Sociedad
España, un país roto por el socialismo y cuyas principales esperanzas se llaman Abascal y Ayuso
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4 años agoon
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Estamos viviendo momentos de auténtica desvertebración y fractura de un país, cuyo origen es claro y tiene como principal protagonista al Partido Socialista Obrero Español. Su reciente historia es la narrativa de la falacia, de la contradicción y del engaño pueril al obrero y a todo ciudadano español.
La situación es tan crítica que no da tiempo a poder asumir ni reproducir los desmanes de un PSOE que cursa sus horas más bajas en sus 142 años de fariseísmo, y que utiliza un nuevo barullo para tapar el anterior escándalo y conseguir desviar la atención, en una borrachera mareante y continuada de sonrojo nacional.
A ello se acompaña, por parte del socialismo español, la máxima de la ley de propaganda del nazi Joseph Goebbels: “repetir una mentira con suficiente frecuencia, se convierte en una verdad”. De ahí que repitan hasta la saciedad sus eslóganes fetiches y de puño en alto.
Los debates con socialistas frecuentemente terminan en la manida frase de que el único partido que defiende al proletariado es el PSOE o, en su caso, el Partido Comunista-Podemos. Sin embargo, el ADN de este partido durante muchos momentos de su historia, y claramente en los últimos 20 años, solo ha significado ruina y miseria para el trabajador, que no para las clases dirigentes.
Retrocedamos a las elecciones de 2.008. Los españoles sabíamos que la burbuja inmobiliaria consolidada durante el primer gobierno social-zapaterista había estallado y la crisis se avecinaba de forma inminente. Todos recordamos las mentiras vertidas por el Ministro de Economía Pedro Solbes en aquel famoso debate televisivo contra Manuel Pizarro, expresidente de Endesa y que decidió dejar su puesto en la empresa privada para aventurarse en política de la mano del Partido Popular.
Pedro Solbes falseó hasta límites insospechados, y ganó el debate a un Manuel Pizarro, hábil en lides empresariales, pero neófito en aventuras políticas. Pedro Solbes fue el gran artífice de la victoria electoral de José Luis Rodríguez Zapatero, aunque dimitió en poco más de un año de su cargo de Ministro de Economía, de forma pueril y cobarde frente a todas aquellas palabras y predicciones que, como bien sabía, nunca se cumplieron, y que llevaron al mayor de los desastres a España y a sus trabajadores.
El problema de España se llama Partido Socialista Obrero Español. Hay que decirlo de forma clara y contundente. Sin miedo. Los herederos de aquellos defensores de la clase proletaria ni siquiera han sido nunca proletarios, pero eso no es lo malo, lo malo es que la mayoría ni siquiera han sido nunca trabajadores.
Gran parte de los dirigentes socialistas provienen de familias acomodadas, que han visto como forma de vida el medrar en un partido a base de decir frases hechas y muy bonitas para el público en general. Tener labia y billetera parece suficiente para conseguir la prebenda de muchos medios de comunicación, que propician el engaño del pueblo apoyando a políticos que juegan a defender a los necesitados mientras llenan sus bolsillos de dinero.
Si nos centramos en Cataluña, que tiene un último capítulo en los indultos de los encarcelados por el “proces”, los únicos culpables de la vorágine actual no son los partidos independentistas, que tan solo han usado un títere como el PSOE para sus desmanes. El principal protagonista del desvarío fue el ex-Presidente de España y Secretario General del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, que promovió el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña en el año 2.006 con el fin de conseguir el apoyo de los nacionalistas catalanes en su gobernanza y que ha sido el origen de la actual fractura territorial.
En aquellos años, ejerció como compinche directo Pasqual Maragall, líder del Partido Socialista Catalán (PSC) y Presidente de la Generalidad de Cataluña, gracias al cual José Luis Rodríguez Zapatero había conseguido previamente la Secretaría General del PSOE. El Partido Socialista Catalán siempre ha sido enemigo del resto de España, reaccionario e insolidario con otras regiones. Pero eso parece dar igual a unos socialistas que hace tiempo abandonaron la lucha de clases por la lucha por la poltrona.
En ese año 2.006, el día de la aprobación del “Estatut”, el citado Pasqual Maragall pronunció la solemne frase “Pasará a nuestra memoria colectiva como un día de celebración”. El gran impulso del proceso independentista había tomado pie con la colaboración del PSOE y del PSC. Con el “Estatut” comenzó la quiebra de un país. El Congreso de los Diputados de España recogió 189 votos a favor (PSOE, CIU, PNV, IU, CC y BNG), 2 abstenciones (Chunta y Nafarroa Bai) y 154 votos en contra (PP, ERC y EA).
El Partido Socialista es el gran culpable de la situación actual, con un Pedro Sánchez fiel a su mentor José Luis Rodríguez Zapatero. Mientras tanto España se rompe, aumentan las tensiones internas, se favorecen a regiones de cuyos votos dependen y se utilizan a los medios de comunicación para adormecer conciencias y manipular al votante.
El Partido Popular ha pasado una época gris con Mariano Rajoy. Ayuso y Cayetana son las esperanzas populares. Y sino, tan solo queda Santiago Abascal.
Alejandro Martítegui.
España
Así funcionaba la sauna Adán, el prostíbulo más lucrativo del suegro de Sánchez: «Era una máquina de hacer dinero»
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21 horas agoon
09/11/2025By
AGENCIAS
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Sabiniano Gómez, suegro del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y padre de Begoña Gómez, llegó a gestionar casi una veintena de locales que, aunque aparentaban ser saunas, en realidad, eran prostíbulos. Este periódico comparte un fragmento de un capítulo del libro «La Sagrada Familia» de Alejandro Entrambasaguas, donde se describen con detalle el interior y las actividades de la sauna Adán, la más rentable de la familia política del jefe del Ejecutivo.
