De todo corazón le agradecemos la repulsión mostrada al presidente del Gobierno, la misma que mostró a los chacales que rondaban entre sus asesores. Entre ellos un tal Steve Bannon, un fraudulento personaje al servicio de la usura con la mascarada del identitarismo.

Que Dios le guarde muchos años. A diferencia de la canalla que nos gobierna, usted sí nos es imprescindible.

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