España
Del 6 de Diciembre de 1978 a los lodos actuales: Día de la Constitución; nada que celebrar, mucho que lamentar
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5 años agoon
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Redacción
AR (R).- 6 de diciembre: Cualquier cosa menos un motivo de alegría y de optimismo. Sobre la base de aquel texto normativo se ha dibujado una España en la que apenas me reconozco. No encuentro un sólo motivo, ni uno sólo, para conmemorar una fecha que confinó lo mejor de nosotros mismos para trasladarnos al angostamiento moral, a la estrechez del horizonte económico y a la estulticia política del momento presente. Estas son algunas de mis razones para decir alto y claro ‘NO’ a una Constitución que ha sido fuente de todo lo que es contrario a mi condición humana.
-No es muy coherente celebrar la efemérides de un sistema político que criminaliza a los varones, estimula el instinto cainita entre las regiones, persigue las ideas que aquí representamos e introduce la praxis positivista, que aparta a los españoles de todo aquello a lo que por tradición se debe.
-No encuentro sentido conmemorar la efemérides de la Constitución en medio de unas elecciones autonómicas convocadas como respuesta a un proceso golpista que tiene entre ceja y ceja la ruptura de España y que tiene a los promotores del golpe haciendo campaña en la calle.
-No veo motivos para celebrar el 6-D cuando los encargados de interpretar esa misma Constitución mantienen intactas las estructuras de los golpistas, con TV3 tocando a rebato noche y día, con las madrasas separatistas convertidas viveros de odio y con las entidades ANC y Òmnium pagando fianzas millonarias a los golpistas y sin ser intervenidas por Hacienda. El objetivo ahora de los golpistas es internacionalizar el conflicto. Y lo están consiguiendo, con Puigdemont focalizando la campaña en plasma y convirtiendo en noticia de alcance mundial cualquier gesto, cualquier afirmación, cualquier pose. Y por si fuera poco, el Supremo, en una insólita y abracadabrante decisión, retira las órdenes europeas de detención contra Puigdemont, lo que permitirá a éste dar mítines en Perpignan, a pocos kilómetros de Cataluña. ¿Cómo celebrar el marco legal que ha permitido a los enemigos del Estado incrustarse en ese mismo Estado?
-No puedo celebrar una Constitución que proscribe la defensa pacífica de ciertos ideales, mientras legitima y tolera a partidos antiespañoles y herederos de ideologías totalitarias que cargan a sus espaldas con decenas de millones de muertos.
-No puedo celebrar la Constitución que institucionaliza la criminalización de una etapa de nuestra historia en la que medraron políticamente la mayoría de los ponentes constitucionales. Paradójicamente, la misma etapa histórica que proclamó como heredero a título de Rey a quien se considera el gran artífice y garante de la Carta Magna, eje de la España democrática actual.
-No creo decente festejar el aniversario de una Constitución que consagra el derecho de matar a un tetrapléjico y cobrar por contarlo en las televisiones.
-No veo motivos para celebrar la Constitución que ha restado autoridad al profesor, al padre de familia, al funcionario público, a quienes en definitiva tendrían el deber de garantizarnos una sociedad moralmente fuerte, culturalmente cohesionada y territorialmente unida.
-No veo motivos para celebrar la Constitución que fomenta entre las regiones enfrentamientos cainitas y hechos diferenciales; una Constitución incapaz de establecer los límites a los que una nación soberana no puede renunciar sin poner en peligro su propia esencia.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre resultaría perfectamente legal atenuar la pena de un borracho que violara a una niña de 12 años y agravarla si ese mismo borracho abofetea a su mujer por un asunto de cuernos.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se otorgan licencias televisivas que obedecen a criterios políticos y que reduce lo mejor de la sociedad civil al papel contemplativo del que nada grande puede hacer ni emprender sin conexiones políticas al más alto nivel.
-No puedo celebrar la Constitución que ofrece cobertura legal a la subsidiariedad económica, la precariedad laboral y el parasitismo clientelar.
-No puedo celebrar la España constitucional devenida páramo cultural, que subvenciona las peores taras creativas, que fomenta el botellón y no la cultura, que proscribe el esfuerzo y la disciplina como vestigios del pasado, que acepta como arte cinematográfico lo que es simple manipulación demagógica…
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se mandan cada año al holocausto a decenas de miles de no nacidos, que protege el derecho de las mujeres a abortar en cualquier caso y circunstancia y no el de un facultativo para oponerse a ello por razones de conciencia.
-No puedo celebrar la Constitución que ampara la desigualdad ante la ley de hombres y mujeres.
-No puedo adherirme a la Constitución a través de la cual se conceden a las operaciones de cambio de sexo las ayudas que se les niega a los ancianos y a los parados de larga duración.
-No puedo celebrar la Constitución que vulnera los derechos humanos de los niños que viven en comunidades bilingües y que tienen el español como lengua materna.
-No puedo celebrar la Constitución que discrimina legalmente a los ciudadanos por razones de sexo y que, pese a ello, no ha impedido que estemos a la cabeza europea en número de divorcios y abortos, en casos de fracaso escolar y en presencia de ilegales en nuestras calles.
-No puedo celebrar la Constitución que ampara y protege el adoctrinamiento educativo de los niños escolas e ikastolas, en las que se promociona el nacionalismo etnicista y donde literalmente se niega que España sea una obviedad geográfica y una realidad nacional por espacio de siglos.
-No puedo celebrar la Constitución supuestamente democrática de un país donde los sentimientos nacionales no pueden ser expresados ni defendidos en algunos de sus territorios y regiones.
-No puedo celebrar la Constitución incapaz de ofrecer amparo jurídico al 60% de las familias que quieren la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas.
-No puedo celebrar la Constitución que pone las bases culturales de Europa en Voltaire y Robespierre e ignora a Aristóteles y Santo Tomás.
-No puedo celebrar la Constitución que ha permitido la centrifugación del Estado y convertido la Administración central en un instrumento incapaz de cumplir las funciones imprescindibles que tiene encomendadas.
-No puedo celebrar la Constitución que ha propiciado el crecimiento indeseable de la Administración Pública en las comunidades autónomas y un enorme sector público empresarial, con una segmentación del mercado nacional a través de normas autonómicas irracionales que perjudican a la actividad económica.
-No puedo celebrar la Constitución que no pone freno a esos gobiernitos regionales que aprueban sus propias recetas económicas a costa de arañar un poco más del pastel de la financiación autonómica.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se considera un signo de exclusión la difusión de la moral cristiana y no, por ejemplo, los contenidos de innumerables espacios televisivos y programas educativos.
-No puedo celebrar la Constitución en cuyo nombre se ignoran los valores que están en la base de la identidad española y europea.
-No puedo celebrar la Constitución incapaz de sentar unas bases imperativas para que el ejercicio de la libertad responsable no termine convirtiéndose en libertinaje; es decir, en la otra cara de la libertad.
-Y por último, no puedo ni debo celebrar una Constitución que ha servido de refugio a miles de políticos y funcionarios públicos, ladrones y corruptos, que un día juraron o prometieron defenderla. Por desgracia, no de ellos mismos.