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La sociedad actual, el NOM y VOX. Por Jesús Aguilar Marina

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En la historia de la humanidad nunca se han vivido épocas ni lugares en los que los hombres, de modo general, acostumbraran a confiar unos en otros. Pero la luz que proyecta la sociedad española que vivió a caballo de los siglos XV y XVI, el temperamento explosivo, las razones y sinrazones de unas biografías tan de fortuna, tan turbulentas, con tanto apego a la vida y tanto desapego a la muerte, con tanto afán de aventura, con hombres y mujeres valientes y curtidos en la adversidad y con su mística religiosa y nacional, en nada se parece a esta época nuestra, tan inerme y sombría, por la que pululan unos bultos fantasmales que van y vienen, miserables, irredimibles y mansos como el ganado que por las noches brama en los establos en espera de que lo conduzcan al matadero.

Con posterioridad, la Ilustración vino a proclamar la hegemonía del individuo racionalista, a secularizar las artes y las letras, y a asumir el dominio del hombre sobre la naturaleza. A mi juicio, cuando la Ilustración es razón más humanismo, como pienso que, en general, ocurría en el XVIII, es una corriente positiva, un paso adelante en la evolución de la humanidad; pero si se limita a la razón, la prioriza o incluso la opone a la religiosidad, dota a la modernidad de errores y confusiones.

Ese paradigma de lo moderno basado en un romo concepto de la Ilustración, ha transformado a nuestra época en algo sin sentido, más allá de la jactancia por una ilimitada acumulación de bienes y saberes como fin en sí mismos. La Ilustración, así adulterada, queda como mera racionalidad técnica, liberalismo político, burguesía social… rasgos a los que se ha añadido, tras la SGM y, sobre todo, tras la caída del muro de Berlín, el marxismo cultural.

Aquella Ilustración del XVIII es, pues, en la actualidad, simple razón encauzada hacia el pensamiento único, es decir, hacia la uniformidad, por culpa de intereses espurios empeñados en controlar al individuo. Los «amos del mundo» creen poder eliminar la índole religiosa del ser humano, y en esa voluntad se afanan. Pero para ello han de destruir al hombre, tal como lo hemos conocido hasta ahora. Un empeño imposible que está causando injusticias, sufrimientos y crímenes y que no dejará de multiplicarlos en el futuro. 
¿Pensamiento? ¿Cultura? ¿Religiosidad? ¿Para qué sirven en esta sociedad, en este mundo? Nadie, con un mínimo de cinismo y experiencia y con los pies en la tierra, animará hoy a sus hijos a que las cultiven. Los habrán de preferir aduladores, estúpidos, sectarios… Así serán dichosos y, si cuentan además con suficiente habilidad, presidirán gobiernos o, al menos, ministerios e instituciones varias. Es ésta una postura puramente pragmática, es decir, errónea, pero es lo que hay.
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Si nos guiamos por el termómetro social que representan las sucesivas elecciones es evidente que existe una tendencia ciudadana a que todo siga igual, que los sectores sociales que apoyaron a los frentepopulistas, pese a la nula credibilidad de éstos, siguen en sus trece. Los frentepopulistas y sus cómplices han humillado progresivamente a la ciudadanía. El marxismo cultural, gracias a su dominio mediático y educativo, prosigue su labor de zapa en todos los ámbitos sociales, tratando de galvanizar con especial énfasis a la juventud y a las mentes adormecidas o maleables. Prueba de ello es el tratamiento -o el silencio- que los medios informativos al uso dan a noticias sobresalientes, capaces de desenmascarar a aquél.

