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España

El Gobierno a la Generalitat ofreció la salida de los presos y la vuelta de Puigdemont

Redacción

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Un día después de la reunión celebrada en La Moncloa, entre representantes del Gobierno y de la Generalitat, se van conociendo algunos detalles y asuntos tratados en las tres horas que duró el encuentro. Sin orden del día, ni actas de la primera sesión de la mesa de diálogo para resolver lo que los partidos que forman los dos gobiernos definen como «conflicto político» en Cataluña, los independentistas iniciaron ayer la filtración de los temas concretos que se trataron en La Moncloa.

Según cuenta ABC, fuentes de ERC indican que desde el Gobierno se planteó tratar el asunto de los presos condenados por el referéndum ilegal de 2017 (Oriol Junqueras, entre ellos) y la situación de los fugados (Carles Puigdemont, sobre todo), que los secesionistas consideran exiliados. Una oferta que debería ir acompañada de la renuncia de los independentistas a seguir con el «procés». Elsa Artadi (JpC), que formó parte de la delegación de la Generalitat en la mesa de gobiernos, dio por buena la filtración en declaraciones a Onda Cero -adelantada por «El Nacional» horas antes-. Un aspecto que, sin embargo, el Ejecutivo matizó, pues aseguraron, desde La Moncloa, que en la reunión no se habló en ningún momento «en estos términos».

Pese a esto, tanto Artadi como Marta Vilalta (ERC), que también formó parte de la delegación autonómica y habló este jueves para Rac1, se mostraron muy claras y tajantes a la hora de tratar este asunto. «Lo que se ha de resolver es el conflicto político y se ha de hacer a través del derecho a la autodeterminación. Aunque los presos y los exiliados vuelvan, seguirá habiendo un conflicto político. Les sorprendió, porque se pensaban que con esto ya era suficiente», indicó Vilalta, en relación a la oferta que habría propuesto el Gobierno.

En la misma línea, fuentes de ERC señalaron a ABC que un representante de la delegación del Gobierno preguntó: «Bueno, ¿y qué quereís, que hablemos de los presos y los exiliados?». Estas palabras habrían sido pronunciadas por Carmen Calvo, vicepresidenta primera, quien planteó -según las fuentes consultadas- si darle una salida a los presos, el retorno de los fugados y recuperar la parte inconstitucional del Estatuto de Autonomía de 2006 serviría para cerrar «el conflicto político», y que conllevaría a que el independentismo renunciase a seguir con el «procés». La delegación autonómica catalana respondió con un claro «no». Una circunstancia, situación y respuesta que fuentes de la Presidencia de la Generalitat también aseguraron que se dio en La Moncloa el miércoles.

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Artadi se expresó en términos similares a los de Vilalta. «Tenemos la impresión de que el Gobierno español cree que, solucionando el tema de los presos políticos o los exiliados, ya ha solucionado el conflicto. No es así, nuestro objetivo no es solo solucionar la represión, sino que la ciudadanía se exprese. El modelo de financiación y que salgan los presos no soluciona todo», añadió.

No, «en esos términos»

Además, la diputada autonómica de JpC y exportavoz de la Generalitat recordó la posición del independentismo respecto al lenguaje utilizado en el comunicado conjunto, emitido tras la reunión, en relación sobre todo al término «seguridad jurídica». Para la Generalitat, en manos del presidente autonómico Quim Torra, según dijo Artadi: «La seguridad jurídica no quiere decir la actual Constitución tal y como está». E insinuó que los acuerdos a los que se lleguen entre los dos gobiernos, en la mesa de diálogo, deberían llevar consigo algunas modificaciones legislativas. En este sentido, advirtió, los secesionistas no renuncian a un nuevo referéndum porque: «Seguiremos obedeciendo a lo que vota el Parlamento de Cataluña y la voluntad popular».

Pese a la claridad con la que este jueves se expresaron, en público y en privado, los representantes de los partidos independentistas que acudieron a la reunión con el Gobierno de España, desde La Moncloa matizaron que el encuentro se hubiera desarrollado «en esos términos».

De los planeamientos que los independentistas atribuyen al Gobierno solo el planteamiento de cambios normativos que recuperen artículos del Estatuto declarados inconstitucionales es una cuestión que el Ejecutivo plantea como aceptable. Es uno de los elementos a los que se refirió la portavoz, María Jesús Montero, al hablar de «fórmulas imaginativas». Aunque prefieren no profundizar ahora en la cuestión porque saben que el independentismo lo rechazaría. Respecto a la situación de los presos, diferentes fuentes del Gobierno aseguraron, ante las afirmaciones secesionistas, que «no se habló en esos términos». Reiteraron que para el Gobierno no son exiliados sino fugados. Y que en su situación, el Gobierno no tiene nada que decir.

