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Opinión

EDITORIAL. Bienvenido al maravilloso mundo de los imbéciles y de los idiotas. Guía de uso para el acercamiento, sociabilización y pastoreo de ambos grupos. NOTA: se les conoce por pro-vacunas y anti-vacunas.

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Buenas tardes niños y niñas.

Al resto de mentecatos les ahorro el saludo, porque ya comprendo que estarán barritando las mismas ternezas que llevan varios días emitiendo sin vergüenza alguna para solaz y diversión de la famélica legión de necios de la canalla roja, que ya hacía tiempo que no tenían motivos para reírse tan a gusto y con tanta razón de aquellos que se llaman a sí mismos patriotas, pero al que de verdad se le conoce por la ignorancia, el peripatetismo, su asco absoluto por la lectura, su aborrecimiento por el conocimiento -en rima incluso les provoca arcadas- y su gritos alcoholizados ante lo que suponga o pueda suponer aquello que ellos puedan pensar que constituye un “avance” del estilo que sea.

Esos mismos burros ignorantes y que entregaron el voto al Partido Popular, pese a que el saltamontes de Aznar ya fue, antes que Rajoy, el primer traidorcillo y el primer “sorayo” al que se le cayó el braguero inguinal que le sujetaba la vergüenza, el día que ordenó votar a sus aguerridos diputados para “CONDENAR” el Glorioso Alzamiento Nacional.

Sí, niños y niñas. Aznar. El del bigote: el héroe de la derecha española. ESE AZNAR.
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Tuvo -o no tuvo- los bemoles de ciscarse en la generación que se dejó la sangre, las entrañas y la vida en los campos y ciudades de España para impedir que nuestra Patria quedase convertida en una Albania sometida a los designios de la canalla roja de la URSS.

Así que, señores del “bando” de Federico y señores del “bando” de los que piensan que la vacuna es veneno: Menos golpes de pecho, y más leer. TODOS. Que están haciendo el payaso de una manera innoble, bastarda y ridícula.

Lo que, por otra parte, es lo que viene haciendo la “derecha” desde la época de la CEDA. El idiota.
Y mientras tanto, recuerden: la canalla roja ríe.

Pero atiendan: no se confundan conmigo: yo no estoy de parte de NINGUNO. Por mí, pueden vacunarse setenta veces, o raptar niños para evitar que los vacunen.

Hagan lo que quieran, pero, por favor: HÁGANLO EN SILENCIO.

El espectáculo que están dando es de suyo lamentable. Y es lamentable porque ambos “bandos” -recuerden, los dos bandos son idiotas- han decidido poner encima de la mesa sus -ridículas- gónadas, y jurando por las mismas, empecinarse al estilo español y obcecarse en su supina estupidez.

¿Saben? ¿Porqué no muestran las mismas pelotas cuando el Gobierno nos cruje con la luz, o cuando profana cementerios, o cuando practica lamidas de orto a los terroristas? Estaría bien, señoras y señores españoles de derechas, que muestren sus santas pelotas cuando realmente se necesitan.
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Necios.
¿Y las vacunas? ¿Qué? ¿Qué pasa con ellas, atajo de semovientes? Se lo voy a decir, ya que parece que no se enteran.

A los que creen que nos están mintiendo desde el minuto uno: TIENEN RAZÓN. Nos están mintiendo. Todos. En todas partes. En todos los conceptos. La pandemia, el COVID, las elecciones USA, China, el PCCh… TODOS mienten. TODO es mentira.

Ahora bien: ustedes, españolitos ignorantes, no se han tomado la molestia de investigar en QUÉ nos mienten y HASTA QUÉ PUNTO.
¿Existe el virus chino de la familia SARS, que se originó en CHINA, en un laboratorio de investigación, y se diseminó por todo el mundo, contagiando y matando?
SI SEÑORES. EXISTE.

