España
VALIENTES en territorio enemigo y perseguidos por los caciques locales, VOX pide, en el PARLAMENTO DE CATALUÑA, retirar el nombre de Companys de todo lugar público como responsable del asesinato de cerca de 9.000 catalanes
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4 años agoon
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Redacción
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El grupo parlamentario presenta una propuesta para que el Govern repruebe a Lluís Companys como responsable de la represión en la retaguardia catalana y rinda homenaje a todos los catalanes asesinados bajo su gobierno
El grupo parlamentario de Vox ha registrado hoy una propuesta de resolución en el Parlamento de Cataluña para que se retire el nombre de Lluís Companys de calles, centros oficiales, edificios públicos o monumentos “en atención a su responsabilidad política principal y directa”, como presidente de la Generalitat, “de los crímenes de la retaguardia” durante la Guerra de España entre 1936 y 1939.
El diputado de Vox Manuel Acosta asegura que la sentencia a pena de muerte y posterior fusilamiento “no justifica en ningún caso la absolución de sus crímenes”. “Mi más sentido pésame y homenaje a los 8.352 catalanes asesinados por Companys entre 1936 y 1939”, declara.
“De los casi 9.000 asesinados en Cataluña, durante el mencionado período, casi 400 fueron sometidos a juicio bajo la autoridad de Luis Companys, cuyas sentencias de muerte fueron firmadas por él. El resto fueron asesinados sin juicios o pasando por burlescos tribunales populares, bajo la supervisión del Comité de Milicias Antifascista”, asegura el grupo en la propuesta.
En el texto Vox pide al Govern de la Generalitat “hacer un reconocimiento público a las víctimas de la represión en la retaguardia catalana durante la Guerra de España (1936 – 1939) y a sus familiares”, así como “levantar monumentos públicos en honor de las víctimas y restaurar los ya existentes”.
Vox denuncia también cómo la izquierda y el nacionalismo han “falsificado de forma deliberada y torticera la nefasta ejecutoria política de un hombre que no estuvo a la altura de las circunstancias históricas que le tocó vivir”.
En la propuesta recuerdan que “Companys firmó el Decreto por el que se creó el Comité de Milicias Antifascistas, encargadas de perseguir, torturar y en última instancia asesinar en todo el territorio que estaba bajo su control a cualquiera que no simpatizara con los ideales republicanos totalitarios”. De igual modo, “entregó a los milicianos de la UCT, CNT, ERC y del POUM los fusiles de la Guardia de Asalto que estaban depositados en la Jefatura de la Vía Layetana, que fueron utilizados para asesinar a miles de inocentes catalanes”.
La propuesta recoge, así mismo, que “Companys tenía perfecto conocimiento de la existencia de 46 checas en Barcelona, y no hizo absolutamente nada para evitar las atrocidades que se cometían en esos centros; tortura física y psicológica, a menudo con métodos de un refinado salvajismo”.
España
Así funcionaba la sauna Adán, el prostíbulo más lucrativo del suegro de Sánchez: «Era una máquina de hacer dinero»
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21 horas agoon
09/11/2025By
AGENCIAS
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Sabiniano Gómez, suegro del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y padre de Begoña Gómez, llegó a gestionar casi una veintena de locales que, aunque aparentaban ser saunas, en realidad, eran prostíbulos. Este periódico comparte un fragmento de un capítulo del libro «La Sagrada Familia» de Alejandro Entrambasaguas, donde se describen con detalle el interior y las actividades de la sauna Adán, la más rentable de la familia política del jefe del Ejecutivo.
Hay lugares donde el poder no se exhibe, sino que se esconde. Donde no hay discursos, sino miradas esquivas; donde no hay focos, sino rincones. Donde los apellidos se disuelven en la penumbra con la misma facilidad con la que se dejan en el perchero los escrúpulos. Allí, en ese vapor denso y cargado de anonimato, la moral no desaparece: se adapta. Se pliega. Se retuerce. Como una toalla húmeda al cuerpo. La sauna Adán, en pleno centro de Madrid, a escasos metros de la Gran Vía y no muy lejos del Congreso de los Diputados, es uno de esos espacios. En apariencia es un local más dentro del circuito de saunas para homosexuales que hay en la ciudad. Pero, en realidad, es mucho más. Es un punto de encuentro oscuro y decadente, una cápsula de penumbra donde convergen historias y estructuras de poder con una relevancia mucho mayor de lo que su fachada anodina podría sugerir.
