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Dos cloaqueros franquistas: Arias Navarro y Gutiérrez Mellado

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Dos cloaqueros franquistas (I): la CIA mató a Carrero con la ayuda de…

 

 

La Transición: un timo para todos los españoles

 

Ante la gravedad de la crisis presente, en todos los aspectos de la vida española, y al margen de la ideología personal de cada uno, cada vez más españoles se preguntan cómo hemos llegado hasta aquí. Cómo la vida pública ha podido degenerar tanto en tan pocos años, si es que son pocos los que viene durando este Régimen horrendo, basado en la mentira absoluta en la Transición y la democracia.

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En realidad, el timo de la Transición no empezó con la muerte de Franco, como se nos dice, sino bastante antes. Con los propios franquistas enzarzados en una lucha a muerte por la sucesión de un Caudillo que no podía durar eternamente. Y con unos servicios extranjeros trabajando intensamente por apoderarse de España y aprovechar esas rencillas internas del propio Régimen, cuya salud se deterioraba el mismo ritmo que la de Franco.

Y al final, como no podía ser de otra manera, al final, esta olla a presión terminó reventando y se llevó por delante a la única persona que podía mantener el tinglado unido. Incluso por encima de las diferencias abismales entre las distintas facciones de los franquistas.

 

La ETA no fue, pero estuvo encantada de figurar

 

Los etarras, es tiempo ya de decirlo, son los payasos de este circo. Siempre lo fueron, ya en tiempos del Franquismo, cuando el Régimen anterior los utilizó a destajo para sus propios fines propagandísticos. Siempre viene bien tener un enemigo común y despiadado, cuanto más salvaje mejor, pero los capullos veinteañeros que vinieron a hacer su máster a Madrid no pudieron ser los autores de nada.

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Y eso se supo desde el principio. Incluso el difunto Suárez ignoró a la ETA en esta farsa de la autoría cuando afirmó, en su día, que se iba de Moncloa sin saber si la muerte de Carrero se había pagado con dólares o rublos, pero no es posible que fuera tan imbécil como para creerse eso. Más bien pienso yo que nos creía imbéciles a los españoles, como demostró en tantos otros de sus timos transicionales. Y es que hay demasiadas pruebas de que fue la CIA, en connivencia con sus cómplices en el régimen de Franco, la organización terrorista que estuvo por detrás y por delante del magnicidio de Carrero. Lo de ETA no hay quien se lo crea.

 

Hay que desmitificar el comando Madrid

 

Vamos a ver si terminamos con el mito de los temibles comandos de ETA de una puñetera vez. Porque aquí nadie niega que haya habido terroristas expertos entre sus filas, pero el común de sus famosos gudaris siempre han sido chavales en edad de ser estudiantes. Y eso cuando aún estudiaban, como era el caso en los 70, una época en que todavía mostraban una mínima preparación intelectual de algún tipo, pero en cualquier caso ese comando Madrid que mató a Carrero no era más que una pandilla de jovenzuelos. Ellos solos nunca pudieron hacerlo.

Mucho menos cuando se sabe muy bien cómo fueron sus correrías por Madrid, siempre en compañía de comunistas que estaban más fichados que el Dioni. Y pegando tiros en la Casa de Campo, claro, para entrenar. Y tomándose sus cañas por Carabanchel sin dejar de hablar en vascuence, por supuesto, para que luego digan que el Franquismo perseguía esa diversidad lingüística.

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¡Tanto daban el cante que en el bar al que iban, por cierto, demasiado lejos de Ciudad Universitaria, llamaban a estos estudiantes los de la ETA! Y a un guardia civil que frecuentaba el lugar les llamó la atención todo esto y se enteró de hasta dónde vivían, por lo que informó a sus superiores del asunto, pero recibió la orden tajante de dejar en paz a los chavales.

 

 

Cinco razones para matar a Carrero

 

Carrero Blanco era un tipo muy duro y totalmente de la cuerda de Franco, es decir: era de todos en el Régimen y de ninguno. Y fue así como ambos consiguieron hacer perdurar el Franquismo pese a las presiones externas y las discusiones internas, pero ahí está también la clave de su asesinato por varias razones.

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Una causa para matarlo, la principal, es porque no admitía las interferencias de los gringos ni de nadie. De hecho, Carrero se había reunido con Kissinger justo el día antes de su muerte, para decirle como tantas veces que no a sus guerras en Oriente Próximo. El Régimen de Franco se había caracterizado por decirles NO A LA GUERRA a los yanquis y hasta habían llegado, en su atrevimiento, a aconsejarles por su bien que dejaran en paz a los vietnamitas, como hizo el propio Caudillo con el bueno de Lyndon Johnson. Porque estos demócratas no dejaban de presionarnos para involucrarnos en sus cruzadas, entre otras injerencias graves a las que querían obligarnos y a las que ahora, curiosamente, estamos totalmente plegados.

La segunda razón para matarlo es que, al estar por encima de todas familias del Régimen, como primus inter paris al servicio sólo de Franco, Carrero resultaba el principal escollo para que ninguna de esas facciones pudiera hacerse con la hegemonía.

