A Fondo

Cuando un español se empeña, es insuperable como un gran, perfecto e inmejorable hijo de puta

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Hay cosas que uno ve que… bueno.

¿Que quieren que les diga? El titular me ha salido del alma. No diré que espero que no se ofenda nadie. Muy al contrario, espero y deseo que se ofendan los redactores de los carteles nauseabundos que publicamos en este artículo. Claro que deseo que se ofendan. Por lo que es desear, desearía muchas cosas, pero me las tengo que callar, porque a día de hoy, desear lo que yo deseo en estos momentos es delito flagrante. Pero ustedes ya saben. Si tienen alma, decencia y honor, ustedes ya saben lo que siento. [SIGUE MÁS ABAJO]

No se engañen: entiendo el egoísmo, igual que entiendo el miedo. Entiendo que una patulea de vecinos idiotas e ignorantes sientan miedo, e incluso terror, ante otro vecino que trabaja y se juega la vida para salvar la de sus semejantes. Pero oigan; si uno siente miedo de una persona con esa superioridad moral, lo decente, lo honrado, lo moral, es callarse y aguantarse el miedo. [SIGUE MÁS ABAJO]

Porque si nosotros tenemos miedo, debemos pensar en el miedo que sufre esa persona que cualquier rato le tocará cuidar de nosotros. En cualquier momento tendrá que limpiarnos las nalgas de nuestras propias heces para que no nos llaguemos. NO tenemos derecho a humillarle y a insultarle solamente porque nosotros tengamos… miedo.

¡COBARDES!

No es de personas civilizadas, no es de españoles, no es de cristianos el escribir y colgar un cartel así. Es de cobardes, y, como decía Quevedo, de hideputas.

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Que Dios, en su Infinita Misericordia, os perdone.

Yo, humilde pecador, no puedo. Y tampoco, en pudiendo, os perdonaría.

Cuanto, cuanto asco de malnacidos. 

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