Opinión
El general Flynn, QAnon y las elecciones estadounidenses
Published
4 años agoon
Al conceder la gracia presidencial al general Michael Flynn, medida que anunció con estrépito, Donald Trump creó un sentimiento de incomodidad.
El general Michael Flynn fue procesado por haber mentido a los investigadores del llamado Rusiagate –no por crímenes que él mismo hubiese cometido– y trató de proteger a su jefe, el presidente Trump, de una posible intrusión de la justicia. La gracia presidencial que Trump acaba de concederle es un gesto de agradecimiento.
Pero ese gesto está basado principalmente en el hecho que el general Flynn es poseedor de un curriculum vitæ fuera de lo común. Siendo jefe de la inteligencia militar ((El general Michael Flynn fue director de la DIA (Defense Intelligence Agency), la agencia de inteligencia del Departamento de Defensa, desde julio de 2012 hasta agosto de 2014, bajo la administración del presidente Barack Obama. Nota de la Red Voltaire.)) el general Flynn cuestionó el apoyo de la administración Obama –que se hallaba en el poder– a los yihadistas de al-Qaeda, del Emirato Islámico (Daesh, también designado como ISIS) y a la Hermandad Musulmana, casa matriz de ambos grupos terroristas. También batalló por poner fin a la guerra contra Siria y por preservar al presidente sirio Bachar al-Assad. Al cabo de un duro enfrentamiento, durante el cual contó con respaldo de los generales Mattis y Kelly, el general Flynn se vio obligado a dimitir.
El general Flynn pasó entonces al sector privado, trabajando para Cambridge Analytica, la firma que analizó los macrodatos del tráfico en internet para contribuir con las campañas electorales de numerosos políticos –como Ted Cruz ((«Ted Cruz PsyOp», por Thierry Meyssan)) y el propio Donald Trump.
El general Flynn y su hijo Michael crearon después una firma de cabildeo que tuvo a Turquía entre sus clientes. El general incluso solicitó la extradición a Turquía de Fetuhllah Gulen, el predicador islámico turco residente en Estados Unidos acusado de haber fomentado el intento de golpe de Estado de 2016 contra el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. En aquel momento, el presidente Erdogan no se había convertido aún el protector de la Hermandad Musulmana y por eso el general Flynn creyó conveniente entregar a Turquía el líder islamista que había orquestado la intentona golpista por orden de la CIA.
En definitiva, el general Flynn fue acercándose a Donald Trump, se implicó en la campaña de este último contra el Partido Demócrata, representante de los “puritanos” ((«Elección presidencial estadounidense 2020. ¡Abrid los ojos!», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de noviembre de 2020.)), y Trump estuvo a punto de adoptarlo como vicepresidente o secretario de Defensa, pero acabó nombrándolo consejero de seguridad nacional. Este fue el puesto que el general Flynn ocupó durante 24 días, desde la llegada de Trump a la Casa Blanca hasta el momento en que el propio general fue forzado a dimitir a causa del Rusiagate.
Desde aquel momento, el general Flynn adoptó un perfil bajo, dedicándose a su propia defensa.
Pero, ¿qué hacía este especialista en cuestiones de inteligencia en el entorno cercano de Donald Trump?
El 14 de septiembre de 2019, el general Michael Flynn estuvo anunciado como orador, junto a George Papadopoulos, en una conferencia sobre los «Soldados de la era digital», organizada en Atlanta. Aquella era la primera actividad pública del movimiento QAnon. Pero, ante el súbito interés de la prensa, el general anuló su presentación.
El organizador de la conferencia era Richard Granville, fundador del motor de búsqueda en internet Yippy. Pero sobre QAnon nada se sabe con precisión. Sólo que alguien que adoptó esa forma de identificarse dice ser un alto funcionario del Departamento de Defensa habilitado para tener conocimiento de información secreta del nivel “Q” y que esa persona desea mantener su Anonimato. Mensajes ampliamente difundidos afirman que esa persona investiga o investigó, a raíz del «Pizzagate», sobre un círculo pedófilo en el seno de la alta sociedad puritana, en el cual figuraban numerosas personalidades de Hollywood y del Partido Demócrata, como los hermanos Podesta.
