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Economía

Pablo Iglesias defiende reducir la jornada laboral y aumentar la fiscalidad

AGENCIAS

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El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha planteado hoy ante los cerca de 200 empresarios que asisten a las jornadas del Círculo de Economía de Sitges algunas de sus propuestas en materia económica y laboral, como la reducción de la jornada laboral o el aumento de la fiscalidad.

En la reunión anual del Círculo, a la que por segunda vez asiste Iglesias, el político ha defendido que la reducción de la actual jornada laboral de ocho horas diarias sería una medida «sensata y viable», pues sería «bueno para todos y contribuiría al reparto de empleo», especialmente en un país como España, con una elevada tasa de desempleo.

Trabajar menos horas, pasando de las 40 a las 34 semanales, ha añadido el líder de Podemos, también permitiría a los trabajadores conciliar y dotaría a la sociedad de una mayor capacidad de consumo, clave para reactivar la demanda interna.

Pablo Iglesias ha señalado que «es muy fácil despreciar el papel del Estado» cuando uno tiene recursos suficientes para pagar una educación o una sanidad privada, pero ha recordado que hay muchos ciudadanos que, aún trabajando muchas horas, se encuentran en situación de pobreza, no se pueden permitir ir vacaciones, no pueden ahorrar y no llegan a fin mes.

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En materia laboral, Iglesias también ha planteado un nuevo marco que transforme la mayoría de contratos en indefinidos y que la temporalidad máxima sea de seis meses.

El consejero delegado de Banco Sabadell, Jaume Guardiola, o el presidente de la patronal catalana Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre, son algunos de los directivos que han asistido a la conferencia de Iglesias, que ha defendido un incremento de la fiscalidad en España, argumentando que está a ocho puntos de distancia de la media europea.

«Pedimos simplemente parecernos a nuestros socios y tener más instrumentos para hacer políticas», ha incidido Iglesias, que ha criticado asimismo que algunas formaciones, en alusión al PP, quieran convertir Madrid en un «paraíso fiscal».

En este ámbito, Iglesias propone bajar el impuesto de sociedades del 25 al 23 % para pymes que facturen menos de un millón de euros, subir el IRPF a las rentas altas, crear un impuesto a la banca y a las transacciones financieras o reducir el IVA de los productos de primera necesidad.

Pablo Iglesias ha destacado que establecer reformas progresistas es de imperiosa necesidad en España y que así lo han expresado los ciudadanos en la urnas al configurar tras las elecciones un tablero político de mayoría progresista.

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Por eso, ha desgranado otras de las medidas que ha propuesto al líder del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, para configurar un Ejecutivo de coalición en España.

Podemos apuesta por poner en marcha un programa de «inversiones estratégicas» que creen empleo y eviten la desaceleración económica, así como «desterrar» las políticas de austeridad fiscal.

También propone al PSOE la creación de un banco de inversión para la transición tecnológica, un plan de rehabilitación de edificios para la eficiencia energética y un plan nacional para la movilidad sostenible, entre otras medidas.

Por otra parte, Iglesias ha defendido la formación de un Gobierno de coalición entre el PSOE y su partido: «Sería bueno para España, para las empresas y para Cataluña».

Iglesias ha avisado al PSOE que «no será buena noticia para España perder coherencia a la hora de plantear alianzas» postelectorales, ya que «decir una cosa en campaña y hacer otra» perjudica la estabilidad y puede suponer una «falta de respeto a los electores».

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«Si lo que queremos es un horizonte de estabilidad y certeza para nuestro país, no se puede decir una cosa en campaña y hacer otra inmediatamente después. Aquí viene una crítica afectuosa, irónica y esperanzada a nuestros socios del PSOE, que parece que han tardado poco en proponer una suerte acuerdos de gobierno a Cs», ha apuntado Iglesias ante un auditorio lleno de empresarios.

Durante la segunda jornada de la XXXV Reunión del Círculo de Economía de Sitges, ha expuesto: «En esta época postelectoral el incumplimiento de los mandamientos es muy frecuente; una cosa es lo que se dice en campaña y otra lo que se hace. El sexto mandamiento -no mentirás- es seguramente el que más se incumple».

Para el líder de Podemos, lo mejor para España sería la articulación de un gobierno de coalición que sea una referencia a nivel europeo de cómo dar respuesta al malestar social que persiste tras la crisis económica, «en contraste con las soluciones que se han planteado desde Italia», formado por la Liga de Matteo Salvini y el M5E de Luigi de Maio.

Además, ha defendido que una España «policéntrica» que valore la pluralidad de sus territorios sería más eficiente económicamente, ya que la diversidad es un factor de «ventaja competitiva».

«Uno de los grandes problemas de nuestro país ha sido no entender la riqueza de tener un país tan diverso. Una España policéntrica, en la que los principales centros de actividad económica cooperen un poco más y no se enfrenten tanto, sería una España mucho más eficiente», ha asegurado durante la segunda jornada de la XXXV Reunión del Círculo de Economía de Sitges.