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Reforma del Código Penal

Cosa distinta es la situación de los presos. Se insistió en que no se preguntó si ofrecer una solución sería suficiente para que el independentismo depusiese su intención de quebrar la soberanía nacional. No obstante, en este aspecto, en el Gobierno no ocultan lo que ya es público: que se trabaja en una reforma del Código Penal que podría tener efecto sobre las penas de los condenados por el «procés». Una propuesta que se planteará este año y podría estar lista en el primer semestre del año.

Ayer, desde el Gobierno querían centrarse en la idea de que el encuentro había sido un hito positivo. Pero sí aseguraron que a la delegación de la Generalitat se les transmitió que no hay ninguna solución que no incluya «que se garantice la unidad del país».

En público, Montero sí reconoció que, dada la libertad de las partes para exponer sus temas, se habló de autodeterminación y del tratamiento de los líderes independentistas encarcelados, pero que no se profundizó en estos temas: «Desde el Gobierno hablamos de problemas que creemos que son reales», aseguró.

Preguntada por si el Ejecutivo incluye en su plan la libertad de los independentistas encarcelados, intentó no polemizar sobre ello: «Dentro de la hoja de ruta del Gobierno se encuentra la capacidad de escucha, de conocer el sentimiento y las cuestiones que movilizan y estimulan que una parte de Cataluña» quiera la independencia. El ministro de Sanidad, Salvador Illa (PSC), clave en esta mesa, aseguró por su parte que entiende la «pluralidad de pensamiento», pero insistió en que no procede ni la autodeterminación ni la amnistía.

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España

El suicidio de la UE y la antigua Grecia

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por Pino Arlacchi

La Europa de hoy está afectada, como la antigua Grecia, por desigualdades y fracturas: está muriendo porque ha caído en manos de élites de bajo nivel, preocupadas sólo por su propia supervivencia.

Con su insano plan de rearme, la élite gobernante de Europa occidental está intentando construir una amenaza rusa que sólo existe en sus delirios y que sirve para ocultar su incapacidad para jugar el juego real, que es enteramente interno a la propia Europa.

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El juego del empobrecimiento lento e inexorable de su población en beneficio de unos pocos privilegiados que dura ya medio siglo. El juego de la pérdida de energía vital del continente, cada vez más aislado en un planeta ya no dominado por Occidente y rebosante de deseos de emancipación y de paz.

El proyecto europeo, concebido después de 1945 como reacción a dos guerras mundiales que llevaron a Europa al borde de la autodestrucción, ha agotado su fuerza motriz.

Ya no es un gran plan de paz y prosperidad compartidas. Se ha corrompido y se ha volcado en un cupio dissolvi, en un renovado impulso suicida.

¿Qué otra cosa puede ser sino un voto de locura a muerte el ataque que la oligarquía de Europa Occidental está lanzando contra otra parte de Europa, Rusia, equipada con armas de destrucción masiva capaces de destruir toda la civilización europea?

¿Qué pasaría si Rusia decidiera tomar en serio la amenaza de agresión de Bruselas y actuara por adelantado y tomara la iniciativa en lugar de esperar veinte años como en el caso de Ucrania? Por el momento, Putin parece más inclinado a considerar las declaraciones de von der Leyen y la histeria antirrusa del Parlamento Europeo como poco más que charlatanería. Pero en el caso contrario no creo que el fin de Europa se produzca lentamente, a lo largo de siglos o generaciones, como le ocurrió a su patria, la Grecia clásica, que se extinguió por las mismas razones absurdas que hoy promueven los ineptos dirigentes de Europa.

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No fueron los arcos del invasor persa ni las lanzas macedonias las que silenciaron la voz de Atenas, sino el envenenamiento gradual de sus mismas raíces. La Grecia clásica no cayó ante los golpes de un enemigo externo. Murió por un suicidio prolongado, cometido durante guerras fratricidas. El colapso de la antigua Grecia conserva una resonancia inquietante y una relevancia que no podemos permitirnos ignorar.

La narrativa tradicional que atribuye los orígenes de la decadencia helénica a la “amenaza persa” es una simplificación histórica que no resiste el análisis crítico de los acontecimientos. Como observó Arnold Toynbee, las civilizaciones no mueren al ser asesinadas, sino que se suicidan. El caso griego ayudó a inspirar esta máxima, revelando cómo el sistema de polis, las ciudades-estado, con su extraordinaria vitalidad cultural y sus profundas contradicciones políticas, ya contenía en sí mismo las semillas de su propia desintegración.