Y otra razón es que precisamente por esta lucha interna, entre facciones del Franquismo, para evitar que ninguna familia se sintiera desplazada, Franco había delegado en Carrero la Presidencia de un Gobierno de su elección. Un gabinete formado por tecnócratas que a él le debían lealtad, por supuesto, pero en que se le había obligado a aceptar un Ministro del Interior ajeno a él. Un miembro del sector más bunkerizado, Arias Navarro, con fuertes apoyos en las Fuerzas de Seguridad y también en personas cercanas el Caudillo. Entre otros, la propia Carmen Polo.

 

 

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Los espías de Carrero Blanco

 

También relacionado con lo anterior estaba la cuarta circunstancia, no menos importante, de que Carrero Blanco comandaba un Servicio Secreto formidable, que se enteraba absolutamente de todo. Eran los mejores espías de España y Carrero los utilizaba para neutralizar a los posibles adversarios del Régimen, que él convertía en sus propios enemigos personales. Incluso truncó la carrera de personas muy allegadas al Caudillo, porque el neutral protector del trono no se casaba con nadie. No es de extrañar, por tanto, que una vez desaparecido Carrero, muchísimos potentados respirasen tranquilos. Aliviados de no tener sobre sí esa presión latente.

Por último, la quinta gran razón para cargarse a Carrero Blanco era su austeridad. No cambiaba ni de bolígrafo por no gastar, ¿podéis imaginarlo hoy en día? Y no sólo esto, sino que se mostraba completamente intransigente con los despilfarros de los demás funcionarios, por supuesto, a los que quería hacer extensiva su estoicismo de monje. Otro rasgo más que compartía con Franco, su bienamado jefe, al que sirvió toda su vida, pero que no le hacía popular entre sus subordinados.

Y no es ilógico pensar que, en el seno de sus propias Fuerzas de Seguridad, que él controlaba totalmente, muchos gerifaltes soñarían con presupuestos más abultados y nóminas en B. Y ahí están los famosos fondos reservados para demostrarlo, que el Felipismo hizo tan famosos, pero que ya antes se manejaban a destajo.

Como podemos ver, de todas estas razones, ninguna encaja directamente con ETA. ¿Por qué? Porque los etarras, como en toda su patética historia, son irrelevantes en el magnicidio que cambió España.

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También intentaron matar a Franco

 

Esta última razón constituiría el aldabonazo último para el atentado, ya que no hay muchas dudas sobre qué Arias Navarro estuvo directamente implicado en el crimen. Es más, llegó a jactarse de ello en conversaciones que los propios agentes de Carrero, tras la muerte de éste, llegaron a interceptar y le pasaron al propio Caudillo:

Hay que cargarse al viejo… ¡Me lo paso por los cojones!

Por supuesto, se refería a Franco, pero hacía extensivo su desprecio al entonces franquista Juan Carlos:

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¡Qué se ha creído el mozo! Hemos estado a punto de cargarnos al viejo y ahora, ¿vamos a seguir aguantando el caudillaje? Eso se ha acabado, ¿me oyes? ¡Me paso al mozo por los cojones!

Por su parte, Franco aconsejaba moderación a su camarilla.

¡Qué vamos a hacer si el primer traidor es el Presidente! Pero no hagan nada, no hagan nada, que sería complicar las cosas.

 

 

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Franco se vio superado por la traición

 

¿A quién tenía prevención Franco, ya mayor y con un pie en el estribo? Lógicamente a los gringos, por supuesto, que estaban encantados de ver cómo el Régimen se descomponía: ellos serían sus herederos. Pero para monitorizar esa voladura controlada de un Régimen que los había desafiado desde el principio, pese a su inmenso poder, los yanquis necesitaban de unos ejecutores que realizaran el trabajo sucio desde las entrañas.

Y no hablo precisamente de los jovenzuelos vascos que vinieron a Madrid a hacer el mamón, no: hablo del Ministro del Interior de entonces, que alardeaba en petit comité de poderse cargar hasta a Franco, y también de un no menos oscuro personaje: el deificado General Gutiérrez Mellado. Pero de estos dos hablaremos en el siguiente episodio, donde aclararemos más detalles de este magnicidio y su manto de mentiras y silencio.

 

Dos cloaqueros franquistas (II): los mejores asesinos antifranquistas eran franquistas

 

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El Régimen Franquista tardío: un homenaje a los Corleone

 

Por más que saquen pecho los etarras y sus amigos comunistas de entonces, que eran cuatro pelagatos de Madrid, ninguno de ellos tuvo un papel mínimamente relevante en lo ocurrido con Carrero Blanco. Los franquistas no necesitaban de nadie para matarse entre ellos y liquidar, tirando cada bando por su lado, de un Régimen que sólo Franco había podido unificar. Y a la sombra del Caudillo, por supuesto, su perro guardián y estratega de cloacas: Don Luis Carrero Blanco.

