Connect with us

Opinión

Con la ley a favor de los violadores «somos pioneros». Por Jesús Salamanca Alonso

Avatar

Published

on

¡Comparte esta publicación!

La actitud torpe y patosa del presidente ha quedado patente en su presunción ante mujeres socialistas. Para él, con esta ley «tan avanzada» «somos pioneros».

En este momento hay motivos más que suficientes para salir a la calle y tomarla con todas las consecuencias (esa que han perdido los sindicatos obreros y sectarios). No hay sector que no pida con contundencia y sobradas razones la dimisión de la iletrada y esperpéntica ministra, Irene Montero, por su nula contribución en defensa de las mujeres, su falsedad e hipocresía al tratar el denostado feminismo y por atentar contra el poder judicial, haciéndolo al más puro estilo del  «gorila rojo» venezolano. Hoy sigue el modelo del «Inmaduro Nicolás» junto a otros regímenes bolivarianos totalitarios.

Sírvanos como mal ejemplo de esa ley los catorce agresores sexuales que ya se han beneficiado por la ley de Montero, a pesar de las «mamonadas» infantiles del fiscal general y su duda permanente.  La Ley del «Sólo sí es sí» es un esperpento jurídico, con tintes de bodrio inmaduro y que está sirviendo y servirá para retroceder para la liberación de penas hasta que se reforme; una reforma que puede durar varios meses, tiempo en el que irán desfilando hacia la calle agresores, violadores y terroristas sexuales. Estaría por ver si también beneficia al exmarido de Mónica Oltra: otro degenerado al que han cubierto las espaldas desde su «chocolatina» en el Gobierno valenciano hasta una veintena de funcionarios «abrazafarolas» al más puro estilo de cuanto explicaba el insigne periodista deportivo, José María García.

¿Van a aplaudir con las orejas en el chapucero ministerio de Igual-Da las liberaciones que ya conocen? ¿Pagará Podemos de su Caja las decenas o centenares de indemnizaciones que reclamarán los condenados, hoy libres de polvo y paja? ¿Sabrá responder la extrema siniestra de la alarma social que generará la puesta en libertad de violadores o la rebaja de pena? El atrabiliario mantra de la ultraizquierda comunista seguirá culpando a los jueces. Al tiempo. Pero ya se les ha visto la orejita roja y degenerada, hasta el punto de que la lideresa de la formación perroflauta plantea penas de hasta 4 y cinco años por matar «animales silvestres»; es decir, más que el mínimo por agresión sexual. La «niña del exorcista» parece estar desnortada, también.

¿Entienden ahora por qué no nos cansaremos de hablar de degenerados sin formación? ¡Ya le gustaría a esta gente tener la preparación que tienen las nuevas hornadas de aspirantes a la Judicatura! Mientras jueces y juezas (éstas ya son mayoría como lo son las mujeres fiscales) no dejan de formarse a lo largo de toda su vida profesional, estos muchachos del sector comunista del Gobierno y sus adláteres no pasan de los «chochocursos» y de las universidades de Otoño. Echen un vistazo al curso organizado por el ayuntamiento socialista de Soria y díganme si no entra en la categoría de «chochocursos» de la izquierda. Toda una vergüenza descerebrada.

Advertisement

Eso de considerar la muerte de una cacatúa, como algo más grave que una agresión sexual a una mujer, me parece de recochineo, de primero de estupidez y de preparatorio de los citados cursos. Con su «ley de burros» han demostrado que son la viva imagen del maestro Ciruela, que no tenía estudios y montó escuela. Con su propaganda machista y su afán por ver a los violadores libres también demuestran que se creen «todólogos».

Ya puede montar Feijóo, o quien suceda a Sánchez, un bien asesorado gabinete de derogaciones porque, una vez fuera del Gobierno los chicos «Frankenstein», es mucho el trabajo por hacer, empezando por una auditoria en toda regla y siguiendo por la derogación de sandeces que han adquirido la categoría de norma. Puedo prometer y prometo, remedando al siempre recordado Adolfo Suárez, que entre varios miembros y «miembras» del Gobierno hay abundante prevaricación. A ver cómo definen ésta el jueves. Al tiempo.

Por mucha reforma que se haga de la ley, quienes ya se han beneficiado de la rebaja de pena no se lo quita ni Santa Rita. El principio de retroactividad favorable ya ha hecho mucho daño y va a seguir haciéndolo. Al acabar el día de hoy pueden ser más de ciento cincuenta las solicitudes de rebaja de pena; solo falta que las feministas vocingleras inviten a una recepción oficial a los violadores que se vean liberados y recortados en pena y sanción. No hay duda de que el daño ya es irreparable. ¿Qué interés pueden tener las podemitas en que se libere a violadores, agresores y terroristas sexuales? Será que no se fijan en ellas las personas de a pie y no afectadas por violencia; sabido es que la violencia no tiene género: éste es para la gramática, el sexo es para las personas.