El acontecimiento catalizador de este proceso de autodestrucción fue, sin duda, la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), un conflicto que desgarró al mundo griego durante 27 años y que enfrentó a Atenas y su Liga de Delos contra Esparta y la Liga del Peloponeso. La guerra fue iniciada por los espartanos, pero Tucídides, el gran historiador y testigo directo de los acontecimientos, distingue entre la «causa real» y los «pretextos inmediatos».

Según él, la causa fundamental fue “el crecimiento del poder ateniense y el temor que despertó en Esparta”. Atenas había transformado la Liga de Delos (que comenzó como una alianza defensiva al estilo de la OTAN contra los persas) en un imperio marítimo de pleno derecho cuyos barcos amenazaban las costas del Peloponeso espartano. Así pues, si formalmente fue Esparta la que declaró la guerra, Tucídides sugiere que fue el expansionismo ateniense el que hizo que el conflicto fuera prácticamente inevitable. (¿Se te ocurre algo?)

Las cifras hablan por sí solas: Atenas perdió aproximadamente 30.000 ciudadanos durante la epidemia de peste de 430-429 a.C., una cuarta parte de su población.

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La agresión de 415-413 a.C. contra Siracusa, espléndida polis siciliana culpable sólo de eclipsar a Atenas, terminó con la derrota y la pérdida de 40.000 hombres y 200 barcos. Cuando, en el año 404 a. C., la ciudad se rindió ante Esparta, sus murallas fueron derribadas mientras sus habitantes lamentaban el fin de la hegemonía ateniense y, con ella, de una época dorada del pensamiento humano.

Como escribe Luciano Canfora: «La Grecia clásica murió así, consumida en una interminable sucesión de guerras, donde cada victoria era efímera y cada derrota permanente. Solo el arte y el pensamiento griegos sobrevivieron, pero en formas cada vez más alejadas de la realidad política».

En el corazón de esta autodisolución había una paradoja no resuelta: el sistema de ciudad-estado que había engendrado el increíble florecimiento cultural del siglo V a. C. C., se mostró incapaz de evolucionar hacia formas de agregación política más amplias.

Cada polis defendía celosamente su propia autonomía (autonomía) y libertad (eleutheria), considerando la independencia un valor absoluto e innegociable. Ningún pensador griego fue más allá de fantasías efímeras sobre una federación de polis de habla griega.

No olvidemos, a este respecto, cómo los padres fundadores de la Unión Europea consideraron la inclusión de Rusia como el objetivo final en el camino hacia una Europa que se extendiera desde el Atlántico hasta los Urales. Un camino interrumpido y un proyecto de expansión colapsado sin remedio. Y sin alternativa.

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La lección de la caída de la Grecia clásica es que ninguna excelencia artística y filosófica puede salvar a una civilización cuyo liderazgo no puede afrontar los desafíos políticos y sociales del momento. Las civilizaciones mueren cuando pierden la capacidad de renovarse desde dentro, de rejuvenecerse, como le está sucediendo ahora a China: el país más pobre del mundo se ha convertido en uno de los más ricos en apenas 40 años gracias a la calidad de su liderazgo y a su proyecto socialista.

La Europa contemporánea, como la antigua Grecia, está afectada por desigualdades y fracturas que parecen irreparables. Nuestra civilización está muriendo porque ha caído en manos de élites de bajo nivel, preocupadas sólo por su propia supervivencia, dispuestas a servir a amos externos y condenadas a convertirse en víctimas de su propia paranoia.

Si la parte rusa de Europa decide tomar realmente en cuenta la amenaza armada que la oligarquía europea occidental intenta construir contra ella, la historia se repetirá en forma de una tragedia aún más definitiva que la que destruyó la antigüedad griega. Porque ahora hay un apocalipsis nuclear en escena.

Pero la historia parece repetirse, hasta ahora, en forma de farsa. Esperemos que así sea.

*Artículo republicado con amable autorización del autor.

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Pino Arlacchi: Ex Secretario General Adjunto de la ONU. Su último libro es “Contra el miedo” (Chiarelettere, 2020)

https://www.sinistrainrete.info/articoli-brevi/30311-pino-arlacchi-il-suicidio-dell-ue-e-l-antica-grecia.html

Traducción revisada por Carlos X. Blanco

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