John Podesta fue jefe de gabinete de la Casa Blanca bajo la presidencia de Bill Clinton y posteriormente fue director de la campaña presidencial de Hillary Clinton, la candidata perdedora ante Donald Trump. En pleno Rusiagate, John Podesta acusó a nuestro sitio web –voltairenet.org– de ser una tapadera del Kremlin, luego de que Michael Flynn hijo se hiciera eco de uno de mis artículos sobre el proyecto de reforma de la inteligencia estadounidense concebido por su padre ((“Disturbing report on Trump’s national security adviser emerges on pro-Putin website Gen. Flynn’s son suspected as source”, Think Progress (Center for American Progress), 17 de enero de 2017.)).
Antes de la elección presidencial estadounidense del pasado 3 de noviembre, «Q» emitía mensajes en los que hablaba de una operación inminente contra los conspiradores que iban a “arreglar” el escrutinio de los votos. Desde entonces, «Q» reveló el registro, realizado en Alemania, en los locales del grupo Dominion, implicado en el conteo de votos en Estados Unidos. Es cierto que esa intervención tuvo lugar, pero no se sabe quién la ordenó, ni por qué. También se ignora el resultado de ese registro.
El abogado personal de Donald Trump y ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, ha mencionado varias modalidades diferentes de fraude en la elección presidencial: fraudes en la inscripción de los electores, fraudes con los sufragios enviados por correspondencia, fraudes en el conteo automatizado de las boletas y fraudes cometidos en el momento de la transmisión de los resultados de las máquinas. Es ahí donde intervendría el programa informático de Dominion, contando menos votos para Donald Trump y más para Joe Biden según la cantidad de votos emitidos. El software de Dominion habría sido utilizado para “arreglar” los resultados de las elecciones en varios países, incluyendo Venezuela.
Durante su gobierno, el presidente venezolano Hugo Chávez solicitó a menudo la participación de observadores de la Red Voltaire en las elecciones y uno de nuestros observadores descubrió una posibilidad de trucaje y la denunció antes de la elección. El país utilizaba máquinas de votar que producían y entregaban al votante una constancia de registro del sufragio que acababa de emitir. Dominion había establecido de antemano una lista de sus máquinas que iban ser verificadas comparando los resultados electrónicos con las constancias de votos que entregaban al votante. De esa manera era posible saber qué máquinas podían ser “arregladas” sin riesgo de que se descubriese. Pero quien quería falsificar los resultados no era el presidente Chávez sino la empresa Dominion, por cuenta de algún actor desconocido, y el general que había organizado aquello acabó siendo arrestado –antes de la elección– y enviado a los tribunales bajo acusaciones de corrupción y alta traición.
La abogada del general Flynn, Sidney Powell, participó con el equipo de Rudy Giuliani en una conferencia de prensa. Sidney Powell fue fiscal federal en Carolina del Norte, donde se dio a conocer por su acción contra el hampa y contra la corrupción. Como abogada, demostró la arbitrariedad de la investigación realizada contra el general Flynn y obtuvo su anulación. Ahora acaba de anunciar, junto a Giuliani, que estaba terminando la formulación de una nueva denuncia contra Dominion por fraude masivo.
La reciente destitución de 5 de los principales jefes del Pentágono ((«Donald Trump no sólo juega golf, también está purgando el Pentágono», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 17 de noviembre de 2020.)) lleva la impronta del general Flynn. Todos los destituidos estaban implicados en el apoyo estadounidense a la Hermandad Musulmana y a las organizaciones terroristas surgidas del seno de esa cofradía –al-Qaeda y Daesh.
¿Es este un último desafío al azar de Donald Trump o es que realmente descubrió a los conspiradores con las manos en la masa? De ser así, ¿les presentará batalla o va a negociar con ellos?