La ignorancia de Montero ha salido a relucir una vez más. Pero hubo otros responsables, no sé si por querer ser incendiarios o por pretender ridiculizar el analfabetismo legislador de la ministra y su delirante tropa. Recuerden que el Consejo de ministros tuvo el anteproyecto para su estudio, lo mismo que el mentiroso presidente y diversos ministerios. ¿Son unos vagos y dieron el visto bueno por dejadez? ¿Son unos insensatos y pasan de trabajar con rigor? ¿Son unos delincuentes prevaricadores que ahora intentan ocultar la verdad?¡Juzguen ustedes, caramba! Ahora lo niegan y el cobarde presidente se esconde, pero fueron advertidos de la tropelía desde todas las esferas imaginables, incluso la periodística.

¿Se imaginan a la «derechita cobarde» en el Gobierno con un caso como éste entre sus chapuzas? El incendio de las calles sería un hecho constatable y la algarabía el pan nuestro de cada día. ¿Y por qué no hacerlo ahora contra la ruin extrema izquierda comunista? ¿Qué hacen VOX, el PP y Ciudadanos? Solo piar y piar, y así «se les va la fuerza meando», como decía Paco Umbral.

Advertisement

Por mucho que se metan con los jueces, estos solo juzgan con la ley en la mano. Esa la elabora el legislativo; si la ley es mala, el juez juzga sobre ese contenido, como el bodrio degenerado existente. Cuando la ley es un disparate, la sentencia puede ser disparatada. Lo peor de todo es que se ven obligados a aplicarla para no caer en prevaricación. Por cierto, en Podemos alardean del espíritu de la ley. Nadie les ha explicado que la ley no tiene espíritu, ese es del legislador. Es de primero de sentido común.

Sea como fuere, a los agresores sexuales les ha tocado anticipadamente la lotería de Navidad. La actitud torpe y patosa del presidente Sánchez ha quedado patente en su presunción ante mujeres socialistas. Para él, con esta ley «tan avanzada» en España «somos pioneros».

Advertisement
Click para comentar

Escriba una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Opinión

No vivimos en la Arcadia Feliz, sino en tiempos de excepción. Por Ernesto Milá.

Ernesto Milá

Published

on

¡Comparte esta publicación!

Ya he contado más de una vez que el “pare Valls”, el único padre escolapio al que llegué a apreciar, nos contaba cuando éramos párvulos, la diferencia entre “pecado venial” y “pecado mortal”. Y ponía como ejemplo la bata que llevábamos: cuando esa bata se manchaba por aquí o por allí, se lavaba y quedaba renovada, pero si, por el contrario, la bata estaba desgarrada, con costurones y remiendos por todas partes, desgastada por el uso, con manchas que se iban acumulando, no había remedio posible. Se tiraba y se compraba otra nueva. Aquel ejemplo se me quedó en la cabeza. Yo tenía entonces cinco años. Era 1957 y fue una de las primeras lecciones que recibí en el colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Es hora de aplicar el mismo ejemplo a nuestro tiempo.

Hay situaciones “normales” que exigen abordarlas de manera “normal”. Por ejemplo, cuando alguien es detenido por un hurto. En una situación “normal”, cuando se da ese pequeño delito -pero muy molesto para la víctima- es razonable que el detenido disponga de una defensa jurídica eficiente, que reciba un trato esmerado en su detención y un juicio justo. Pero hay dos situaciones en las que esta política de “paños calientes” deja de ser efectiva: en primer lugar, cuando ese mismo delincuente ha sido detenido más de 100 veces y todavía está esperando que le llegue la citación para el primer juicio. En segundo lugar, cuando no es un delincuente, sino miles y miles de delincuentes los que operan cada día en toda nuestra geografía nacional.

Otro ejemplo: parece razonable que un inmigrante que entra ilegalmente en España pueda explicar los motivos que le han traído por aquí, incluso que un juez estime que son razonables, después de oír la situación que se vive en su país y que logre demostrar que es un perseguido político o un refugiado. Y parece razonable que ese inmigrante disponga de asistencia jurídica, servicio de traductores jurados y de un espacio para vivir mientras se decide sobre su situación. Y eso vale cuando el número de inmigrantes ilegales es limitado, pero, desde luego, no es aplicable en una situación como la nuestra en la que se han acumulado en poco tiempo, otros 500.000 inmigrantes ilegales. No puede esperarse a que todos los trámites policiales, diplomáticos y judiciales, se apliquen a cada uno de estos 500.000 inmigrantes, salvo que se multiplique por 20 el aparato de justicia. Y es que, cuando una tubería muestra un goteo ocasional, no hay que preocuparse excesivamente, pero cuando esa misma tubería ha sufrido una rotura y el agua sale a borbotones, no hay más remedio que actuar excepcionalmente: llamar al fontanero, cerrar la llave de paso, avisar al seguro…

