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China planea llegar a los 626 millones de cámaras de vigilancia en 2020

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Judith Bergman.- 30.º aniversario de la masacre cometida por el régimen chino contra los manifestantes a favor de la democracia en la plaza de Tiananmén, que se cumplió el 4de junio, sirvió para resaltar la extrema censura que hay en China con el gobierno del Partido Comunista Chino (PCC) y el presidente Xi Jinping.

Al aniversario de Tiananmén se le llama eufemísticamente en la China continental “el incidente del Cuatro de Junio”. El régimen teme que cualquier palabra, y no digamos cualquier conmemoración pública, de ese acontecimiento histórico genere agitación contra el régimen, lo que podría poner en peligro el poder absoluto del Partido Comunista Chino.

Internet está controlado en China por el Partido Comunista Chino, en especial por la rigurosa censura que ejerce el máximo órgano censor del partido, la Administración del Ciberespacio de China (ACC), creada en 2014. En mayo de 2017, según una información de Reuters, la ACC introdujo unas estrictas directrices que exigían a todas las plataformas de internet que produjeran o difundieran noticias “estar gestionados por un personal aprobado por el partido” y que haya sido “aprobado por las oficinas de internet e información de los gobiernos locales o nacionales, mientras que sus trabajadores deben recibir del gobierno central una formación y una acreditación”.

Freedom House, en Freedom on the Net 2018 (Libertad en la red, 2018), su análisis de la libertad en internet en 65 países, situó a China en el último lugar de todos. Reporteros sin Fronteras, en su índice de libertad de prensa de 2019, situó a China en el puesto 177 de 180 países, sólo por delante de Eritrea, Corea del Norte y Turkmenistán. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), en el momento de hacer su censo de reclusos en 2018, contó al menos 47 periodistas encarcelados en China, pero según el CPJ, la cifra podría ser mucho más alta: “Las autoridades están impidiendo deliberadamente que salga ninguna información”. En marzo de 2019, el CPJ estaba investigando al menos una docena de casos más, incluida la detención en diciembre de 2018 de 45 colaboradores de la revista sobre derechos humanos y libertad religiosa Bitter Winter, que China tiene en su punto de mira como “web extranjera hostil”.

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En ocasiones “delicadas”, como el aniversario de Tiananmén, se bloquean webs enteras. Desde abril, de cara al aniversario de Tiananmén, Wikipedia ha sido bloqueada en todas las lenguas. China tiene bloqueada la página en chino de Wikipedia desde 2015. Páginas como Google, Facebook, Twitter e Instagram y otras webs también han sido bloqueadas en China.

También se han bloqueado términos de búsqueda en ocasiones “delicadas”. En el pasado se bloquearon incluso palabras comunes e inocuas como “hoy” o “mañana”.

Para el aniversario de Tiananmén, el Partido Comunista Chino empezó a ponerse duro en enero de 2019, al parecer: el 3 de enero, la Administración del Ciberespacio de China anunció en su web que había lanzado una nueva campaña contra “la información negativa y perjudicial” en internet. La campaña iba a durar seis meses, coincidiendo con el aniversario de Tiananmén el 4 de junio. La definición de “negativo y perjudicial” incluía de todo: cualquier contenido “pornográfico, vulgar, violento, terrorífico, fraudulento, supersticioso, hostil, amenazador, incendiario, poco fiable y sensacionalista”, o tuviera que ver con el “juego”, o con difundir “malos estilos de vida y la mala cultura” tenían que ser eliminados de cualquier plataforma de internet imaginable. La ACC añadió: “No se tolerará que nadie deje impune una conducta ilegal, y será duramente castigado”.

En China, la censura, ahora automatizada en su mayor parte, ha llegado a unos “niveles insólitos de precisión, con la ayuda del aprendizaje automático y el reconocimiento de voz y de imágenes”, según un reciente reportaje de Reuters. Recoge las palabras de los censores chinos:

“A veces decimos que la inteligencia artificial es un escalpelo, y que la humana es un machete […] Cuando empecé en este tipo de trabajo hace cuatro años, podíamos eliminar las imágenes de Tiananmén, pero ahora la inteligencia artificial es muy precisa”.

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La fuerte censura de China va en paralelo a su dura represión de la libertad religiosa. Thomas F. Farr, presidente del Religious Freedom Institute, dijo, en una vista en noviembre de 2018 con el Comité Ejecutivo de la Asamblea en China, que la represión religiosa en China era “el intento más sistemático y brutal de controlar las comunidades religiosas chinas desde la Revolución cultural”. Como en otros regímenes comunistas, como el de la antigua Unión Soviética, la ideología comunista no tolera ningún relato que le haga competencia.

“La religión es una fuente de autoridad y un objeto de fidelidad mayor que el Estado”, escribió Farr. “Esta característica de la religión siempre ha sido anatema para los déspotas totalitarios de la historia, como Stalin, Hitler y Mao”.

La brutal opresión religiosa y cultural de los tibetanos en China no ha cesado desde casi 70 años, pero China no sólo ha intentado destruir la religión tibetana. El cristianismo, por ejemplo, fue visto desde el principio como una amenaza para la República Popular de China cuando se fundó en 1949. “Esto se vio sobre todo en el apogeo de la Revolución cultural (1966-1976), cuando se demolieron, cerraron o expropiaron lugares de culto y se prohibieron las prácticas religiosas”, según el Consejo de Relaciones Exteriores. Algunos clérigos cristianos llevan en la cárcel casi treinta años. En los últimos años, la opresión de los cristianos en China ha aumentado, al parecer. Desde finales de la década de 1990, el régimen chino también ha puesto en su punto de mira a Falun Gong.