Lo que convierte a este lugar en una pieza clave del puzzle político no es su clientela, sino su propiedad. La sauna Adán pertenece a la familia de la esposa del presidente del Gobierno. En San Bernardo, al calor de un sótano húmedo, el suegro del presidente gana dinero —y no poco— con la prostitución encubierta de hombres. Hay dinero, silencio y complicidad. Durante meses, esta sauna no fue más que un apunte entre mis notas. Un nombre más, perdido entre otros datos marginales. Pero todo cambió cuando logré localizar a un cliente habitual. Lo llamaremos Eme. Su relato es simplemente un testimonio detallado, lúcido y desgarrador por momentos. Una descripción minuciosa del estado lamentable del establecimiento, una mezcla entre lo sórdido y lo insalubre, entre lo cutre y lo peligroso, pero también una radiografía del ecosistema que allí se cultiva. Un caldo turbio de deseo, poder, abandono y cinismo.
Antes de sumergirse en los pasillos húmedos de la sauna conviene detenerse unos segundos en su fachada. Un cartel de neón verde, encendido día y noche durante años, proclamaba sin ambages la palabra sauna. Un anuncio luminoso que era, a la vez, invitación y advertencia. Un faro turbio para quienes sabían bien lo que iban a buscar. Dentro, olor a humedad antigua, desinfectante barato y cuerpos sudados. Una toalla áspera, unas chanclas de plástico combado y cinco euros bastaban para adentrarse en ese ecosistema sin preguntas, sin nombres, sin registro. Allí sobraba la vergüenza. Solo existían la piel, el silencio y la necesidad.
A la izquierda estaba la zona de vestuarios: taquillas metálicas que parecían sacadas de un gimnasio abandonado. Cerraduras sueltas, metal rugoso de óxido, un suelo que era una charca disimulada con lejía. Sin música. Solo el eco de las chanclas y un olor espeso, agrio, que se quedaba en la garganta como un nudo. Dos caminos: escaleras hacia las habitaciones privadas y escaleras hacia el sótano, donde empezaba lo serio. Un pasillo largo, húmedo, sin ventilación. Suelo pegajoso. Paredes cubiertas de condensación y algo más. Bombillas colgando como heridas abiertas. Cubículos con colchones plastificados y mantas sucias. No eran camas. Eran superficies de uso, y el uso era evidente.
Al fondo, duchas con agua intermitente y olor agrio. No sabías si estabas limpiándote o infectándote. Si entra Sanidad aquí, los mete a todos en la cárcel. Pero allí seguía. En funcionamiento. Con tráfico constante. Ese sótano era el secreto de una familia poderosa. Apenas cuatro o cinco chicos se movían por las instalaciones. Jóvenes delgados, cuerpos cuidados, piel morena. No eran visitantes. Eran parte del mobiliario. Se acercaban sin disimulo. Voz baja, tono neutro, mensaje claro: no había deseo. Había tarifas. Se tarifaban. Era una máquina de hacer dinero.
Una barra servía cerveza caliente en un vaso de plástico blando. Una televisión sin volumen. Alrededor, chicos turnándose para acercarse. Algunos con sonrisa rápida, otros con ojos gastados. No había espontaneidad, pero todo parecía natural. Era un sistema silencioso y constante. Además de prostitución, allí se mueve droga. Cocaína a cincuenta euros el gramo. Sin disimulo, sin miedo, como si ofrecieran un caramelo. Una economía integrada en la humedad del local. La sauna ya no era sauna. Era una pequeña economía del subsuelo. Sexo, droga, compañía, evasión. Un engranaje funcional, sin fricción, sin sobresaltos.
En 1984, el local fue escenario de una muerte terrible. Un hombre recibió una descarga que lo mató en el acto al tocar una caja de conexiones mal cerrada. El Tribunal Supremo ratificó la responsabilidad civil subsidiaria de Sabiniano Gómez. Pero el local siguió abierto. Dinero, vapor y silencio. Hoy, el local está cerrado. Pandemia, no ética. El cartel apagado no es la huella del tiempo, sino de una historia que alguien prefirió dejar así, a medio borrar. Porque mientras la familia de sus propietarios levantaba banderas por la igualdad, en San Bernardo se abría cada día un negocio donde la dignidad se alquilaba por minutos. La sauna Adán fue eso: una grieta en el relato. Un negocio discreto. Un sótano sin ventanas donde los cuerpos y el dinero cambiaban de manos. Y el poder, simplemente, miraba hacia otro lado.

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