Ya nos hemos referido en el artículo anterior a la imposibilidad de que ETA tuviera el más mínimo protagonismo en el gran magnicidio, tal vez el más espectacular de la Historia, pero tampoco la CIA hubiera podido hacerlo todo sin ayudas internas del Régimen. También hemos razonado cómo el Ministro del Interior del Gobierno de Carrero no sólo se cargó al Presidente, o le ayudó a morir, sino que amenazaba con matar también a Franco o al entonces joven Juan Carlos. Un Príncipe de Asturias que estaba bajo la tutela de Carrero, en todos los aspectos, por lo que la muerte repentina de éste dejó al heredero de Franco en una situación complicada. La misma que la de Amadeo de Saboya cuando mataron a Prim.

 

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La carta de Milans del Bosch a Gutiérrez Mellado

 

Para ilustrar este clima de puñales desenvainados, entre los propios subalternos de Franco, no se me ocurre un mejor testimonio que la carta del Milans del Bosch a su compañero de armas: Gutiérrez Mellado. Según Ricardo De la Cierva, probablemente la carta más dura que jamás un General español le haya escrito a otro y en la cual, escrito entre líneas, están algunas de las claves de lo sucedido. No sólo en el 23-F, en el cual ambos fueron los grandes protagonistas militares, sino incluso en la propia Guerra Civil y la muerte de Carrero. Hay que aclarar, antes de nada, que la misiva está fechada justo después del desgraciado 23-F, por lo que Milans la escribió desde una prisión militar:

No puedo empezar esta carta con el encabezamiento normal entre militares, de «mi querido amigo y compañero», porque a ti no te considero ni amigo, ni compañero, pero, además, tendría que cambiar el adjetivo de querido por el de «despreciable», que es lo que realmente siento por ti y que, a fuer de ser sincero conmigo mismo, tengo que decírtelo…

No está mal para empezar, ¿verdad? El destinatario de la carta, General Gutiérrez Mellado, había sido el supuesto héroe de la quijotada del Congreso, pero aquí llega lo interesante del asunto:

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Decía, que ni yo ni nadie, podíamos admitir lecciones de ética militar de ti, pues ¡cómo se pueden admitir de quien —siendo oficial—, la única vez que ha combatido, en vez de hacerlo al frente de sus tropas y frente al enemigo, lo ha hecho de la sucia forma de los espías, de las dos caras; de la puñalada por la espalda!

 

Un General y un Ministro con demasiados trapos sucios

 

¿Un General-espía como lugarteniente de Suárez y héroe del 23-F? Como veremos ahora, siguiendo con la carta de Milans, su historial de cloaquero se prolongaba mucho más hacia atrás:

¿No es así como luchaste en lo que yo llamo Guerra de Liberación y ahora se suele conocer por Guerra Civil? Es decir, luchamos en el mismo bando, pero de forma bien distinta: yo al frente de unidades de La Legión; tú desde dentro del bando rojo o republicano, como quieras llamarle. Y muchas y muy importantes «fechorías» debiste de hacer cuando no solamente creo que tienes el «valor reconocido» sino que, según se dice (es vox populi), tú mismo te propusiste para una importante condecoración, que un prestigioso general rechazó diciendo: «A un espía se le paga, pero no se le condecora».

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Nuestra actitud, por lo tanto, en la guerra, ha sido bien distinta y esa misma actitud la hemos seguido, los dos, en la paz: yo siempre de frente, de cara; tú siempre actuando en la sombra y por la espalda. En cuanto a tu valor «reconocido» también tendría algo que decir, pues creo que es preceptivo para alcanzarlo, tres operaciones con bajas en tu unidad o una herida frente al enemigo o un determinado periodo de operaciones. No sé que tengas nada de ello, pero en fin, algo muy importante debiste hacer en la retaguardia roja, cuando te lo apuntaron en tu Hoja de Servicios, sin pasar, tampoco, por Rusia, Ifni o Sahara…

 

La realidad de las 13 rosas: ¿un ajuste de cuentas entre franquistas?

 

Pero después de este repaso a su Hija de Servicios como espía, y no como soldado combatiente, Milans le lanza a su enemigo su estocada definitiva:

Podría seguir dando razones para demostrar que nadie puede recibir lecciones de ética militar de ti y recordar muchas cosas que se dicen de tus actuaciones y que nunca han quedado suficientemente claras: Villaviciosa, Regimiento a Caballo, muerto en la Carretera de Extremadura, etcétera, etcétera, pero estimo que no es necesario.

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Muy bien: quedémonos en ese punto. Resulta que ese famoso crimen de las 13 rosas tuvo en su organización, cuando menos, la existencia de una mano negra que no era precisamente roja: era este personaje tan curioso, el espía uniformado de Franco, a quien Milans relacionaba con un secreto a voces entre las Fuerzas Armadas: el hecho de que ese crimen de la Carretera de Extremadura, en el que otro importante gerifalte del Régimen murió, apenas terminada la Guerra, bien pudiera tener un origen franquista. ¿Por qué?

Por la misma razón por la que muchos potentados del Régimen, al enterarse de la muerte de Carrero, respiraron de alivio: ese muerto en el atentado sabía demasiadas cosas demasiado graves sobre personas influyentes del Franquismo. Y el entonces notario Arias Navarro, que en la Guerra se aplicó a fondo en la represión de los pro-gubernamentales en Málaga, al parecer tenía un pasado como masón que interesaba a toda costa ocultar. ¿Figuraba en una lista negra el que llegó luego a Ministro y hasta a Presidente del Gobierno, Don Carlos Arias Navarro? Eso explicaría por qué mataron a ese espía a traición, simulando una cacicada terrorista como la que luego prepararían contra Carrero.

