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Opinión

Los barones socialistas callaron y otorgaron. Por Jesús Salamanca Alonso

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«Hasta los más borricos de entre los barones socialistas vieron un «éxito» clamoroso en el pacto entre Pedro Sánchez y Bildu. ¿Y ponen ahora el grito en el cielo?»

 

Emiliano García-Page no parece proclive a que Bildu continúe acercándose al PSOE e ir con esa formación filoetarra a partir un piñón, a pesar de Sánchez, al menos eso es lo que dice ahora en plena campaña electoral y cuando las encuestas «hablan» por adelantado. Un adelanto que ya presupone un descalabro de dimensiones descontroladas. «Yo, con los asesinos de ETA, ni a la vuelta de la esquina», decía el presidente manchego.

 Más que susto, se aprecia verdadero pánico entre los barones socialistas que, dicho sea de paso, podían haber limitado o eliminado el entendimiento entre EH Bildu y el felón-mentiroso, Pedro Sánchez, alias «doctor cum fraude». García-Page, como Lambán, Vara y la «chivita navarra» saben que fuera del poder hace frío, mucho frío, además de que las travesías del desierto siempre son duras e impredecibles. Hasta el asturiano Barbón se siente asqueado de cuanto tiene que ver con la banda asesina vasca y de la amistad incondicional y pacto continuado con los proetarras, herederos de los asesinos y falsos gudaris.

Parece que quien más miedo tiene a perder la mamandurria es María Chivite, presidenta navarra, que siempre ha estado a partir un piñón con las tesis de la banda bilduetarra y con las malas elecciones amistosas de Sánchez. Este enrarecido personaje es consciente de que sin EH Bildu no es nada ni nadie en Navarra. Su irreflexión es tan sospechosa que solo entiende el futuro del PSOE con las alianzas con la formación filoetarra, lo que demuestra una tremenda cortedad de ideas, un discurso degenerado y cavernario, además de un pensamiento desnortado e irresponsable.

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Decir que ETA no existe, como dice el felón de Moncloa, es desconocer la realidad, a sabiendas de que aún perdura el sector duro que encabezaba Xabier García Gaztelu «Txapote», uno de los mayores sanguinarios de ETA. Es conveniente conocer que este asesino, «dispuesto» a votar a Sánchez y los suyos, siempre tuvo intención de mantener a toda costa la guerra armada y el sufrimiento de la ciudadanía en toda España. Si de él hubiera dependido, la banda asesina no hubiera dejado de matar. Frenar a la banda fue obra de la democracia y de la variedad de medidas contra ella que adoptó el primer Gobierno Aznar, sin olvidar el papel, que siempre jugó Alfredo Pérez Rubalcaba; de ahí que nunca pudiera soportar al cafre actual de presidente que besa por donde pisa Joe Biden y se brinda a recoger inmigrantes irregulares a solicitud del anacrónico y «cabestrado» presidente americano.

Dentro de la maldad de ETA y de sus herederos, los prefiero en las instituciones antes que pegando tiros en la nuca. Tantas veces se dijo que dejaran las armas, pidieran perdón y defendieran sus ideas por vías democráticas, que cuesta entender que ahora nos rasguemos las vestiduras al verlos departiendo con los más altos estamentos del Estado, precisamente en un momento en que la ciudadanía carece de respeto hacia el Tribunal Constitucional, dudoso en credibilidad, porque no lo forman magistrados neutrales, sino políticos que representan a partidos.

Justo es decir que dentro de las instituciones está más controlada la formación abertzale, aunque su maldad se manifieste en el día a día: ayudaron a Sánchez en la moción de censura, negociaron presupuestos, afianzaron el Gobierno «Frankenstein» y hasta los más borricos de entre los barones socialistas vieron un «éxito» clamoroso en el pacto entre Sánchez-Bildu. ¿Y vienen ahora poniendo el grito en el cielo? ¿No fueron ellos los principales avalistas de los herederos de la banda asesina para el pacto con Sánchez? Podían haberlo evitado, pero prefirieron tragar y han tragado. Por tanto, son responsables con Sánchez, aunque debería decir «irresponsables» junto con Sánchez.

