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España

El PSOE ganaría con comodidad gracias al voto dividido de la derecha, que se aleja de la mayoría absoluta

Redacción

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A menos de una semana de las elecciones generales, el tiempo no pasa por la fotografía de lo que puede ocurrir el 28 de abril. La encuesta de GAD3 ratifica que el PSOE será el partido más votado y que disfruta de una tendencia al alza. El PP será la segunda fuerza, pero con una perspectiva declinante. Ciudadanos se consolida como tercera con un leve crecimiento, y Vox arrebata la cuarta posición a un Unidas Podemos estancado.

Los socialistas de Pedro Sánchez obtendrán, de acuerdo al sondeo, un resultado similar al que obtuvo Mariano Rajoy el 26 de junio de 2016. Cosecharán entre 134 y 139 diputados, y superarán los escaños de PP y Ciudadanos juntos, que sumarán entre 123 y 130. Pero a pesar de esta victoria, Pedro Sánchez no tiene garantizado gobernar porque su aliado natural, Unidas Podemos, sigue hundido en el pozo de los 27 escaños, los mismos que en el sondeo de GAD3 de hace un mes.

Entre socialistas y morados llegan a una horquilla de 161 y 166 con el 43,6% de los votos. En el otro bloque, aunque superan en papeletas a la izquierda -entre PP, Ciudadanos y Vox reúnen el 45,4%- obtienen menos diputados, entre 153 y 162.

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Claro que todas estas cifras surgen de una encuesta realizada entre el 1 y 19 de abril, y es improbable que refleje el impacto entre el electorado de la polémica de los debates, si es que lo ha tenido.

Antes de los duelos televisivos de este lunes y mañana, el PSOE mantiene su luna de miel con el electorado. Algo que deja una sensación agridulce en el comité de campaña socialista que no disipa el temor a la desmovilización de sus votantes al creer que la victoria está en el bolsillo, pero que tampoco esconde su satisfacción por la buena marcha de su campaña a pesar del tropezón del debate.
Fórmulas para pactar

Sánchez dice que no se da por satisfecho con estos resultados y aspira a contar con una mayoría más amplia que mejore el margen para los pactos. Con estas cifras, podría asegurarse la investidura con el respaldo de Ciudadanos, sumarían entre 176 y 183 asientos en el Congreso. Pero Albert Rivera ya no sabe cómo decir que esa posibilidad no existe, aunque los socialistas dudan de su credibilidad y se remiten a lo que pasó hace tres años tanto con Sánchez como con Rajoy.

Si esa fórmula no es viable, los socialistas tienen la variante de pactar con Unidas Podemos, PNV y Esquerra, una alianza que se va hasta los 180 o 185 diputados. El líder del PSOE admite que los independentistas catalanes no son su primera opción para sellar acuerdos, pero distingue entre el posibilismo de los republicanos y el irredentismo de Junts per Catalunya bajo los dictados de Carles Puigdemont y Quim Torra.

El estudio señala también que el PP se enfrenta a la posibilidad de obtener los peores resultados desde que es PP, los 107 diputados que obtuvo José María Aznar en 1989. Su retroceso de casi dos puntos y 13 diputados respecto a marzo alimenta las subidas de Ciudadanos y Vox, que mejoran cada uno media docena de escaños.

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España

Así funcionaba la sauna Adán, el prostíbulo más lucrativo del suegro de Sánchez: «Era una máquina de hacer dinero»

AGENCIAS

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Sabiniano Gómez, suegro del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y padre de Begoña Gómez, llegó a gestionar casi una veintena de locales que, aunque aparentaban ser saunas, en realidad, eran prostíbulos. Este periódico comparte un fragmento de un capítulo del libro «La Sagrada Familia» de Alejandro Entrambasaguas, donde se describen con detalle el interior y las actividades de la sauna Adán, la más rentable de la familia política del jefe del Ejecutivo.

Hay lugares donde el poder no se exhibe, sino que se esconde. Donde no hay discursos, sino miradas esquivas; donde no hay focos, sino rincones. Donde los apellidos se disuelven en la penumbra con la misma facilidad con la que se dejan en el perchero los escrúpulos. Allí, en ese vapor denso y cargado de anonimato, la moral no desaparece: se adapta. Se pliega. Se retuerce. Como una toalla húmeda al cuerpo. La sauna Adán, en pleno centro de Madrid, a escasos metros de la Gran Vía y no muy lejos del Congreso de los Diputados, es uno de esos espacios. En apariencia es un local más dentro del circuito de saunas para homosexuales que hay en la ciudad. Pero, en realidad, es mucho más. Es un punto de encuentro oscuro y decadente, una cápsula de penumbra donde convergen historias y estructuras de poder con una relevancia mucho mayor de lo que su fachada anodina podría sugerir.