 

Entre espías anda el juego

 

El desprecio visceral de Milans del Bosch por su compañero, el también General Gutiérrez Mellado, no es nada nuevo en los mundos de Inteligencia. Los soldados combatientes siempre despreciaron a los espías, que se valen del juego sucio y pueden cambiar de bando con facilidad. Y es que encima son ellos los que luego tienen la influencia suficiente como para escalar alto, en las dignidades del Estado, hasta el punto de llegar a dar órdenes a esos soldados de verdad. Y creo que con estas anécdotas que he contado sobre estos dos personajes, Arias Navarro y Gutiérrez Mellado, se puede entender un poco mejor qué clase de personas son las que toman las decisiones que afectan a los países.

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Lo más curioso de todo es que el destino es irónico, porque Gutiérrez Mellado también murió en una carretera, en su caso en un sospechoso accidente. Y Arias Navarro, por su parte, cumplió un recurrente papel en la Historia de España: el del Ministro de Interior que entierra a su Presidente y ocupa su plaza, ni más ni menos, una circunstancia surrealista, pero que se ha repetido hasta la saciedad desde Prim hasta nuestros días.

 

 

¿Cómo? ¿Qué el que mató al Presidente ocupó su sillón?

 

¿Cómo puede ser que al Ministro del Interior le maten al Presidente y no le pase nada sino al contrario, pues le encumbran hasta ocupar la plaza del caído? Resulta chocante, sí, pero es lo que sucedió con Arias Navarro y el finado Carrero: no en vano fue este oscuro malagueño el que nos comunicó a los españoles ese lacrimoso Franco ha muerto. Pero es que él mismo intentó matarlo, poco antes, lo que resulta todavía más irónico.

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Además, si no fuera así, no se entiende todo lo que sucedió antes, durante y después del magnicidio. Pensadlo bien: ¿cómo es posible que esa pandilla de jóvenes vascos que vienen a Madrid, sin tener ni idea cómo es la ciudad ni mucho menos de su oficio de terroristas, hayan podido cambiar ellos solos el rumbo de nuestra Historia? ¿Conocía Carrero Blanco, jefe del poderoso CNI de la época, las correrías del comando Madrid? Por supuesto que sí, suponemos, cuando era además el Presidente del Gobierno, lo que nos invita a pensar que Carrero estaba jugando con estos ratones por algo. Alguna razón estratégica, seguramente, como marcar objetivos por medio de seguir a estos personajes. Después de todo, es lo que hacen todos los servicios de Inteligencia con sus disidentes.

Y lo que es más inquietante aún:

¿Cómo es posible que en la Seguridad del Estado, donde conocían perfectamente los movimientos de los etarras en Madrid, les dejaran matar al Presidente? ¿Recordais la anécdota del guardia civil que quiso detenerlos y al cual le pararon los pies?

Pues hubo más episodios como ésos. El propio etarra Argala, al que luego matarían en Francia en otro atentado, acudió a un congreso de comunistas en el cinturón rojo de Madrid, y esto a pocos días del magnicidio. Tranquilamente. Parece sacado del guión de una película, ¿no creen?

 

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La CIA se aprovechó de las rencillas dentro del Régimen

 

A río revuelto, dicen, ganancia de pescadores, pero siempre hay un pescador que tiene una red más grande. Y la realidad del magnicidio de Carrero fue que la CIA, a pocos metros de la embajada yanqui en Madrid, ejecutaron a la mano derecha de Franco con la ayuda imprescindible de sus subalternos. Algunos subalternos, quiero decir, que vieron su oportunidad de pegar su zarpazo y avanzar posiciones en la lucha por el trono.

Tan grave fue el asunto que el propio nieto de Franco afirmaba, emocionado, que vio a su abuelo llorar en casa antes de que todos lo contemplásemos en público. Y su abuela le explicó que no había visto llorar a su marido desde que la Guerra terminó, tal vez porque el viejo intuía que otra contienda sangrienta empezaba: la de la lucha por el poder, pura y dura, ya sin cortapisas ni protectores del trono, porque tras Carrero sobrevino una anarquía fáctica dentro del Régimen. Y de hecho nunca hubo juicio, siquiera, como síntoma de que a nadie le interesaba remover el asunto, sino al contrario. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Lo mataron y se acabó.

No es de extrañar, por tanto, que Juan Carlos se rindiera a la evidencia de que no podía sostener ya ningún Franquismo sin Franco. Nada estaba atado y bien atado, claro está, salvo por la CIA. Por esto fue que el Emérito se plegó a las órdenes de Kissinger y echó a andar un auténtico Frankestein de Régimen, llamado democrático, pero formado por cloaqueros de todas las especies posibles: eso que llamamos Régimen del 78 y que hoy por hoy está a punto de terminar, se diría, aprovechando la triste coyuntura de una epidemia, en un enésimo golpe contra la Soberanía e Independencia de los españoles.