«El PSOE debe romper cualquier tipo de relación con una fuerza política que incluye asesinos en sus listas», llegó a decir Lambán recientemente, pero calló durante toda la legislatura. ¿Se puede ser más falso? Lo mismo el presidente que sus barones han aprendido a mentir en el mismo libro de texto. Hablan según les conviene y así les cubre el pelo. Pues bien, es el momento de que los silencios interesados y cobardes pasen factura a los barones socialistas. Si no es así, el votante español demostrará que está conforme con la andadura del Estado hacia el comunismo ratonero, el socialismo proetarra y el afianzamiento de las bases para hacer de España una Venezuela ruinosa.

Sánchez sigue empeñado en defender la legitimidad democrática de Bildu, por lo que no estaría de más un aviso contundente, no sea que unos vuelvan a poner la diana y otros las balas. Hasta los propios barones han vuelto a callar en las reuniones orgánicas del partido, no fuera a ser que acabara su cabeza en lo alto de una pica, como acabó la testa de don Álvaro de Luna, insigne condestable de Castilla. Y si ayer callaron y aguantaron carros y carretas, hoy que el «doctor cum fraude» domina, manipula y tergiversa el socialismo, esos ven limitadas sus posibilidades de crítica y enfrentamiento con Pedro Sánchez. El socialismo ha muerto por falta de ideas, inexistente reflexión, adormecimiento ideológico y represión controlada. Mejor que se callen esos barones y no respondan a la inclusión de los 44 condenados por terrorismo en las listas Bilduetarras. El pacto de Sánchez con los etarras ya no tiene vuelta atrás, como no la tuvo el pacto de Zapatero para empezar a derribar los palos del sombrajo que sujetan el Estado de derecho.

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Los barones socialistas son consentidores pasivos de los pactos con los testaferros de ETA. Pedro Sánchez eligió a esa gente degenerada dentro de las preferencias posibles y no han faltado a los compromisos adquiridos para ir derribando el Estado de derecho. Otegi aún presume de lo positivo de su pacto con el presidente y de cómo el PSOE se ha ido integrando en las estructuras ideológicas de Bildu hasta considerar a ese imprescindible en su iniciada hoja de ruta.

¿Pruebas de la afinidad incondicional entre PSOE y EH Bildu? La mal llamada Ley de Memoria Democrática, que habrá que desmontar tan pronto como haya cambio de Gobierno, al igual que habrá que  desarticular otras, léase vivienda, «sí es sí» que libera violadores y reduce penas a abusadores, ley de «destrozo» animal, ley de transparencia, ley de caza y muchas otras iniciativas nacidas de la improvisación, la irresponsabilidad y el vulgar atropello.

 

En fin, antes de burlarse de los niños que creen en los Reyes Magos, recuerden que hay adultos que aún creen en el degenerado socialismo del PSOE.

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España

Diez puntos para valorar una teoría de la conspiración (CONSPIROLOGíA II DE II)

Ernesto Milá

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Dentro de las posibilidades de esta obra y a la vista de los errores que hemos apreciado en varias de las teorías de la conspiración que hemos expuesto, vale la pena aportar, para terminar, unos cuantos puntos que permitirán al lector valorar la validez de cualquier nueva teoría que se le presente (y que no dudamos que, en tiempos de confusión y crisis como estos, surgirán por todas partes y en cadencia creciente)