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Iglesias ha insistido en que «la diversidad lingüística, nacional e identitaria» del territorio español «puede abrir muchos campos de eficacia económica y desarrollo», ya que se trata de factores que aportan «ventaja competitiva».

«Y esto lo dice un madrileño, con orgullo y convicción», ha subrayado el secretario general de Podemos, que ha agregado que le «suena bien» que se hable de «bicapitalidad» entre Madrid y Barcelona.

En este sentido, ha lamentado que algunas «élites españolas» no hayan «acabado de entender» que sería positivo incorporar «el talento emprendedor y empresarial vasco y catalán» a la dirección del país.

Y ha resuelto, en alusión al expresidente José María Aznar: «No necesitamos líderes políticos que hablen catalán en la intimidad, necesitamos líderes políticos que si hablan varios idiomas los hablen con normalidad y sin esconderse, y que defiendan la pluralidad».

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Europa se queja de los aranceles que Trump está imponiendo progresivamente a productos procedentes de otros países, incluida la Unión Europea. Son lágrimas de cocodrilo derramadas por políticos incompetentes, que al menos deberían tener la cortesía de permanecer en silencio, dada su conducta caracterizada por la duplicidad y la superficialidad. Apelan a un principio abstracto, pero olvidan que el libre comercio siempre ha sido la voz de los más fuertes: de aquellos que, ya por delante en los mercados internacionales, quieren evitar la competencia de aquellos países que amenazan su primacía.
No nos gustaría vernos obligados a desempolvar a Ricardo para recordar cómo funcionan realmente ciertas dinámicas, invariablemente acompañadas de las quejas de los patrones. Cuando la Unión Europea impone aranceles a los productos chinos (pensemos en los coches eléctricos, mejores, más eficientes y menos caros que los nuestros), nadie en Bruselas parece tener ningún remordimiento de conciencia. Pero cuando Estados Unidos hace lo mismo, empiezan las quejas.
En resumen: haz lo que digo, no lo que hago. Cuando Europa no puede justificar su propio comportamiento, acusa a otros de prácticas comerciales desleales e impone impuestos para impedir la invasión de productos extranjeros. Éstas son las excusas habituales, útiles para hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros.
Así, todos esos principios liberales, de libre mercado y orientados al mercado de los que nos encanta hablar desaparecen. Se dice: “Por donde pasan mercancías no pasan ejércitos” (Bastiat). Sí, pero sólo si esos bienes son nuestros. Está bien si se trata de dejar a otros atrás, pero si son ellos los que nos superan, entonces hay reprimendas y represalias.
Cada nación tiene derecho a proteger su propia industria, especialmente en sectores avanzados que requieren desarrollo autónomo. Por supuesto, no damos crédito a ciertas campañas de propaganda ridículas, como la de Salvini, que quería gravar el arroz camboyano para “defender” la producción nacional. Pero no hay nada malo en querer proteger sectores estratégicos, capaces de fortalecerse primero en los mercados internos y luego competir en los mercados internacionales con mayor valor agregado. Sin protecciones gubernamentales, terminaríamos sucumbiendo a la competencia global. Esto es exactamente lo que le ha sucedido a Italia desde los años 90, víctima de un servilismo insensato hacia una UE y una potencia estadounidense que tienen todo el interés en relegarnos a sectores en los que no podemos competir con ellos. Los Hermanos de Italia probablemente ni siquiera saben de qué estamos hablando, ya que para ellos la patria es una consigna que satisface un postfascismo que incluso han negado.
La lección sigue siendo la de mediados del siglo XIX, contenida en la obra Das nationale System der politischen Ökonomie. Y List no era ciertamente un protofascista, ni un autarquista ni un corporativista, sino un exponente de la escuela liberal, dotado no obstante de una inteligencia nacional concreta.
Es hora de entender que no existen principios económicos que sean válidos para siempre: cada época impone la prevalencia de los suyos propios, en un contexto histórico y político también propio. La actitud hipócrita de Europa es un espejo de la inutilidad política de su actual clase dirigente.
La triste ciencia, cada vez, quiere hacer creer a sus prosélitos que ha llegado a su fase final, aquella en la que existen reglas generales y universales válidas para la eternidad. Puntualmente, sin embargo, la alternancia de dogmas y preceptos cambia las creencias, hasta tal punto que es posible imaginar que en un futuro próximo volverán a prevalecer las nacionalizaciones, el intervencionismo público en la economía y las políticas monetarias gestionadas por los centros de decisión política. La economía es un péndulo oscilante, no una flecha que siempre apunta hacia adelante. Pronto, incluso cavar agujeros con el único objetivo de rellenarlos ya no será sinónimo de desperdicio e interferencia.
Todos los mantras anteriores se desvanecerán y los equilibrios financieros, tanto públicos como privados, serán olvidados. Esto se debe a que la gente no quiere comprender, o prefiere ocultar, un concepto que a la larga es mucho más resistente: es la política, y en particular la política del poder y de los poderes, la que establece lo que hay que hacer para sobresalir.
Preparémonos para los próximos giros académicos y ministeriales.

http://www.conflittiestrategie.it/dazi-amari

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Traducción: Carlos X. Blanco

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