 

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Dos cloaqueros franquistas (III): el Presidente Arias Navarro

 

 

Gutiérrez Mellado y el Presidente Arias Navarro: un tándem mortal

 

El final de estos dos cernícalos es muy diferente según el caso, pero ante todo según la altura que ambos quisieron tomar en las cloacas del Estado. Gutiérrez Mellado, por ser más conformado que el otro, tuvo una vida útil más prolongada en esas altas esferas: llegó a Capitán General, la máxima graduación del Ejército, y pudo dedicarse a descomponer las Fuerzas Armadas como Vicepresidente de su compadre Suárez, pero todo ello se lo debe a que escaseaban los altos oficiales con tan bajos escrúpulos como él. Más tarde nos ocuparemos de su caso.

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Arias Navarro, por su parte, llegó a Presidente, ni más ni menos, por lo que estaba claro desde el principio que su vuelo iba a ser más bien corto y problemático. Es el típico caso del estadista que quiere estar con todos y con ninguno, por lo que al final se vio atrapado en su propio doble juego. Nadie se fiaba de él en el Régimen ya caducó y en el nuevo, como es lógico, no pintaba nada. Simplemente le habían utilizado los mismos que más tarde, por distintas razones, no le querían ni ver.

 

Los yanquis lo utilizaron y lo deshecharon

 

Por un lado, su propio bando del búnker andaba desnortado, tras la muerte de Franco, y Arias se veía perseguido por el propio fantasma de su culpa en la eliminación de Carrero. Y por el otro lado, el que de verdad contaba, los yanquis le volvieron la espalda, con su rey a la cabeza, poco dispuestos a sostener ese reducto de un Franquismo ya caduco. En el nuevo Régimen que se estaba fraguando, entre Washington y Londres sobre todo, ninguna de esas reliquias naftalínicas tenían lugar. Aquello era un nuevo orden que ya estaba pactado afuera de España y Arias fue utilizado, al igual que sus cómplices en el magnicidio de Carrero, para descabezar el Régimen antes de triturarlo. Y después de metido, como siempre, olvidar lo prometido.

 

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Ascendió al poder a base de sangre

 

Frente a viento y marea, el cloaquero Arias Navarro se agarraba a poltrona que tanto le había costado conseguir. Tanta sangre de otros, sobre todo, en tu imparable ascensión el poder supremo. Un largo camino desde que siendo notario en Málaga, cuando la Guerra, ocultó su pertenencia la masonería y se sumó al Alzamiento. Y tapaba así sus vínculos con el poder occidental mientras depuraba, con la máxima energía, a los elementos peligrosos para la Patria, la Religión y quién sabe si para el mismo, por su pasado, dado que tenía tanto tenía que ocultar. Hasta tal punto de que tuvieron que liquidar más tarde a Gabaldón, junto a tu chófer e hija, en ese mafioso crimen de la Carretera de Extremadura.

 

 

Ese feo asunto del que ya hemos hablado anteriormente y en el que Gutiérrez Mellado, como el General Milans le recordó en una carta pública, estaba metido hasta el cuezo. Un crimen de omertá para que Gabaldón no cantase los ilustres nombres de tantos masones y en general de personas con trapos sucios, para los parámetros de Franco y su gente, lo que podía significar el final repentino de su ascendiente en la nueva España. Por el camino, por supuesto, murieron también cabezas de turco como las 13 rosas, pero hubo más crímenes de este tipo e incluso en pleno centro de Madrid. Porque hay gente que no se conforma con salvar únicamente la vida con el cambio de chaqueta, sino que quieren progresar a toda costa, aunque sea sobre una escalera de fiambres.

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Y así fue que nuestro amigo llegó a Alcalde de Madrid, antes de ser Ministro del Interior. Y en ese puesto aprovechó enseguida la coyuntura de un Presidente como Carrero, tan temido y odiado por tantos, para liquidarlo y ocupar el sitio de su víctima. Sin embargo, él, que tanto iba de duro, no tenía el carácter ni seguramente la legitimidad de los que sí podía presumir Carrero Blanco.

 

Nadie lo quería, ni en el Régimen ni fuera de él

 

Estaba claro que era un Presidente de paso, algo interino hasta que muriera Franco y se le pudiera reemplazar por alguien más dócil para los yanquis. Porque detrás de Arias estaban los duros del Régimen, pero es que hasta sus acérrimos lo abandonaron. Por ejemplo, el veterano Iniesta Cano, que mandaba la Guardia Civil, le dejó de lado por mostrarse dispuesto a abrir el melón del aperturismo. Y hay que comprender quiénes eran los personajes. Iniesta Cano era un General veterano de la Guerra que había combatido en la División más fuerte y temida, la Mano Negra, que presumía de invencible en todas sus batallas.

Y su participación posterior en lo de Carrero parece obligada, por su responsabilidad al mando de la Benemérita, de tal modo que el propio Blas Piñar lo señaló como cómplice en el crimen. Y aparte de esos amigos y apoyos que le abandonaron, los del sector del búnker, en el Régimen era sabida su participación en el complot que mató a Carrero.