Las mejores disposiciones, los más brillantes proyectos se convierten en defectuosos e inútiles confiados a manos incapaces y desleales. Soportamos continuos actos de desprestigio del Estado de derecho, continuas prevaricaciones o desconocimientos de la ley, casos flagrantes de abuso de poder. Sufrimos la incapacidad culpable, es decir, voluntaria, no sólo de los políticos, también de la mayoría de los jueces, de los periodistas, de los intelectuales, de los obispos, del mundo de las finanzas y, ahora, con la pandemia, incluso de los médicos… También sufrimos, por supuesto, la falta de indignación activa en los ámbitos militares, o en el entorno de la Monarquía.
El neofrentepopulismo, perdido todo horizonte político más allá de su servidumbre al NOM, de su totalitarismo e hispanofobia, acrecienta su intención de amedrentar a lo que queda de sociedad libre, aireando sus amenazas y chantajes, su propaganda ideológica y sanitaria, en la legislación y en la apertura de los telediarios y en el resto de medios de comunicación venales.
Es éste un síntoma del momento sociopolítico español, envuelto en la miseria mediática, en la incapacidad administrativa y en el abuso doctrinario de quienes confunden gestión con ideología sectaria. No sólo los ciudadanos periféricos, bajo las botas de sus caciques autonómicos, están adoctrinados y aherrojados por quienes los gobiernan, son los españoles todos; pero más que un historiar adoctrinado, más que una humillación permanente promovida por la mezcla de liberalismo racionalista y marxismo cultural que subyuga a la sociedad de nuestros días, es una frustración colectiva y, sobre todo, personal lo que les postra de rodillas. Porque la humanidad, alejada del ideal y ajena a un código de valores, no puede permanecer sana bajo una atmósfera de traiciones y conductas criminales.

En la España de hoy no es una situación de estrechez y menos de indigencia la que motiva la corrupción y el resentimiento, sino principalmente el ansia de ser y disfrutar un día más de las migajas que conceden los amos, así como la consecuente frustración ante las fallidas expectativas que muestra el capitalismo consumista, la mayoría de ellas irrealizables para el común. Polinizada por aquel caldo de cultivo generado hace décadas, referido a que si al cumplir los cuarenta aún viajabas en los transportes públicos eras un fracasado, la sociedad actual ha dado paso al «¡sálvese quien pueda!», pero sin dejar de mirar alrededor para no perder cualquier oportunidad de medro, a costa de lo que sea y de quien sea.

Esta filosofía del triunfo y del fracaso, puesta en marcha precisamente por uno de los militantes socialdemócratas más punteros, trajo como consecuencia el relativismo a nuestra sociedad. Fue el PSOE de Felipe González, echándose en brazos de la gente guapa del mundo de las finanzas, quien se encargó de romper la moral social adquirida durante el franquismo, para dedicar su atención al abandono de los principios, al «todo vale».

Y ahora, despreciados todos los códigos éticos, nos hallamos en absoluta confusión, con la educación y la justicia en manos de los que niegan la libertad del hombre, los revolucionarios de laboratorio que saben que modificar la sociedad hoy significa pasar a través de las conciencias. De ahí que para la salvación social sea obligado restaurar esas conciencias, oponiendo frente al pensamiento único la libertad de ideas y opiniones; frente al globalismo, la identidad nacional; frente al rasero de lo común, la singularidad de lo único; frente a lo público, lo cotidiano; frente al control del amo, el arbitrio del espíritu libre.

Para poder cambiar la política española a corto/medio plazo el pueblo necesita una referencia política. Y es en este punto donde se cifra la enorme responsabilidad adquirida por VOX, que, aunque pueda fallarnos, representa hoy por hoy la única voz de muchos espíritus libres en las instituciones, su única esperanza. Y no es sólo VOX, son sobre todo los ciudadanos más avisados los que tienen que poner en marcha una revolución cotidiana y permanente que pase por difundir con tenacidad a través de los medios a su alcance, las verdades históricas que se oponen a las mentiras y al resentimiento de los falsarios, despojándolos de su máscara y enfrentándolos a sus contradicciones.

Las antiguas izquierdas y derechas, esas obsoletas etiquetas políticas que nos han traído hasta aquí, han desaparecido fagocitadas por el globalismo. Actualmente, Casado, Arrimadas y Sánchez, y los suyos, y la horda podemita, y los caciques autonómicos centrífugos, sirven todos a un mismo señor: el engendro plutócrata-marxista conocido como NOM. Por eso la sociedad española que aún conserve el espíritu libre y el sentido patriótico necesita plantearse una hoja de ruta que garantice la supervivencia de una España soberana y estable.

El principal problema consiste en cómo arrastrar a una ciudadanía indiferente e insolidaria a ese proyecto de futuro; cómo transformar su mentalidad esclava, tras casi cincuenta años de antifranquismo sociológico y adormecimiento hedonista, en una conciencia cívica que acepte el sacrificio. Porque la cuestión de fondo no es otra que la culminación del programa -mejorado- de VOX, única tabla realista de salvación a corto/medio plazo, como proyecto de mayoría social.