China ha clausurado iglesias y retirado crucifijos. Han sido sustituidos por la bandera nacional, y las imágenes de Jesús se han reemplazado con fotos del presidente Xi Jinping. Los niños, los futuros portadores de la ideología comunista, tienen prohibido ir a la iglesia. En septiembre de 2018, China clausuró una de las mayores iglesias clandestinas, la Iglesia de Sion de Pekín. En diciembre de 2018, el pastor de la clandestina Iglesia de la Primera Lluvia, Wang Yi, fue detenido junto a su mujer, acusados de “incitar a la subversión”, un delito castigable con hasta 15 años de cárcel. Además del pastor y su mujer se detuvo a más de cien miembros de la iglesia. En abril de 2019, las autoridades chinas se llevaron a la fuerza a un cura católico clandestino, el padre Peter Zhang Guangjun, justo después de celebrar la misa del Domingo de Ramos. Fue el tercer cura católico que se llevaron las autoridades en un mes.

Según un documento confidencial obtenido por Bitter Winter, China también se está preparando para tomar medidas drásticas contra las iglesias cristianas que tengan lazos con las comunidades religiosas extranjeras.

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El Gobierno también ha estado mandando a los uigures, una población de unos once millones de personas, en su mayoría musulmanas, de la provincia china occidental de Xinjian, a campos de internamiento para su “reeducación política”. China ha dicho que los campos son centros de formación profesional con el objetivo de cortar de raíz la amenaza del extremismo islámico. Los uigures han lanzado varios atentados en China, según un informe de 2017, “Uighur Foreign Fighters: An Underexamined Jihadist Challenge” (“Los combatientes extranjeros uigures: un desafío yihadista poco analizado”), del Centro Internacional contra el Terrorismo de La Haya. El informe también dice:

“Los uigures se consideran aparte y distintos, como etnia, cultura y religión, de la mayoría han que los gobierna. Estas distinciones forman la base de la identidad religiosa étnico-nacionalista de los uigures, lo que lleva a algunos a participar en actividades violentas con el objetivo de fundar su propio Estado, Turkestán Oriental. […] el atractivo de la ideología islámica radical fuera de China ha hecho a muchos uigures a participar en el yihadismo violento como parte de su identidad religiosa y como forma de promover su lucha contra las autoridades chinas”.

“[Los chinos] están usando las fuerzas de seguridad para encarcelar a los musulmanes chinos en masa en campos de concentración”, dijo hace poco Randall Schriver, subsecretario de Defensa para los Asuntos de Seguridad de Asia y el Pacífico. “Dada la magnitud que al parecer tienen esas detenciones, al menos un millón, pero seguramente ronde los tres millones de ciudadanos, de una población de unos diez millones” podría estar presa en centros de detención.

Según The Epoch Times, los uigures han sido drogados, torturados, apaleados y ejecutados por inyección en los centros de detención. “Aún recuerdo lo que dijeron las autoridades chinas cuando les pregunté cuál había sido mi delito”, dijo Mihrigul Tursun, una mujer que escapó a Estados Unidos con dos de sus hijos. “Dijeron: ‘Ser uigur es tu delito’”.

Sin embargo, al Partido Comunista Chino no le basta con la persecución física de las minorías religiosas.

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Al parecer también ha hecho campaña contra el cristianismo en los colegios de todo el país. Por ejemplo, ha obligado a los alumnos a prestar juramento para resistirse a la creencia religiosa. Los profesores también han sido adoctrinados para “asegurar que la educación y la enseñanza se adhieren a la dirección política correcta”. Los clásicos que se enseñan en las escuelas han sido censurados: en Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, se han eliminado las referencias a la Biblia, y se han suprimido las referencias a la misa del domingo o a Dios en los cuentos de Anton Chejov y Hans Christian Andersen.

Además, en clase no se admite el uso de palabras “delicadas” relacionadas con la religión, como “oración”.

Tanto para la opresión de la religión como para la censura de la libertad de expresión, el Partido Comunista Chino está utilizando medios de alta tecnología para alcanzar sus objetivos. Existen informaciones de que Xinjiang se está utilizando como terreno de prueba para una tecnología de vigilancia: los uigures de Xinjiang, según un reportaje publicado en The Guardian, son “estrechamente vigilados, con cámaras de vigilancia que se instalan en los pueblos, en las esquinas de las calles, las mezquitas y los colegios. Los que se trasladan para ir a trabajar tienen que pasar por controles de seguridad entre todas las localidades intermedias, donde se someten a un escáner facial y al control de sus teléfonos”. China utiliza la tecnología de reconocimiento facial que coteja las caras obtenidas por las cámaras de vigilancia con una lista de vigilancia de sospechosos.

Se calcula que, en 2018, China tenía 200 millones de cámaras de vigilancia, y planes de llegar a los 626 millones en 2020. El objetivo de China es, al parecer, una “Plataforma de Operaciones Conjunta e Integrada”, que integrará y coordinará los datos de las cámaras de vigilancia con la tecnología de reconocimiento facial, los números de los carnets de identidad de los ciudadanos, los datos biométricos, la planificación familiar, las matrículas de los coches, los movimientos bancarios, los registros legales, la “actividad inusual” y cualquier otro dato relevante que pueda recabarse sobre los ciudadanos, como las prácticas religiosas y los viajes al extranjero.

Por el momento, China está en el proceso de cumplir lo que Stalin, Hitler y Mao no podían más que soñar: el impecable Estado totalitario, impulsado por la tecnología digital, donde el individuo no tiene adonde huir del ojo del Estado comunista que todo lo ve.

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