1) Remontarse a las fuentes: no todas las teorías de la conspiración son igualmente “solventes”. Con demasiado frecuencia -como hemos visto en estas páginas- se apoyan en bases lo suficientemente dudosas como para poder atribuirles un mínimo de credibilidad: ante una teoría de la conspiración concreta hay que preguntarse: 1) Qué tiende a explicar, 2) De dónde y cuándo ha surgido, 3) Quiénes son sus mentores, 4) Sobre qué documentación fehaciente se apoya… La simple respuesta a estas cuestiones dará el índice de solvencia y credibilidad de una teoría de la conspiración. Y esto es más que necesario a la vista de que, como hemos podido comprobar, es muy frecuente que una teoría de la conspiración parte de un documento falso, de un malentendido histórico, de una fuente leída demasiado apresuradamente y de un error en la importancia que un documento puede haber jugado en una época concreta. Es frecuente, así mismo, que algunas teorías de la conspiración contengan datos que se han arrastrado a la largo de generaciones y que, dados por buenos generación tras generación, luego resulte que se trata de referencias falsas, dudosas o malinterpretadas

2) Remontarse a la época en la que enunció: esto nos dará el cuadro general de los problemas concretos de ese momento histórico y es posible, incluso, que nos sirva para apreciar la validez de una teoría de la conspiración en un momento dado y en de determinada coyuntura histórica, pero sea inaplicable en otro espacio y en otro tiempo. El tiempo suele matar las teorías de la conspiración que pretenden interpretar la historia en función de un único actor conspirativo. Los datos que pueden parecer “convincentes” en un tiempo, ya no suelen encajar con la realidad pocos 20 años después. Entidades de “poder mundial” que fueron determinantes en un tiempo concreto, pasan a ser irrelevantes apenas unos años después, sustituidas por otras. (recordemos la asociación Skull & Bones a la que perteneció la familia Bush y de la que se habló exhaustivamente mientras George Bush fue presidente, o de la Comisión Trilateral a la que pertenecieron buena parte de los miembros de la administración Carter). Cada generación desarrolla sus propios modelos conspirativos y es inútil pensar que el mismo diseño conspirativo se mantiene inalterable durante siglos.

3) Valorar al autor y su obra: habitualmente, todas las teorías de la conspiración tienen un autor. La validez de la teoría, en gran medida, puede ser evaluada en función de la solvencia de este autor, de su prestigio intelectual y de sus posibilidades reales de análisis e investigación. Es muy posible que autores conspiranoicos, por ejemplo, elaboren sus teorías en función de sus lastres psicológicos personales, de sus filias o sus fobias, de sus obsesiones e, incluso de su incapacidad para entender los mecanismos reales y objetivos para interpretar un hecho concreto o una situación histórico. Un autor solvente desde el punto de vista intelectual, un investigador que trabaje según un método científico, es garantía de que sus conclusiones pueden aproximarse a la verdad. Un autor anónimo, aupado en redes sociales, un intelectual que cambie constantemente de opinión, impulsivo, poco reflexivo, excesivamente intuitivo, suele ser garantía de una teoría de la conspiración errónea. Así mismo, un documento espurio, sin garantías de autenticidad, cuyo origen está envuelto en brumas con posibilidad de que se trate de una falsificación, es el anticipo de una teoría conspiranoica falsa o artificialmente creada.

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4) Evitar dar por ciertas versiones de una conspiración que se mantienen a lo largo del tiempo utilizando datos repetidos reiteradamente, pero nunca confirmados como auténticos: es muy frecuente que una teoría de la conspiración que se mantiene durante décadas, encuentre a autores poco escrupulosos que dan por ciertos y repiten (“refritos”) datos que la confirmarían, sin antes preocuparse si estos datos son indubitables o bien nunca han sido confirmados. Es frecuente que una conspiración se dé por cierta por el testimonio de un personaje desconocido que asistió a una reunión de conspiradores y luego sintió una necesidad vital de “contar la verdad”. Luego, dando por cierto ese testimonio, el dato se repite una y otra vez en las sucesivas revisiones de la teoría de la conspiración en cuestión. Ahora bien, siempre hay que tener en cuenta que, si ese dato que puede ser calificado como la “piedra fundacional” es falso o erróneo, toda la construcción que se asienta encima es inestable en tanto que igualmente falsa. Aquí puede aplicarse el principio jurídico de “testimonio único, testimonio nulo”.