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Hipótesis sobre los resultados de las elecciones catalanas. Por Ernesto Milá

Ernesto Milá

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No está muy claro cuál va a ser la repercusión de las elecciones catalanas, ni siquiera los resultados. Se ignora, por el momento, el efecto que pueden tener medidas como la amnistía, los casos de corrupción y cómo reaccionará el electorado nacionalista. Ni siquiera en la derecha están claros los resultados. Todo empezará a verse más claro cuando se sepa el resultado de las elecciones vascas (que albergan menos incertidumbres) y cuando se deshinchen los globos mediáticos sobre el “Caso PSOE” y la respuesta socialista activando el ventilador de la corrupción (esto es, cuando se vayan conociendo los alcances jurídicos y penales de ambos casos). Al mismo tiempo, ni siquiera están claros algunos candidatos que se presentarán (empezando por Puigdemont), ni mucho menos son creíbles los sondeos publicados. Así pues, vamos a intentar contemplar distintas hipótesis.

ILLA: ¿SUBIRÁ O BAJARÁ? YA NADA DEPENDE DE ÉL NI DE SU CAMPAÑA

En nuestra opinión Illa es un candidato “tocado” por sus propios errores durante la pandemia (él mismo dijo que al ser nombrado “ministro de sanidad”, no tenía ni idea de sanidad y nadie esperaba que se produjera la llamada “pandemia”) que no afectan solamente al manejo alegre de fondos del ministerio que se perdieron en mascarillas inservibles, tests igualmente falsos y material caro, malo y que se destruyó sin exigir devoluciones. Lo peor no es esto: esto sería, en el peor de los casos, incapacidad para gestionar un ministerio (algo previsible en un tipo que carecía por completo de experiencia en gestión y cuyo modesto título de “licenciado en filosofía” no le ayudaba en nada). Lo peor es que durante la gestión de Illa murió gente. Entonces, cuando el miedo atenazaba a la sociedad española, estábamos poco dispuestos a creer que la mayoría de las muertes se debían a la “mala praxis médica” recomendada por la Organización Mundial de la Salud, pero, desde entonces, las voces que ya lo advirtieron en aquel momento, se han convertido en un clamor. Y no, no somos negacionistas: existió pandemia y existió el virus… pero el mayor crimen fue recomendar unos protocolos que, en lugar de erradicar el virus cuando aún se podía, tendían a “hundirlo” en los pulmones de donde ya era imposible erradicarlo. Esa es la tesis que cada día gana más fuerza y que, en su momento, pocos médicos se atrevieron a denunciar.

Aquella mala gestión, presentada por Sánchez como un “gran éxito”, fue suficiente para desplazar a Illa al frente del PSC catalán en donde sigue. Ahora queda saber, si en los dos meses y medio que quedan hasta las elecciones, surgirán nuevas informaciones, tanto sobre el descontrol que existía en el ministerio de sanidad durante su gestión, como el error de aplicar protocolos contraproducentes en el trato de la enfermedad. El futuro de Illa dependerá, en gran medida, de esto, pero, además se le junta otro problema.

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EL PRECIO DE LA AMNISTÍA QUE PAGARÁN LOS SOCIALISTAS

El electorado socialista que permanezca fiel al PSC deberá de aceptar la versión oficial pedrosanchista sobre la oportunidad de conceder la amnistía: que se trató de una medida para poner el contador a cero, limpiar los errores del pasado, perdonar delitos de todo tipo a cambio de garantizar la convivencia. Pero este razonamiento es débil por dos motivos: el primero de todos, que el contador no está a cero. En realidad, los independentistas, ahora, están más fuertes que antes: consideran que no hicieron nada ilegal y, han repetido, por activo y por pasiva, que volverían a hacerlo. Así pues, los propios independentistas se encargan de desmentir y desmontar el razonamiento de quien les ha indultado. El segundo motivo es que resulta demasiado evidente que Sánchez sigue en el poder gracias a los 7 votos de Junts y que los ha obtenido para alcanzar una escuálida mayoría, obteniendo a cambio, solamente, la seguridad de mantenerse unos meses más en el poder.