España
Diez puntos para valorar una teoría de la conspiración (CONSPIROLOGíA II DE II)
Published
1 día agoon
12/10/2024By
Ernesto Milá
Dentro de las posibilidades de esta obra y a la vista de los errores que hemos apreciado en varias de las teorías de la conspiración que hemos expuesto, vale la pena aportar, para terminar, unos cuantos puntos que permitirán al lector valorar la validez de cualquier nueva teoría que se le presente (y que no dudamos que, en tiempos de confusión y crisis como estos, surgirán por todas partes y en cadencia creciente)
1) Remontarse a las fuentes: no todas las teorías de la conspiración son igualmente “solventes”. Con demasiado frecuencia -como hemos visto en estas páginas- se apoyan en bases lo suficientemente dudosas como para poder atribuirles un mínimo de credibilidad: ante una teoría de la conspiración concreta hay que preguntarse: 1) Qué tiende a explicar, 2) De dónde y cuándo ha surgido, 3) Quiénes son sus mentores, 4) Sobre qué documentación fehaciente se apoya… La simple respuesta a estas cuestiones dará el índice de solvencia y credibilidad de una teoría de la conspiración. Y esto es más que necesario a la vista de que, como hemos podido comprobar, es muy frecuente que una teoría de la conspiración parte de un documento falso, de un malentendido histórico, de una fuente leída demasiado apresuradamente y de un error en la importancia que un documento puede haber jugado en una época concreta. Es frecuente, así mismo, que algunas teorías de la conspiración contengan datos que se han arrastrado a la largo de generaciones y que, dados por buenos generación tras generación, luego resulte que se trata de referencias falsas, dudosas o malinterpretadas
2) Remontarse a la época en la que enunció: esto nos dará el cuadro general de los problemas concretos de ese momento histórico y es posible, incluso, que nos sirva para apreciar la validez de una teoría de la conspiración en un momento dado y en de determinada coyuntura histórica, pero sea inaplicable en otro espacio y en otro tiempo. El tiempo suele matar las teorías de la conspiración que pretenden interpretar la historia en función de un único actor conspirativo. Los datos que pueden parecer “convincentes” en un tiempo, ya no suelen encajar con la realidad pocos 20 años después. Entidades de “poder mundial” que fueron determinantes en un tiempo concreto, pasan a ser irrelevantes apenas unos años después, sustituidas por otras. (recordemos la asociación Skull & Bones a la que perteneció la familia Bush y de la que se habló exhaustivamente mientras George Bush fue presidente, o de la Comisión Trilateral a la que pertenecieron buena parte de los miembros de la administración Carter). Cada generación desarrolla sus propios modelos conspirativos y es inútil pensar que el mismo diseño conspirativo se mantiene inalterable durante siglos.
3) Valorar al autor y su obra: habitualmente, todas las teorías de la conspiración tienen un autor. La validez de la teoría, en gran medida, puede ser evaluada en función de la solvencia de este autor, de su prestigio intelectual y de sus posibilidades reales de análisis e investigación. Es muy posible que autores conspiranoicos, por ejemplo, elaboren sus teorías en función de sus lastres psicológicos personales, de sus filias o sus fobias, de sus obsesiones e, incluso de su incapacidad para entender los mecanismos reales y objetivos para interpretar un hecho concreto o una situación histórico. Un autor solvente desde el punto de vista intelectual, un investigador que trabaje según un método científico, es garantía de que sus conclusiones pueden aproximarse a la verdad. Un autor anónimo, aupado en redes sociales, un intelectual que cambie constantemente de opinión, impulsivo, poco reflexivo, excesivamente intuitivo, suele ser garantía de una teoría de la conspiración errónea. Así mismo, un documento espurio, sin garantías de autenticidad, cuyo origen está envuelto en brumas con posibilidad de que se trate de una falsificación, es el anticipo de una teoría conspiranoica falsa o artificialmente creada.
4) Evitar dar por ciertas versiones de una conspiración que se mantienen a lo largo del tiempo utilizando datos repetidos reiteradamente, pero nunca confirmados como auténticos: es muy frecuente que una teoría de la conspiración que se mantiene durante décadas, encuentre a autores poco escrupulosos que dan por ciertos y repiten (“refritos”) datos que la confirmarían, sin antes preocuparse si estos datos son indubitables o bien nunca han sido confirmados. Es frecuente que una conspiración se dé por cierta por el testimonio de un personaje desconocido que asistió a una reunión de conspiradores y luego sintió una necesidad vital de “contar la verdad”. Luego, dando por cierto ese testimonio, el dato se repite una y otra vez en las sucesivas revisiones de la teoría de la conspiración en cuestión. Ahora bien, siempre hay que tener en cuenta que, si ese dato que puede ser calificado como la “piedra fundacional” es falso o erróneo, toda la construcción que se asienta encima es inestable en tanto que igualmente falsa. Aquí puede aplicarse el principio jurídico de “testimonio único, testimonio nulo”.
