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Opinión

Del comunismo se sale. Por Jesús Salamanca Alonso

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A Mónica García, todavía líder de Más Madrid, ya le comparan con el vino Sansón y con la Quina San Clemente que, cuanto más se investiga en esas bebidas, más propiedades nuevas encuentran en ellas.

Mónica García, alias «ME-MA» y «Pistolera», no se había percatado de que tenía un chalet en situación totalmente irregular y en un espacio reservado para la construcción de un Hospital. No sé si eso puede pasarle a cualquiera, si la gente se olvida de que tiene propiedades por el mundo o le surgen de repente como surgen los níscalos en otoño. De lo que sí estoy seguro es de que en vez de liarse la manta a la cabeza y pedir dimisiones de cuanto se mueve, debería tener la dignidad de dimitir, pero antes debe pedir perdón a cuantos lleva años insultándolos, engañándolos y mofándose de los madrileños. Este personaje de cuento verdulero no puede permanecer en política ni un minuto más.

No hay que echar la vista muy atrás para comprobar cómo, apenas hace unos días, la tal Mónica García, de alias consabidos y comunista del niño Jesús en la formación de «patadones» Errejón, salió cual vulgar energúmena de vena hinchada contra Enrique Ossorio, miembro del equipo de Díaz Ayuso. Le faltó tiempo a Mónica para exigir con entusiasmo y mala fe su dimisión «ipso facto». Y todo por cobrar el bono social térmico; un bono que otorga el Estado a las familias numerosas, independientemente de sus ingresos y patrimonio.

Resulta que la ME-MA, que tantos errores ha cometido en su cortita carrera política, consideraba «indecente» que el vicepresidente de Díaz Ayuso percibiera 196 euros anuales en forma de ayuda para calefacción y electricidad.  «Dimita hoy por vergüenza, por saltarse todas las líneas de falta de ética pública», vociferaba quien, apenas unos minutos después, se enteraba de que su familia también cobraba el bono social energético. Lo curioso es que dejó de pedir la dimisión ajena y no se planteó pedir la propia.

Su desorganización familiar ha quedado plasmada en este acontecimiento y debe de ser tal, que demostró no saber dónde llegaba, así como que las actuaciones propias y las del cónyuge o barragán son como las de Doroteo Arango, salvo que mintiera una vez más. No puede seguir ni un instante más predicando para el comunismo de Más Madrid. Debe abandonar la formación, salvo que quiera cubrirse de vergüenza o que le apunten con el dedo para indicarle que es ella la corrupta, la corrompida, mentirosa, boicoteadora, hipócrita, abanderada de la desidia de la izquierda e incumplidora de la ley. Pero tranquilos porque del comunismo se sale. Muchos han salido con honra, aunque la ME-MA no parece tener intención de hacerlo, si bien la «cohorte» de Errejón ya se ha planteado invitarle a que reflexione sobre la posibilidad de abandonar la formación o se quede en las bases. A ME-MA pueden quedarle dos telediarios y una sesión de dibujos animados en la formación comunista a la que ha avergonzado y defraudado.

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Cada vez que se escarba un poco le sale una nueva propiedad en su patrimonio, algo que hay que investigar en serio porque huele a podrido, empezando por el fastuoso ático en la zona noble del Retiro hasta terminar con el chalet de Cercedilla, que lo tiene de forma ilegal y es simple ‘okupa’ de algo que el Ayuntamiento ya le pidió hace dos o tres años la devolución. Nuevo acto de sinvergüenza impropio de quien pretende decir a los demás qué deben hacer y cómo hacerlo.