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El caso es que Arias Navarro carecía de las espaldas y los apoyos que permitían a Carrero medirse, con toda la contundencia, frente a notorios terroristas como Kissinger, que fue sin duda el verdadero capo de la conspiración. No en vano también se reuniría con el Primer Ministro italiano, Aldo Moro, justo antes de que éste fuera secuestrado y asesinado en otro espectacular magnicidio. Es el sello de la CIA, no cabe duda: organizan guerras y golpes de Estado y no disimulan sino al contrario, parecen jactarse de su impunidad. Pero en España, parece mentira, los progres se alegran mucho de casi todo lo que nos hacen.

 

 

Se ofreció a entrar en guerra con Portugal

 

Arias Navarro, por el contrario, siempre ocultó su ascensión en el poder por una escalera de ataúdes. Una lista que incluía a víctimas del propio Régimen, por lo que estaba ya marcado antes de empezar a gobernar. Pero sus intentos de seducir a unos y otros terminaron mal, porque la disidencia y la CIA ante todo no querían cambios: querían acabar con el Régimen por completo. Y desarrollaron una estrategia terrorista que culminó en el atentado de la Calle del Correo, pero que tuvo muchos episodios violentos, en los cuales Arias se jactó de emplearse a fondo. Y de una estrategia conciliadora con la oposición pasó, a golpe de atentado, a una postura más inflexible y enrocada.

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Cercado por los enemigos del Régimen quiso mostrarse duro, pero ya era tarde: los suyos le habían ya abandonado. De hecho, uno de sus gestos más patéticos fue ofrecerse a los yanquis para invadir Portugal desde España. Acabar por la fuerza con el auge comunista del país hermano, tras el éxito de la Revolución de los Claveles. Un intento desesperado por congraciarse con aquéllos a los que tanto debía, pero que a la vez tanto a él le debían también. Nada de esto le funcionó.

 

La lucecita del Pardo

 

Arias Navarro ha pasado la historia como ese señor entrañable que nos anunció el fallecimiento de Franco, con lágrimas en los ojos, pero hasta eso es otra mentira. Como ya hemos visto, Arias no sólo mató a Carrero, sino que por poco no mata a Franco. Y se jactaba de ello ante sus esbirros. Sin embargo, puede que sí haya un trasfondo de verdad en ese rostro desencajado por la pena, al dar el anuncio del fallecimiento de Franco, y es que Arias Navarro se vio muy solo en esos meses finales del Régimen.

Ahí quedan para la historia esas palabras famosas, llenas de patetismo, al recordarles a los españoles que Franco, pese a lo delicado de su salud, aún estaba vivo: la lucecita del Pardo del Caudillo, que aún trabajaba por las noches en su despacho. Sin duda alguna, la única garantía que quedaba del mantenimiento de la unidad del Régimen y de la paz, que muy pronto terminarían.

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Dos cloaqueros franquistas (IV): el General Gutiérrez Mellado

 

 

Suárez: un hombre gris del Franquismo

 

Una vez dimitido Arias, se seleccionó a otro miembro del Régimen para continuar la voladura controlada del Franquismo. Y el elegido no podía reunir mejores condiciones para la tarea: un hombre gris de Falange, el partido oficial del Régimen, de buena planta y dispuesto a acatar incómodas órdenes. Después de todo, no tenía otro pito que tocar y ahí lo pusieron: de Presidente del Gobierno, ni más ni menos. Un puesto para el que Arias Navarro tuvo que pelear tanto, correr los riesgos que todo cloaquero enfrenta, pero Suárez se encontró con el poder servido en la mesa. De hecho, se trataba de un protegido del propio Arias.

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¿Hasta qué punto era un traidor Gutiérrez Mellado?

 

¿Hasta qué punto era Gutiérrez Mellado un traidor o no? Yo no tengo nada claro. Por un lado, se le pueden atribuir todas las canalladas de Suárez y sus amigos, por haber permitido que se desarrollase el kamikaze Sistema de las Autonomías. Y todo ello en paralelo con la destrucción controlada del Ejército hasta reducirlo, tras sucesivos vaivenes, a la ONG-ETT que es hoy en día. Un dócil instrumento al servicio de los políticos o, mejor dicho, de los intereses globalistas de la OTAN y otras organizaciones genocidas.

Y recordemos el papel trascendental que tuvo Gutiérrez Mellad o en todo esto al llegar a encarcelar, incluso, a generales que habían sido compañeros suyos de armas. Y él sabía que se iba a producir el 23-F y no hizo nada para evitarlo, como Vicepresidente y General, por lo que no se puede aducir que estaba castigando a unos golpistas: él mismo lo era y de raíz, al permitir el 23-F y ante todo la infame Constitución del 78.

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El proyecto nuclear español: la última carta de la independencia nacional

 

Suárez y su lugarteniente militar y cloaquero, Gutiérrez Mellado, a pesar de todas sus traiciones a la Patria, sí tienen un argumento en su favor para el juicio de la Historia: el Proyecto Islero del arma nuclear española.