La maniobra ha sido urdida por Sánchez, pero su virrey en Cataluña es el que tendrá que dar la cara ante su electorado. La duda es si una cuarta parte de los votos que obtuvo el PSC en las elecciones generales, seguirá pensando que el PSC era el muro más seguro contra el independentismo, seguirá fiel a la sigla o se habrá convencido de que el PSC no solamente no es el “muro”, sino que es el ariete: esto es, el muñeco que, manejado por el independentismo, consigue abatir, mucho mejor que ellos mismos, las resistencias de la unidad del Estado. Porque esto es lo que viene produciéndose desde Pascual Maragall, el hombre, con el cerebro ya desbaratado por la enfermedad, que se obstinó en la reforma del Estatuto (cuando no existía demanda social alguna), pacto con ERC y dio origen al problema que actualmente sigue vivo (y no lo estaba a principios del milenio, salvo en minorías juveniles muy radicalizadas).

LO IMPORTANTE ES QUIEN SUPERARÁ A QUIEN: ERC A JUNTS O VICEVERSA

El espacio independentista es, literalmente, caótico: ni siquiera dentro de las dos grandes formaciones (ERC y Junts) se está de acuerdo en lo que se pretende y mucho menos en cómo conseguirlo. Una nebulosa se percibe en ambos partidos en sus propuestas. Agitan todavía el tema de la independencia, pero da la sensación de que lo único que les interesa es liquidar el asunto, consiguiendo un “referéndum de autodeterminación” (“no vinculante” para unos y “vinculante” para otros). A diferencia de en 2007, los más lúcidos, dan por sentado que ese referéndum daría un resultado negativo… pero, al menos, podrán ´decir a su electorado, “lo hemos intentado”. Pocos son -pocos de los que tienen neuronas y las utilizan- los que piensan que la independencia de Cataluña es posible en las actuales circunstancias. El fracaso del “procés”, les ha hecho meditar… aunque no tengan el valor de afirmarlo públicamente, porque, como se sabe, el fin de un partido nacionalista/independentista es la independencia y, si esta no se puede conseguir, ¿para qué existe la sigla?

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No vamos a presenciar un debate entre dos programas políticos realistas, sino entre un programa “posibilista” (el de ERC) que quiere seguir detentando las riendas de la gencat, y un programa “agresivo” (el de Junts) que quiere restituir en la presidencia a Puigdemont. Los dos se declaran “indepes” y quieren convencer a su electorado de que lo siguen siendo, pero, en realidad, los dos, lo que quieren es tener las más amplias parcelas de poder para alimentar a sus cuadros. Eso es todo. La duda de si se producirá el sorpasso de Junts a ERC o si ERC mantendrá la hegemonía en el jardín indepe, es lo único que está en juego. ¿Referéndum? Ambos partidos han llegado a la conclusión de que lo mejor es… “jugar y perder”.

 

LAS FUERZAS NO INDEPENDENTISTAS

Teniendo en cuenta que el PSC juega la carta del equívoco desde la misma fusión de las distintas ramas del socialismo catalán en la transición, y su postura “federalista” es tan inviable como la “independentista”, el electorado que todavía conserva cierto sentido de la realidad nacional e internacional, está ubicado fuera de los márgenes del ambiguo socialismo catalán. En efecto, nos estamos refiriendo al PP, a Vox y a los restos de Ciudadanos. El electorado no independentista y “españolista” o “estatalista”, desearía que estas formaciones se presentaran bajo una misma etiqueta. De hecho, la lógica política implica que así debiera ser y que el poder de atracción de un polo así concebido sería el tercer actor político en Cataluña (tras el bloque independentista y tras el PSC). ¿O hay que recordar que Ciutadans, fue el partido más votado en las elecciones regionales de 2017? Y su programa se reducía a un solo punto: “no al nacionalismo – no al independentismo”.

Por otra parte, la derecha no ha extraído conclusiones de su derrota en las elecciones generales de 2023 que se debió a presentarse dividida en dos opciones, lo que permitió que se perdieran “restos” en beneficio del PSOE y en aplicación de la Ley d’Hondt. Cada uno de los dos partidos cree que podrá quedar “por delante” del otro en Cataluña. Pero, lo que está demasiado claro, es que la división de las fuerzas “estatalistas” seguirá siendo el factor que las suma en la irrelevancia en la política regional.