Hay lugares donde el poder no se exhibe, sino que se esconde. Donde no hay discursos, sino miradas esquivas; donde no hay focos, sino rincones. Donde los apellidos se disuelven en la penumbra con la misma facilidad con la que se dejan en el perchero los escrúpulos. Allí, en ese vapor denso y cargado de anonimato, la moral no desaparece: se adapta. Se pliega. Se retuerce. Como una toalla húmeda al cuerpo. La sauna Adán, en pleno centro de Madrid, a escasos metros de la Gran Vía y no muy lejos del Congreso de los Diputados, es uno de esos espacios. En apariencia es un local más dentro del circuito de saunas para homosexuales que hay en la ciudad. Pero, en realidad, es mucho más. Es un punto de encuentro oscuro y decadente, una cápsula de penumbra donde convergen historias y estructuras de poder con una relevancia mucho mayor de lo que su fachada anodina podría sugerir.
Lo que convierte a este lugar en una pieza clave del puzzle político no es su clientela, sino su propiedad. La sauna Adán pertenece a la familia de la esposa del presidente del Gobierno. En San Bernardo, al calor de un sótano húmedo, el suegro del presidente gana dinero —y no poco— con la prostitución encubierta de hombres. Hay dinero, silencio y complicidad. Durante meses, esta sauna no fue más que un apunte entre mis notas. Un nombre más, perdido entre otros datos marginales. Pero todo cambió cuando logré localizar a un cliente habitual. Lo llamaremos Eme. Su relato es simplemente un testimonio detallado, lúcido y desgarrador por momentos. Una descripción minuciosa del estado lamentable del establecimiento, una mezcla entre lo sórdido y lo insalubre, entre lo cutre y lo peligroso, pero también una radiografía del ecosistema que allí se cultiva. Un caldo turbio de deseo, poder, abandono y cinismo.
Antes de sumergirse en los pasillos húmedos de la sauna conviene detenerse unos segundos en su fachada. Un cartel de neón verde, encendido día y noche durante años, proclamaba sin ambages la palabra sauna. Un anuncio luminoso que era, a la vez, invitación y advertencia. Un faro turbio para quienes sabían bien lo que iban a buscar. Dentro, olor a humedad antigua, desinfectante barato y cuerpos sudados. Una toalla áspera, unas chanclas de plástico combado y cinco euros bastaban para adentrarse en ese ecosistema sin preguntas, sin nombres, sin registro. Allí sobraba la vergüenza. Solo existían la piel, el silencio y la necesidad.
A la izquierda estaba la zona de vestuarios: taquillas metálicas que parecían sacadas de un gimnasio abandonado. Cerraduras sueltas, metal rugoso de óxido, un suelo que era una charca disimulada con lejía. Sin música. Solo el eco de las chanclas y un olor espeso, agrio, que se quedaba en la garganta como un nudo. Dos caminos: escaleras hacia las habitaciones privadas y escaleras hacia el sótano, donde empezaba lo serio. Un pasillo largo, húmedo, sin ventilación. Suelo pegajoso. Paredes cubiertas de condensación y algo más. Bombillas colgando como heridas abiertas. Cubículos con colchones plastificados y mantas sucias. No eran camas. Eran superficies de uso, y el uso era evidente.
Al fondo, duchas con agua intermitente y olor agrio. No sabías si estabas limpiándote o infectándote. Si entra Sanidad aquí, los mete a todos en la cárcel. Pero allí seguía. En funcionamiento. Con tráfico constante. Ese sótano era el secreto de una familia poderosa. Apenas cuatro o cinco chicos se movían por las instalaciones. Jóvenes delgados, cuerpos cuidados, piel morena. No eran visitantes. Eran parte del mobiliario. Se acercaban sin disimulo. Voz baja, tono neutro, mensaje claro: no había deseo. Había tarifas. Se tarifaban. Era una máquina de hacer dinero.
Una barra servía cerveza caliente en un vaso de plástico blando. Una televisión sin volumen. Alrededor, chicos turnándose para acercarse. Algunos con sonrisa rápida, otros con ojos gastados. No había espontaneidad, pero todo parecía natural. Era un sistema silencioso y constante. Además de prostitución, allí se mueve droga. Cocaína a cincuenta euros el gramo. Sin disimulo, sin miedo, como si ofrecieran un caramelo. Una economía integrada en la humedad del local. La sauna ya no era sauna. Era una pequeña economía del subsuelo. Sexo, droga, compañía, evasión. Un engranaje funcional, sin fricción, sin sobresaltos.
En 1984, el local fue escenario de una muerte terrible. Un hombre recibió una descarga que lo mató en el acto al tocar una caja de conexiones mal cerrada. El Tribunal Supremo ratificó la responsabilidad civil subsidiaria de Sabiniano Gómez. Pero el local siguió abierto. Dinero, vapor y silencio. Hoy, el local está cerrado. Pandemia, no ética. El cartel apagado no es la huella del tiempo, sino de una historia que alguien prefirió dejar así, a medio borrar. Porque mientras la familia de sus propietarios levantaba banderas por la igualdad, en San Bernardo se abría cada día un negocio donde la dignidad se alquilaba por minutos. La sauna Adán fue eso: una grieta en el relato. Un negocio discreto. Un sótano sin ventanas donde los cuerpos y el dinero cambiaban de manos. Y el poder, simplemente, miraba hacia otro lado.

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