Se trata del secreto a voces, aunque siempre mal contado, de que la España de Franco tuvo en su mano el comodín del arma nuclear, y de haberlo conseguido es muy probable que nuestro devenir hubiera sido muy distinto. ¿Os imagináis la España de la Restauración utilizando el submarino de Isaac Peral contra los yanquis, en la Guerra de Cuba? Los enemigos internos de España nunca permitieron que desarrollásemos esa arma fundamental, que hubiera podido dar un vuelco al declive militar español contemporáneo. Pues bien, una traición similar impidió que nuestro país se convirtiera ni más ni menos que en un miembro de ese selecto club de naciones independientes. Y, ¿qué es lo que da la verdadera independencia a una nación moderna? El arma nuclear.

 

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Cuando veas las barbas de Al Assad cortar, pon el hidrógeno a remojar

 

Lo hemos visto recientemente. ¿Qué es lo que impide a los gringos invadir Corea del Norte, como les gustaría, al igual que han hecho con Siria o Irak? El arma nuclear. ¿Qué les pone tan nerviosos a los del Imperio, en el tema de Irán? El arma nuclear. ¿Qué arma nos faltaría para no haber tenido que sufrir el maldito calvario del Régimen del 78 y las constantes agresiones externas, e internas (facilitadas desde el exterior)? El arma nuclear. Al final, todo lleva a lo mismo.

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Los que quieren salvar vidas se preparan para la III Guerra Mundial

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Mientras se empeñan en salvarnos de sospechosos virus, que nacen y se propagan muy sospechosamente, nuestros infalibles estadistas «europeos» se preparan para ventilar sus diferencias con Rusia, China o Irán por las bravas. Es decir: mientras nos cuentan el rollo de que quieren salvar vidas, que tenemos que ser responsables con la abuela, ellos se preparan para la Tercera Guerra Mundial. Y se preparan para conflicto de total intensidad con un saldo de millones y millones de víctimas, que ninguna pandemia de la señorita pepis como la presente puede provocar. Tiene todo el sentido.

 

Me pregunto qué hará Felipillo Sexto cuando empiece la guerra de sus jefes contra Rusia y tal. Seguro que va a la cabeza de las tropas, en plan Cid.

 

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El Régimen del 78 quiere llevarnos ahora a la Tercera Guerra Mundial

 

Se trata de la misma gentuza que provocaron la primera y segunda guerras mundiales, convenciendo a los gobiernos de ambos bandos de que podían ganar sin problemas. Que París o Berlín sería un asunto de dos semanas, cuando a la postre lo fue de no menos de 4 años en cada guerra y con un saldo a corto y largo plazo devastador.

 

En el caso de la Primera Guerra Mundial, además, complicaron aún más el tema con lo que luego llamaron la gripe española, pero que fue una enfermedad contagiosa de tipo respiratorio que se extendió como la pólvora por todos los continentes. No especialmente por culpa de ningún español, luego, ¿por qué llamarlo gripe española? Porque mientras en el resto del continente europeo luchaba a muerte, en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, en la pacífica España solo teníamos el enorme problema de la gripe tan fuerte que vino esos años. Y, por tanto, le prestábamos más atención, mientras que en el resto de Europa reinaba la censura. Y así es como nos engañan siempre. Como ahora.

 

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Tenemos que dejar de leer la prensa del Régimen

 

Creo sinceramente que tenemos que dejar de leer la prensa del Régimen. Está claro que ellos tienen más medios económicos y de todo tipo para soltar su propaganda por todas partes, incluso su burda y asquerosa propaganda de guerra, en la cual nos van preparando para el próximo conflicto contra Rusia, China, Corea del Norte o Irán. Y por supuesto que venden unos tratamientos médicos experimentales como si fueran auténticos virólogos, pero todo el mundo sabe que los periodistas son por lo común personas que saben de todo y de nada. por eso me resulta sorprendente que se ponga a pontificar sobre pandemias y guerras de las cuales no tienen ni puñetera idea. Y aquí estamos unos pocos, como en Braveheart, desafiando en inferioridad a la tiranía. Porque ya no tenemos ni siquiera un miserable sector del estado que nos pueda respaldar, tal y como si lo hubo en el pasado.

 

¿Sabías que cinco presidentes del Gobierno de España murieron en 100 años por evitar la guerra?

 

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Es uno de los grandes misterios de la historia de España, pero tiene una fácil explicación. Cómo les vas a contar a los españoles que tuvimos cinco presidentes del Gobierno tan valientes que dieron su vida por la patria a manos de los terroristas más cutres, pero más pagados, por el poder internacional, por constituir obstáculos en los planes de esos verdaderos terroristas. Proponerse a una dictadura mundial que está basada en el terrorismo, la guerra y el saqueo organizado de continentes enteros. Todo ello mientras nos hablan de democracia y escribe en la historia como le sale a ellos de las narices, que ya enterraremos a esos presidentes y a los que cagan con ellos por la puerta de atrás.

 

La triste lista de presidentes asesinados en España

 

Y para el que piense que me invento algo, ahí está la triste lista de presidentes asesinados en España por cumplir con su deber hacia los españoles: Prim, Cánovas del Castillo y Canalejas fueron asesinados por oponerse al saqueo yanki de Cuba. Y Eduardo Dato cayó por oponerse a nuestra entrada en la Primera Guerra Mundial y a la entrada del comunismo en España, casi 15 años antes de la Guerra Civil.