5) Confrontar la teoría con la realidad: las teorías de la conspiración se confirman o quedan desmentidas a la luz de la realidad. Mientras existe un paralelismo entre el enunciado de la teoría y las situaciones reales que se van sucediendo, la teoría en cuestión queda verificada, pero, desde el momento en el que teoría y realidad divergen, hay que evitar tratar de encajarlas a martillazos. La teoría no ha soportado el choque con la realidad y se ha difuminado. El peor error consistiría en seguir creyendo en algo en función de lo que ya no sirve para entender un proceso histórico. En el período de la primera postguerra mundial, por ejemplo, podía darse por cierto la idea del entendimiento entre judíos laicizados y bolchevismo a la vista de que la mayoría de dirigentes comunistas eran de origen judío. Pero, a partir del estalinismo y de sus purgas -que salpicaron especialmente a grupos dirigentes bolcheviques de origen judío- la teoría ya no era válida.
6) Buscar explicaciones alternativas: en ciencia se dice que “más vale una mala teoría que no tener teoría”. Una “mala teoría” sirve para estructurar conocimientos e interpretarlos, pero también para poder realizar una crítica que puede desembocar en la formulación de una “buena teoría”. Esto implica que una interpretación de la realidad en función de una teoría de la conspiración es un recurso aceptable y necesario solamente en el caso de que no exista otra teoría que interprete mejor los mismos hechos. La mayor parte de teorías de la conspiración tratan siempre de explicar problemas complejos mediante respuestas simples. Pero, en un momento de aceleración de la historia y de cada vez mayor complejidad de las sociedades, es inevitable que la explicación a los procesos que se van desarrollando, sean complejas y tengan en cuenta multitud de factores. Precisamente, esa complejidad es lo que hace difícil que existan conspiraciones que puedan soportar el paso del tiempo y cuyos mentores hayan tenido en cuenta todos los elementos de la ecuación. Esto implica que la validez de una teoría de la conspiración es inversamente proporcional al tiempo que transcurre desde que ha sido enunciada.
7) No perder nunca la objetividad en el análisis de una teoría de la conspiración: habitualmente, las teorías de la conspiración tienen éxito o no a partir del énfasis y de la capacidad de convicción de quienes las difunden, por la espectacularidad de algunos de sus contenidos, incluso por su extravagancia y por los canales en los que difunden (habitualmente redes sociales y grupos formados por “creyentes”) mucho más que por el contenido de los datos que aportan. Estos, no siempre superan la prueba de la veracidad. Es importante para el ciudadano al que le llega una nueva teoría de este tipo, que mantenga el cerebro frío y siempre, a la hora de valorarla, especialmente en estos momentos en donde hay bases de datos suficientes en Internet como para poder evaluar y confirmar o desmentir cada dato, confirme por sí mismo, los datos que le llegan.
8) Discriminar y clasificar las fuentes: Un dato olvidado en una web perdida que ni siquiera indica la fuente, suele no ser fiable, sin embargo, muchas teorías de la conspiración se han elaborado sobre esa base (el Plan Kalergi, como hemos demostrado surgió de una mala lectura de un libro olvidado, escrito por un autor que nunca tuvo una relevancia especial). Es importante a la hora de establecer la credibilidad de un dato aportado en una teoría de la conspiración, el valorar la fuente que lo ha emitido. Para ello, habrá que ver qué otros datos, sobre otros temas, aporta esa misma fuente y, en función de ello podremos establecer si el dato es fiable, inseguro en mayor o menor grado, o simplemente falso. En una publicación poco seria, en una web juvenil, en un foro de noticias que habitualmente sirve para canalizar locuras, fakes y es frecuentado por carne de psiquiátrico, es inútil pensar que vamos a encontrar datos que puedan aceptarse sin más. Los datos aceptables, solamente pueden partir de fuentes solventes.