Otra cosa es que nos hayan mentido en el origen, en la distribución, en que nos oculten que ha sido un ataque militar chino contra Occidente (¿No se han enterado de la última alianza militar en el Pacífico? ¡Sumen dos y dos, ¡Por favor!) y que nuestro Gobierno de anencefálicos y para anencefálicos haya dicho cuarenta veces una cosa y la contraria, y ustedes sigan pensando en el fútbol. Acémilas.

¿Mienten las farmacéuticas? CLARO. Como TODAS las empresas. TODAS. La suya, el panadero de la esquina, el fontanero de las facturas sin IVA y Bill Gates. Y USTED TAMBIÉN MIENTE. Ya lo sabe. Ahora, rásguese las vestiduras. Aquí mentimos todos.
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¿Son seguras las vacunas? Si señores. En general lo son. Porque si no, hubiéramos muerto TODOS los que estamos vacunados. Dado que NO hemos muerto, no queda más opción que aceptar que como todo medicamento, es, en general, seguro.

¿Ha muerto gente por las vacunas? SI, señores. Evidentemente. Por la del COVID. Por la de la gripe, por la del sarampión, por la de la viruela y, en general, por la aspirina, por el Nolotil y por TODOS los medicamentos del Vademecum. ¿Qué pensaban, que no? Ignorantes. Pues sí. Siempre hay un porcentaje que sufre un shock alérgico y la espicha. Que es una fórmula levemente macarra de decir que fallece.

¿Hay que vacunarse? Usted sabrá. A mí déjeme en paz. YO me he vacunado, tras investigar y averiguar de que iba todo esto. Total, para contárselo y que lo lean dos.

¿Quieren saber la verdad de lo ocurrido? Hablen con las funerarias de su barrio. Con el personal de los tanatorios. Con los celadores del Hospital de Parla. Que se lo van a explicar muy clarito. Así sabrán si el COVID mata o no mata, y si matan o no matan las vacunas. Salgan de dudas.

Pero atiendan: a esos que mezclan el grafeno con el 5G, esos patanes analfabetos y analfabestias, ni agua. Esos no merecen respeto. NINGUNO. Porque no se puede ser ignorante y presumir de ello.
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Esos malditos bastardos que intentan engañar a la gente diciendo que la vacuna crea magnetismo y acercándose monedas de dos euros al brazo las muestran adheridas, sin darse cuenta de que son tan soplagaitas que ni siquiera saben que las monedas no contienen materiales ferrosos y no se pegarían ni a un imán de neodimio, esos, ESOS, merecen ser … emplumados, en plaza pública. Junto con los crédulos.

Y no les quiero ni contar lo que habría que hacer con sinvergüenzas y timadores profesionales como el separatista macho cabrío de José Pamiés, que lleva vendiendo lejía -SI, LEJÍA- para curar desde el cáncer hasta el autismo, provocando cantidades ingentes de niños autistas envenenados por la ingestión de su “milagroso” “óxido de cloro”. A ese, lo que yo le haría es impublicable.

Ustedes, si no se fían, NO SE VACUNEN. Pero cuidado a quien se arriman, porque les están mintiendo y les están UTILIZANDO. Dicho queda.

Y usted, Don Federico, Don Luis del Pino y demás soliviantaditos del Twitter, hagan el favor de repensar esa idea suya de establecer una vacunación obligatoria y seguir llamándose “liberales”.

¿Es que está usted reverdeciendo laureles juveniles de comunismo, don Federico? ¿Vacunación obligatoria? ¿Imposición por el Estado? Venga hombre, no se me descoque. Piense un poco. Solo un poco. Y razone. Y atienda.

Y dejen a VOX en paz. Al menos en VOX, además de idiotas, como en todas partes, la ración de pelotas y ovarios -Santi Abascal, Espinosa de los Monteros, la Excelsa Macarena Olona- tienen de media más del quíntuple que el resto de toda la gentuza que circula por este maravilloso país que está lleno de… pues eso. De tontos.

 

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No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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