Y por último tenemos al denostado Carrero Blanco, a quién el sistema no le perdonó nunca la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial y mucho menos que negase el uso de las bases yankis en España para atacar a los árabes en 1973. después de todo, fue el día después de reunirse con Kissinger que este Presidente salió volando por los aires, precisamente por atreverse a decirle que no a la guerra a semejante personaje. Una realidad como un templo que obvian los idiotas que hacen chistes sobre su muerte, pero la realidad tozuda es que desde entonces somos las marionetas más tristes del imperialismo más criminal que ha habido una historia de la Humanidad.

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La forma en que murieron los presidentes de España asesinados

 

La forma en que murieron los presidentes de España asesinados dice mucho de los autores intelectuales que hay detrás. Y empezando fuerte con el asesinato de Prim en Madrid, cuyo carruaje cayó en una emboscada en la cual sicarios armados con trabucos dispararon a placer contra el Presidente del Gobierno. Sin embargo, como era un hombre excepcionalmente fuerte, acompañado de una buena, aunque insuficiente escolta, pudo salir del trance sin mayores daños que una mano perdida y algo de metralla en el organismo. Pero vivo. Un panorama que cambio al llegar a su palacio presidencial y ser rematado por sus compañeros de Gobierno, que lo apuñalaron por la espalda y el estrangularon a lazo.

 

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Estos políticos deberían probar lo que es ser carne de cañón antes de pensar tanto en la guerra (que no piensan)

 

Un modo de morir brutal que siguieron empleando esos impunes asesinos de Estado con los tres presidentes siguientes: Cánovas del Castillo o el también bravísimo Canalejas, que se puede soldadito a la guerra de Cuba con 43 añitos para probar lo que era ser la carne de cañón de los políticos. Otro pecado capital fue el intentar evitar que los hijos de los ricos fueran a la guerra, como los hijos de los campesinos y obreros. Normal que acabase con un tiro en la nuca. Pero estos políticos de ahora deberían probar lo que es ser carne de cañón antes de pensar tanto en la guerra (que no piensan).

 

Y luego vino el espectacular asesinato de Eduardo Dato en la Puerta de Alcalá, al más puro estilo gánster, pues dejaron su coche no blindado como un colador. Y por último tenemos el magnicidio más espectacular de todos los tiempos, el de Carrero Blanco, que por supuesto no ejecutaron los cuatro turistas de ETA que estaban en Madrid por esos días. Y así de impunes quedan estas cosas, por lo general.

 

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Un desierto de líder políticos: salva patrias que no trabajaron en su puñetera vida

 

Eso es España y el mundo ahora mismo. No hay líderes y los que parece que hay son meros bufones, que sigan las directrices de un único Sistema internacional, por más que nos vendan historias como el Prometeo Trump o Vakunator Putin. Yo hace tiempo que ya no me creo nada de esto. Porque he conocido líderes de verdad a través de las páginas de la Historia y no tenían nada que ver con estas ridículas marionetas que nos presentan ahora. Y es que parece un chiste de mal gusto que estén hablando todo el día de Casado o Pablo Iglesias o Abascal. Es un auténtico insulto a la inteligencia de todos los españoles que nos presenten a estos salvapatrias, que para empezar no han trabajado en su puñetera vida. Y la gente se queda tan pancha.

 

 

Un Jefe de la banda que da vergüenza ajena

 

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Por eso me quiero acordar especialmente de la basura de historia que nos enseñaban en el colegio y casi te diría también que en el Instituto. Siempre obviando la realidad de que nuestro estado ha sido agredido en multitud de ocasiones por una mafia internacional qué se dedica a pastorear los pueblos como si fuéramos reses camino del matadero. Con gobierno como los que hemos tenido en los últimos decenios en España, todos ellos comprados y para empezar con un jefe del estado que lo único que produce es vergüenza ajena. Porque no hace nada ni pinta nada.

 

Es un funcionario a las órdenes de otros, igual que sus chambelanes, entre los que se encuentran Rajoy o su camarada Sánchez, todos ellos con el común denominador de que no pintan absolutamente nada. Pero el peligro de la guerra viene de otros.

 

Cualquier día salimos volando

 

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Cualquier día salimos volando, luego no digáis que Miguel de Cervera no avisó, pero lo llevo diciendo hace muchos años. Y como yo, Pío Moa y unos cuantos profetas más en el desierto, que simplemente no miramos para otro lado cuando la cosa empieza a pintar muy fea.

 

Porque ya demostró Rajoy en su día que si Trump descolgaba el teléfono él estaba dispuesto a ir a la guerra con los cuatro barcos y aviones que todavía nos quedan. Pero no para defender nuestras soberanía nuestras aguas territoriales ni para proteger a los canarios o ceutíes. Eso no, que es muy facha. Pero enseguida mandamos los cuatro barcos y aviones que nos quedan a defender a letonia o Lituania (¿o era Estonia?) de una agresión rusa que solo existe en sus pajas mentales. Porque la verdadera agresión es lo que perpetra la OTAN todos los días en todas partes, aparte de hacer el ridículo cuando les interesa, como han hecho recientemente en Afganistán.

 

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