Lo más curiosos de este personaje sonajero es que nunca se entera de nada, como le pasaba a Felipe González cuando –según él—se enteró de la corrupción de Luis Roldán y de la cal viva por los periódicos o del reciente «caso Patxi López y los 15». Ridículo, no, lo siguiente. Tras verse atrapada en sus mentiras, la «pistolera» decía no saber nada. Pero es que tampoco se había enterado en 2021 de que había cobrado de forma irregular los famosos 13.000€ de la Asamblea madrileña, estando de baja. Tuvo que ser la Intervención quien pusiera orden donde no lo había. Ahí empezó a quedar como abanderada del latrocinio madrileño. No duden de que no lo hubiera devuelto, de no ser por la reclamación de devolución que llevó a cabo la propia Administración. Ni siquiera en ese momento hubiera salido del comunismo rabioso, desnortado y estalinista, pero del comunismo se sale, doy fe.

No es delito tener propiedades, pero si son ilegales no es ético y sí patético. Afectadas 80 familias, y destapada Mónica García, la presión mediática hará que se acelere la devolución de la propiedad y acabará perjudicando a todos. Empezó haciendo daño a los madrileños con el boicot y las presuntas comidas con moho del Hospital «Enfermera Isabel Zendal», siguió embolsándose los 13.000€ que no le correspondían, cobrando dos sueldos sin legalidad, poniendo el grito en el cielo por las ayudas del bono energético que publicó el Gobierno central y ahora llega la casa en Cercedilla, ilegal y sin escrituras. Vamos, que vive de ‘okupa’ integral. Ni el aceite virgen de oliva tiene tantas propiedades.

Ahora entiendo que Ayuso insistiera en que no le molestaba que tuviera Mónica tanto patrimonio y viviera como vive. Lo que ella quería es que todos los madrileños vivieran como la Médico-Madre. Parece que la líder del rojerío madrileño lo quiere todo: el chalet, el terreno y cuanto no es suyo como cualquier rojales. «Lo País» y diversos panfletos de desinformación diaria callan como prostitutas engañadas y como «diputeros» socialistas sospechosos y presuntamente implicados.

A ME-MA hay que reconocerle que, para meter la pata, hacer el ridículo y aprovechar «oportunidades» o insultar al adversario, es única y sin comparación. ¿Y los medios de desinformación afines? Todos escondidos. Ni pío. Y el que píe le cortan el pico, retiran prebendas, ayudas y subvenciones, además de enviarlo al ostracismo. Empiezo a pensar si no será mejor que Mónica García siga al frente de Más Madrid, porque su caso es delirante, además de bochornoso, tanto que así la Izquierda se asegura su merecido destino en la oposición, dentro del albañal y retozando en la cochiquera.

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Si el chalet (el DRAE reconoce «chalé», sin «t» final) fuese de un ciudadano cualquiera, hace tiempo que habría sido demolido y sin pagar ni un euro, pero alguien habrá presionado para que el Gobierno socialcomunista le dé una indemnización, que no procede bajo ningún concepto, por abandonarlo. Lo triste es que acabara siendo así. Ya se sabe que, al ser cosa de políticos, entre bomberos no se pisan la manguera. Creo que me volveré comunista porque todos tienen chalet. A Mónica García ya le comparan con el vino Sansón y con la Quina San Clemente que, cuando más se investiga en ellas, más propiedades nuevas encuentran.

Todos sabemos que Mónica García está acabada, menos ella. Si piensa la «pistolera» que está en el ‘Far West’ y que todo vale, se equivoca. El tiempo se lo ha demostrado. ¿Qué creen que hará ahora la ME-MA? ¿Pedirá perdón a los Ayuso tras haber sido exculpados de toda acusación por las muertes de las residencias de ancianos? ¿Acusará al Gobierno central tras sentenciar el juez que la culpabilidad es de ese, sin descartar a Pablo Iglesias? En esta España nuestra, nadie pide perdón, ni se retracta de sus acusaciones. El daño ya estaba hecho.

Ahora dirá la ME-MA que lo del chalet son bulos de la ultraderecha o del hermano de Ayuso. Compruebo que para esta mujer va a ser difícil salir del comunismo, pero de él se sale. No lo duden.

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Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

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Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

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Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

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Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

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