​Lo que convierte a este lugar en una pieza clave del puzzle político no es su clientela, sino su propiedad. La sauna Adán pertenece a la familia de la esposa del presidente del Gobierno. En San Bernardo, al calor de un sótano húmedo, el suegro del presidente gana dinero —y no poco— con la prostitución encubierta de hombres. Hay dinero, silencio y complicidad. Durante meses, esta sauna no fue más que un apunte entre mis notas. Un nombre más, perdido entre otros datos marginales. Pero todo cambió cuando logré localizar a un cliente habitual. Lo llamaremos Eme. Su relato es simplemente un testimonio detallado, lúcido y desgarrador por momentos. Una descripción minuciosa del estado lamentable del establecimiento, una mezcla entre lo sórdido y lo insalubre, entre lo cutre y lo peligroso, pero también una radiografía del ecosistema que allí se cultiva. Un caldo turbio de deseo, poder, abandono y cinismo.

​Antes de sumergirse en los pasillos húmedos de la sauna conviene detenerse unos segundos en su fachada. Un cartel de neón verde, encendido día y noche durante años, proclamaba sin ambages la palabra sauna. Un anuncio luminoso que era, a la vez, invitación y advertencia. Un faro turbio para quienes sabían bien lo que iban a buscar. Dentro, olor a humedad antigua, desinfectante barato y cuerpos sudados. Una toalla áspera, unas chanclas de plástico combado y cinco euros bastaban para adentrarse en ese ecosistema sin preguntas, sin nombres, sin registro. Allí sobraba la vergüenza. Solo existían la piel, el silencio y la necesidad.

​A la izquierda estaba la zona de vestuarios: taquillas metálicas que parecían sacadas de un gimnasio abandonado. Cerraduras sueltas, metal rugoso de óxido, un suelo que era una charca disimulada con lejía. Sin música. Solo el eco de las chanclas y un olor espeso, agrio, que se quedaba en la garganta como un nudo. Dos caminos: escaleras hacia las habitaciones privadas y escaleras hacia el sótano, donde empezaba lo serio. Un pasillo largo, húmedo, sin ventilación. Suelo pegajoso. Paredes cubiertas de condensación y algo más. Bombillas colgando como heridas abiertas. Cubículos con colchones plastificados y mantas sucias. No eran camas. Eran superficies de uso, y el uso era evidente.

​Al fondo, duchas con agua intermitente y olor agrio. No sabías si estabas limpiándote o infectándote. Si entra Sanidad aquí, los mete a todos en la cárcel. Pero allí seguía. En funcionamiento. Con tráfico constante. Ese sótano era el secreto de una familia poderosa. Apenas cuatro o cinco chicos se movían por las instalaciones. Jóvenes delgados, cuerpos cuidados, piel morena. No eran visitantes. Eran parte del mobiliario. Se acercaban sin disimulo. Voz baja, tono neutro, mensaje claro: no había deseo. Había tarifas. Se tarifaban. Era una máquina de hacer dinero.

​Una barra servía cerveza caliente en un vaso de plástico blando. Una televisión sin volumen. Alrededor, chicos turnándose para acercarse. Algunos con sonrisa rápida, otros con ojos gastados. No había espontaneidad, pero todo parecía natural. Era un sistema silencioso y constante. Además de prostitución, allí se mueve droga. Cocaína a cincuenta euros el gramo. Sin disimulo, sin miedo, como si ofrecieran un caramelo. Una economía integrada en la humedad del local. La sauna ya no era sauna. Era una pequeña economía del subsuelo. Sexo, droga, compañía, evasión. Un engranaje funcional, sin fricción, sin sobresaltos.

​En 1984, el local fue escenario de una muerte terrible. Un hombre recibió una descarga que lo mató en el acto al tocar una caja de conexiones mal cerrada. El Tribunal Supremo ratificó la responsabilidad civil subsidiaria de Sabiniano Gómez. Pero el local siguió abierto. Dinero, vapor y silencio. Hoy, el local está cerrado. Pandemia, no ética. El cartel apagado no es la huella del tiempo, sino de una historia que alguien prefirió dejar así, a medio borrar. Porque mientras la familia de sus propietarios levantaba banderas por la igualdad, en San Bernardo se abría cada día un negocio donde la dignidad se alquilaba por minutos. La sauna Adán fue eso: una grieta en el relato. Un negocio discreto. Un sótano sin ventanas donde los cuerpos y el dinero cambiaban de manos. Y el poder, simplemente, miraba hacia otro lado.

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