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No hay ejemplo más claro de cuál es la diferencia entre una sociedad secularizada, aferrada a lo instintivo y a la materia, zafia y fea, carente de valores y principios, y esa otra que sublima el ideal de vida y hace trascender al mismo tiempo la pobre condición humana. Es la diferencia entre los catalanes separatistas y el resto de españoles que subliman el valor de lo que nos un e.
Los separatistas catalanes, desaliñados, procaces y enervados, nos traen a la memoria los día del paseo, los años en los que los separatistas catalanes cortaban gaznates. Eran tardes de bochorno y de moscas, como las de Barcelona, cuando se daban equivocados matariles… A través de esos traidores no es difícil ver los ojos de la cólera, la cólera ciega y sucia de la chusma.
En la antesala como estamos de un cambio político de ciclo, uno y otro ejemplo debería servir al Gobierno para elegir cuál es el modelo de sociedad por el que merece la pena apostar hoy. De esa elección dependerá que se despejen o no algunos de los negros nubarrones que se ciernen sobre el futuro de la entera nación española tras más de siete años de pesadilla secesionista.