9) Necesidad de documentos indubitables y testimonios múltiples: hay que desconfiar de “documentos probatorios”, sin padres ni madres reconocidos. Guénon sostenía que una sociedad secreta digna de tal nombre no deja rastros escritos de su actividad. Cuando aparece algún documento emanado por una de estas sociedades, hay que desconfiar sobre su autenticidad. Es demasiado frecuente que se trata de una “pieza de intoxicación”. Cuando se publicaron los Protocolos de los Sabios de Sión, algunos recordaron este principio y, aun antes de que aparecieran todos los datos que confirmaron la mistificación, denunciaron que el documento no solo era falso, sino que era cualquier cosa, menos las actas de una reunión secreta tendente a lograr el dominio mundial. Por otra parte, un dato único no puede confirmar una tesis compleja. En ciencia se dice que “a grandes tesis, grandes demostraciones”: si se quiere demostrar la existencia de vida extraterrestre (una gran tesis), la “gran demostración” consiste en entrevistar a un extraterrestre en la CNN. Frecuentemente, las teorías conspiranoicas, aparte de su escasa objetividad, parten de un testimonio único que, como sabe cualquier jurista, equivale a “testimonio nulo”.
10) Si no se dispone de una teoría “segura”, mejor prepararse para afrontar los hechos: vivimos momentos de crisis a los que se une un proceso de aceleración de la historia que se prolonga desde hace más de un siglo, a velocidad creciente. Cada vez es más habitual que las teorías interpretativas vayan por detrás de la realidad de los hechos. El catolicismo, por ejemplo, ha perdido mucho tiempo, tratando de explicarse el porqué está hoy en crisis, especialmente en la tierra de Europa: y no ha llegado a conclusiones unánimemente aceptadas. La situación es que hoy, además de carecer de teoría interpretativa sobre su propia crisis, se encuentra en una situación prácticamente insalvable: para los católicos, ya no se trata de seguir pensando en los “por qué”, sino más bien en actuar para tratar de salvar lo salvable y evitar la islamización de Europa. Es frecuente, como ya hemos dicho, que una teoría que “funcionó” ayer, ya esté superada poco después. Para apreciar un problema, basta con salir a la calle y observar el entorno: a partir de aquí podrá inferirse si hay tiempo para elaborar una teoría de la conspiración, o será necesario enfrentarse al problema que se percibe con la mayor determinación aun sin haber elaborado una teoría que lo explique.
Es posible que estos consejos hayan decepcionado a algunos. Y, sin embargo, son necesarios a la vista de la facilidad con la que hoy se difunden fakes, se repiten errores, se elaboran o adaptan teorías que no tienen posibilidades de interpretar satisfactoriamente nuestro momento histórico. Vivimos tiempos de repliegue a lo personal, nuestras vidas están encerradas en nuestras terminales digitales. Casi sin darnos cuenta hemos terminado presos, primero del racionalismo, luego de los millones de reclamos que cada día exigen nuestra atención, la mayoría carecen de tiempo para recabar datos y deben fiarse de las teorías de la conspiración elaboradas por otros. Ya hemos visto que, con demasiada frecuencia, estas teorías resultan erróneas. En la soledad de nuestros hogares, nosotros y nuestras terminales digitales pueden estas ofreciéndonos informaciones distorsionadas, incompletas, interesadas, pura intoxicación: de ahí la necesidad de salir a la calle, afrontar el mundo tal cual es, y, aun cuando no podamos hacer nada por rectificar un mundo que se derrumba ante nuestros ojos, debemos procurar que ese mismo mundo deletéreo, absurdo y repleto de distorsiones no tenga entrada en nosotros mismos.
A partir de aquí, las actitudes son dos: la el ciudadano más volcado a la meditación que a la acción que reaccionará tratando se confrontar teorías de la conspiración, sus datos y las responsabilidades contra las que apunta o bien elaborar su propia teoría de la conspiración; o bien, en aquellos en los que algo les hierve en la sangre, más resueltos a la acción que a la contemplación, que tratarán de actuar contra la decadencia o bien de preparar el mundo post-apocalíptico. Sí, porque, a fin de cuentas, la grandeza de nuestro momento histórico es que, con o sin teorías de la conspiración, estamos viviendo el final de una era.
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