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Si el PP queda por delante de Vox, su dirección podrá alardear de “éxito electoral” (lo más probable es que aumente el número de votos, lo que no está tan claro es de dónde procederán esos votos, si de Vox o de sectores decepcionados con el PSC) y reforzar el previsible avance que obtenga en las elecciones vascas, en donde las últimas encuestas dan una pérdida notable de votos al PSOE (en beneficio, por una parte, de Bildu y, por otra, del PP). Para Vox, quedar por delante del PP supondría mantenerse como una opción tentadora para los votantes de este último partido que cada vez más quieren posiciones más claras y menos contemporizadoras.

De todas formas, el gran error y lo que limitará las posibilidades y los resultados “estatalistas” es su persistencia en desconocer que solamente un “programa único” podría llevarlos a competir con los dos otros bloques de la política catalana.

LO QUE SERÍA DESEABLE PARA EL ESTADO

Cataluña es la única reserva importante de votos que le queda a Pedro Sánchez. Sean cuales sean sus resultados en el País Vasco, aquella comunidad no puede aportar numéricamente gran cosa al PSOE. Si Sánchez consigue detener la sangría de votos socialistas catalanes, corre el riesgo de estabilizar su situación (hoy extremadamente precaria). Pero, para eso, haría falta que Illa obtuviera un buen resultado y que esto le permitiera entrar en el gobierno de la gencat, junto a ERC (en caso de que este último, como es seguro, no obtuviera una mayoría suficiente para gobernar en solitario).

Desde el punto de vista del “interés nacional” y de la “gobernabilidad del Estado”, una derrota socialista en Cataluña o, al menos, un descenso significativo de votos (al que se uniría en apenas un mes, una derrota previsible y sin paliativos de toda la izquierda europea en las elecciones de la Unión Europea), es deseable, necesaria y supondría otro golpe de piqueta para la existencia de la sigla “PSOE”.

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Desde que se inició el “procés”, siempre hemos sostenido que la independencia de Cataluña era completamente imposible, además de inviable. Cada vez estamos más convencidos de esta afirmación. La situación catalana está tan degradada, especialmente en materia de orden público y seguridad ciudadana que, aunque la temática no ocupa el primer plano en los programas de los partidos, está ahí para quien verla: un tercio de la población catalana ha nacido fuera de España o son hijos de extranjeros; ya existen zonas en Cataluña en donde la policía ha sido expulsada y diariamente se repiten incidentes cuando la policía entra en barrios de Salou, de Tarrasa o incluso en zonas de la propia Ciudad Condal, las prisiones catalanas están descontroladas (el asesinato de una cocinera y las protestas de los funcionarios han exteriorizado la situación de control que ejercen los presos procedentes del Magreb), Barcelona ya es considerada como una de las ciudades más peligrosas del mundo… Y todo esto con la policía nacional y la Guardia Civil, literalmente expulsadas del territorio catalán y con una policía autonómica desbordada y sin posibilidades de combatir a la delincuencia. A esto se suman los problemas de desindustrialización, gentrificación, la concentración de la mitad de la población catalana en torno a la ciudad de Barcelona, con un campo abandonado a su suerte y un gobierno de la gencat, consciente de todos estos problemas, pero ansioso de comprar la paz étnico-social mediante subsidios y seguir creyendo que con un certificado de catalán, los casi dos millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes ya están integrados.

Sin olvidar que Cataluña tiene la tasa de natalidad más baja de todo el Estado (y el Estado Español una de las más bajas de todo el mundo)… ¿Quién iba a decir que después de 45 años de “Generalitat de Catalunya” la propia identidad catalana estaría en trance de desaparecer? Por que ese es el problema real y de fondo al que se enfrenta la sociedad catalana. Por mucho que se empeñe la gencat en llamar al engendro creado “Cataluña multicultural”, lo cierto es que, si es “multicultural” no es “catalana”. Ni siquiera europea. Por eso, siempre hemos sostenido que una Cataluña independiente tendría muchas más posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la UE… Lo dijimos y lo mantenemos.

 

Ernesto Milá.

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