Opinión

Carta a los contribuyentes españoles

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Todos somos testigos de cómo se acelera la decadencia de nuestra nación, inmersa en la mayor crisis moral, política y económica de los últimos cuarenta años. Todos respiramos resignados el aire contaminado por los partidos políticos que, en nombre de la democracia, y parapetados en esa “legitimidad” que les dan las urnas a pesar de doce millones de abstenciones, han hecho de este Sistema liberal el instrumento financiero perfecto para acomodarse en el poder y enriquecerse, sin necesidad de superar unas oposiciones, tener que adjuntar un historial académico, o presentar un certificado de antecedentes penales.

Más de tres décadas tejiendo un entramado de autonomías políticas al objeto de ir colocando a sus peones en cada uno de los pezones de la gran ubre del Tesoro, y a toda la vagancia y holgazanería que nació, creció y se ha venido reproduciendo a la sombra de esas instituciones artificiales llamadas partidos políticos, con sus fundaciones, plataformas, asociaciones, y un sinfín de organizaciones políticas y empresas públicas, que viven exclusivamente de la subvención.

Sólo la crisis económica ha sido capaz de desenmascarar a esta numerosísima banda política de delincuentes perfectamente organizados, y hacer saltar por los aires toda la meticulosa maquinaria de los viajes de lujo, mansiones, paraísos fiscales, visas oro, vicio, fornicio, mariscadas, pluses, dietas, coches oficiales, escoltas, privilegios, prebendas y pensiones vitalicias, a costa del presupuesto público.

De no haber sido por esta grave crisis, provocada principalmente por la explosión de la burbuja inmobiliaria, de la que se desprende el alto índice de desempleo, desahucios, desesperación, miseria, e incluso hambre en muchos hogares españoles, la gran mayoría de los votantes por un día y contribuyentes de por vida, no se habrían percatado jamás de la triste realidad de la democracia española, y del saqueo sistemático de las arcas públicas.

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La situación de quiebra del sistema autonómico ha llegado hasta tal punto que, la Generalidad catalana, para distraer la deuda astronómica contraída por su pésima gestión y la gravísima corrupción pujolista, ha desafiado al gobierno de España públicamente, cuando lo ha considerado oportuno, sin una respuesta contundente por parte del ejecutivo.

El gobierno, hoy en funciones, se ha limitado a administrarle al independentismo desafiante una suculenta inyección de miles de millones de euros para evitar su quiebra. Todo un detalle para luchar por la unidad de España.

Este desafío campanudo del independentismo, y la chulería y matonismo de los podemitas, no solo prueba cómo se ciscan en la Constitución y en la Corona, sino que es la carta de presentación del espíritu talibán de un grupo de marxistas iluminados, que pretenden conducir a esta unidad histórica de siglos a una balcanización terrible y suicida.
Cuando los españoles volvamos a enzarzarnos de nuevo en una lucha sin cuartel y fratricida, -que al parecer es lo que buscan para ocultar sus delitos- ya pueden darse prisa en huir con lo puesto, para alcanzar el ansiado exilio de lujo con el dinero que guardan en paraísos fiscales fruto del latrocinio o recibido de Irán y Venezuela, como hicieron sus antecesores históricos, porque si se entretienen demasiado, no les quepa ninguna duda que serán los primeros en ser juzgados implacablemente por el Tribunal de España, por traidores.

No crean los separatistas y podemitas que todos los españoles, pese a lo que midan las audiencias de La Secta, la Cuatro o Tele-5, están con el botellón, drogados, capados, acobardados o dormidos como Rajoy y su equipo. Todavía hay muchos españoles que trabajan, sudan y se sacrifican todos los días para pagar sus impuestos vertebrando esta gran nación, dispuestos a no aceptar nuestro suicidio ni seguir manteniendo a un ejército de parásitos de la política, ni tampoco a dejarse conmover por los gimoteos de un partido inútil, acomplejado, coparticipe y atemorizado, en la tarea de entregar España a cuatro talibanes de medio pelo. Estas garrapatas marxistas y separatistas, no acabarán con España.

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