5) Confrontar la teoría con la realidad: las teorías de la conspiración se confirman o quedan desmentidas a la luz de la realidad. Mientras existe un paralelismo entre el enunciado de la teoría y las situaciones reales que se van sucediendo, la teoría en cuestión queda verificada, pero, desde el momento en el que teoría y realidad divergen, hay que evitar tratar de encajarlas a martillazos. La teoría no ha soportado el choque con la realidad y se ha difuminado. El peor error consistiría en seguir creyendo en algo en función de lo que ya no sirve para entender un proceso histórico. En el período de la primera postguerra mundial, por ejemplo, podía darse por cierto la idea del entendimiento entre judíos laicizados y bolchevismo a la vista de que la mayoría de dirigentes comunistas eran de origen judío. Pero, a partir del estalinismo y de sus purgas -que salpicaron especialmente a grupos dirigentes bolcheviques de origen judío- la teoría ya no era válida.

6) Buscar explicaciones alternativas: en ciencia se dice que “más vale una mala teoría que no tener teoría”. Una “mala teoría” sirve para estructurar conocimientos e interpretarlos, pero también para poder realizar una crítica que puede desembocar en la formulación de una “buena teoría”. Esto implica que una interpretación de la realidad en función de una teoría de la conspiración es un recurso aceptable y necesario solamente en el caso de que no exista otra teoría que interprete mejor los mismos hechos. La mayor parte de teorías de la conspiración tratan siempre de explicar problemas complejos mediante respuestas simples. Pero, en un momento de aceleración de la historia y de cada vez mayor complejidad de las sociedades, es inevitable que la explicación a los procesos que se van desarrollando, sean complejas y tengan en cuenta multitud de factores. Precisamente, esa complejidad es lo que hace difícil que existan conspiraciones que puedan soportar el paso del tiempo y cuyos mentores hayan tenido en cuenta todos los elementos de la ecuación. Esto implica que la validez de una teoría de la conspiración es inversamente proporcional al tiempo que transcurre desde que ha sido enunciada.

7) No perder nunca la objetividad en el análisis de una teoría de la conspiración: habitualmente, las teorías de la conspiración tienen éxito o no a partir del énfasis y de la capacidad de convicción de quienes las difunden, por la espectacularidad de algunos de sus contenidos, incluso por su extravagancia y por los canales en los que difunden (habitualmente redes sociales y grupos formados por “creyentes”) mucho más que por el contenido de los datos que aportan. Estos, no siempre superan la prueba de la veracidad. Es importante para el ciudadano al que le llega una nueva teoría de este tipo, que mantenga el cerebro frío y siempre, a la hora de valorarla, especialmente en estos momentos en donde hay bases de datos suficientes en Internet como para poder evaluar y confirmar o desmentir cada dato, confirme por sí mismo, los datos que le llegan.

8) Discriminar y clasificar las fuentes: Un dato olvidado en una web perdida que ni siquiera indica la fuente, suele no ser fiable, sin embargo, muchas teorías de la conspiración se han elaborado sobre esa base (el Plan Kalergi, como hemos demostrado surgió de una mala lectura de un libro olvidado, escrito por un autor que nunca tuvo una relevancia especial). Es importante a la hora de establecer la credibilidad de un dato aportado en una teoría de la conspiración, el valorar la fuente que lo ha emitido. Para ello, habrá que ver qué otros datos, sobre otros temas, aporta esa misma fuente y, en función de ello podremos establecer si el dato es fiable, inseguro en mayor o menor grado, o simplemente falso. En una publicación poco seria, en una web juvenil, en un foro de noticias que habitualmente sirve para canalizar locuras, fakes y es frecuentado por carne de psiquiátrico, es inútil pensar que vamos a encontrar datos que puedan aceptarse sin más. Los datos aceptables, solamente pueden partir de fuentes solventes.

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9) Necesidad de documentos indubitables y testimonios múltiples: hay que desconfiar de “documentos probatorios”, sin padres ni madres reconocidos. Guénon sostenía que una sociedad secreta digna de tal nombre no deja rastros escritos de su actividad. Cuando aparece algún documento emanado por una de estas sociedades, hay que desconfiar sobre su autenticidad. Es demasiado frecuente que se trata de una “pieza de intoxicación”. Cuando se publicaron los Protocolos de los Sabios de Sión, algunos recordaron este principio y, aun antes de que aparecieran todos los datos que confirmaron la mistificación, denunciaron que el documento no solo era falso, sino que era cualquier cosa, menos las actas de una reunión secreta tendente a lograr el dominio mundial. Por otra parte, un dato único no puede confirmar una tesis compleja. En ciencia se dice que “a grandes tesis, grandes demostraciones”: si se quiere demostrar la existencia de vida extraterrestre (una gran tesis), la “gran demostración” consiste en entrevistar a un extraterrestre en la CNN. Frecuentemente, las teorías conspiranoicas, aparte de su escasa objetividad, parten de un testimonio único que, como sabe cualquier jurista, equivale a “testimonio nulo”.

10) Si no se dispone de una teoría “segura”, mejor prepararse para afrontar los hechos: vivimos momentos de crisis a los que se une un proceso de aceleración de la historia que se prolonga desde hace más de un siglo, a velocidad creciente. Cada vez es más habitual que las teorías interpretativas vayan por detrás de la realidad de los hechos. El catolicismo, por ejemplo, ha perdido mucho tiempo, tratando de explicarse el porqué está hoy en crisis, especialmente en la tierra de Europa: y no ha llegado a conclusiones unánimemente aceptadas. La situación es que hoy, además de carecer de teoría interpretativa sobre su propia crisis, se encuentra en una situación prácticamente insalvable: para los católicos, ya no se trata de seguir pensando en los “por qué”, sino más bien en actuar para tratar de salvar lo salvable y evitar la islamización de Europa. Es frecuente, como ya hemos dicho, que una teoría que “funcionó” ayer, ya esté superada poco después. Para apreciar un problema, basta con salir a la calle y observar el entorno: a partir de aquí podrá inferirse si hay tiempo para elaborar una teoría de la conspiración, o será necesario enfrentarse al problema que se percibe con la mayor determinación aun sin haber elaborado una teoría que lo explique.

Es posible que estos consejos hayan decepcionado a algunos. Y, sin embargo, son necesarios a la vista de la facilidad con la que hoy se difunden fakes, se repiten errores, se elaboran o adaptan teorías que no tienen posibilidades de interpretar satisfactoriamente nuestro momento histórico. Vivimos tiempos de repliegue a lo personal, nuestras vidas están encerradas en nuestras terminales digitales. Casi sin darnos cuenta hemos terminado presos, primero del racionalismo, luego de los millones de reclamos que cada día exigen nuestra atención, la mayoría carecen de tiempo para recabar datos y deben fiarse de las teorías de la conspiración elaboradas por otros. Ya hemos visto que, con demasiada frecuencia, estas teorías resultan erróneas. En la soledad de nuestros hogares, nosotros y nuestras terminales digitales pueden estas ofreciéndonos informaciones distorsionadas, incompletas, interesadas, pura intoxicación: de ahí la necesidad de salir a la calle, afrontar el mundo tal cual es, y, aun cuando no podamos hacer nada por rectificar un mundo que se derrumba ante nuestros ojos, debemos procurar que ese mismo mundo deletéreo, absurdo y repleto de distorsiones no tenga entrada en nosotros mismos.

A partir de aquí, las actitudes son dos: la el ciudadano más volcado a la meditación que a la acción que reaccionará tratando se confrontar teorías de la conspiración, sus datos y las responsabilidades contra las que apunta o bien elaborar su propia teoría de la conspiración; o bien, en aquellos en los que algo les hierve en la sangre, más resueltos a la acción que a la contemplación, que tratarán de actuar contra la decadencia o bien de preparar el mundo post-apocalíptico. Sí, porque, a fin de cuentas, la grandeza de nuestro momento histórico es que, con o sin teorías de la conspiración, estamos viviendo el final de una era.

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