Podemos multiplicar los ejemplos: no es lo mismo cuando en los años 60, un legionario traía un “caramelo de grifa” empetado en el culo, que cuando las mafias de la droga se han hecho con el control de determinadas zonas del Sur. En el primer caso, una bronca del capitán de la compañía bastaba para cortar el “tráfico”, en el segundo, como no se movilice la armada o se de a las fuerzas de seguridad del Estado potestad para disparar a discreción sobre las narcolanchas desde el momento en el que no atienden a la orden “Alto”, el problema se enquistará. De hecho, ya está enquistado. Y el problema es que hay que valorar qué vale más: la vida de un narcotraficante o la vida de los que consumen la droga que él trae, los derechos de un capo mafioso o bien el derecho de un Estado a preservar la buena salud de la sociedad. Si se responde en ambos casos que lo importante es “el Estado de Derecho y su legislación”, incurriremos en un grave error de apreciación. Esas normas, se han establecido para situaciones normales. Y hoy, España -de hecho, toda Europa Occidental- está afrontando situaciones excepcionales.

Advertisement

Vayamos a otro terreno: el que Ceuta y Melilla estén sufriendo desde hace 40 años un proceso de marroquinización creciente, puede ser fruto de la proximidad de ambas ciudades a Marruecos y al deseo de los sucesivos gobiernos de España de no empeorar las relaciones con el único enemigo geopolítico que tiene nuestro país, el “enemigo del Sur”. Pero, cuando se sabe que el narcotráfico en Marruecos está regulado por el majzén y por personas próximas al entorno de la familia real marroquí, uno empieza a pensar que la situación no es “normal”. Esa sensación aumenta cuando se percibe con una claridad meridiana que el Ministerio del Interior español no despliega fuerzas suficientes para cortar de raíz el narcotráfico con Marruecos y que, incluso, boicotea a los policías y a las unidades más eficientes en su tarea. Ítem más: lo normal hubiera sido, por ejemplo, que España mantuviera su política exterior en relación al Sáhara inconmovible (las políticas exteriores fiables son las que no cambian, nadie confía en un país con una política exterior oscilante y variable). Pero Pedro Sánchez la cambió en el peor momento: sabiendo que perjudicaba a Argelia, nuestro principal proveedor de gas natural. Y, además, en un momento en el que el conflicto ucraniano suponía una merma en la llegada de gas natural ruso. Pero lo hizo. Luego ha ido entregando créditos sin retorno, cantidades de material de seguridad, ha permanecido mudo ante las constantes reivindicaciones de “marroquinidad” de Ceuta, Melilla y Canarias. Y esto mientras el ministerio del interior se negaba a reconocer que la comunidad marroquí encarcelada en prisiones españolas es más que significativa o que el número de delincuentes magrebíes es en gran medida responsable del repunte solo en 2023 de un 6% en la delincuencia. O que Marruecos es el principal coladero de inmigración africana a España. O el gran exportador de droga a nuestro país: y no solo de “cigarrillos de la risa”, sino de cocaína llegada de Iberoamérica y a la que se han cerrado los puertos gallegos. Sin contar los viajes de la Sánchez y Begoña a Marruecos… Y, a partir de todo esto, podemos inferir que hay “algo anormal” en las relaciones del pedrosanchismo con Marruecos. Demasiadas cuestiones inexplicables que permiten pensar que se vive una situación en la que “alguien” oculta algo y no tiene más remedio que actuar así, no porque sea un aficionado a traicionar a su propio país, sino porque en Marruecos alguien podría hundir a la pareja presidencial sin remisión. Sí, estamos hablando de chantaje a falta de otra explicación.

¿Seguimos? Se puede admitir que los servicios sanitarios españoles apliquen la “sanidad universal” y que cualquiera que sufra alguna enfermedad en nuestro país, sea atendido gratuitamente. Aunque, de hecho, en todos los países que he visitado de fuera de la Unión Europea, este “derecho” no era tal: si tenía algún problema, me lo tenía que pagar yo, y en muchos, se me ha exigido entrar con un seguro de salud obligatorio. Pero, cuando llegan millones de turistas o cuando España se ha convertido en una especie de reclamo para todo africano que sufre cualquier dolencia, es evidente que la generosidad puede ser considerada como coadyuvante del “efecto llamada” y que, miles y miles de personas querrán aprovecharse de ello. Todo esto en un momento en el que para hacer un simple análisis de sangre en la Cataluña autonómica hay que esperar dos meses y para hacer una ecografía se tardan nueve meses, sin olvidar que hay operaciones que se realizan con una demora de entre siete meses y un año. Una vez más, lo que es razonable en períodos “normales”, es un suicidio en épocas “anómalas”.

Hubo un tiempo “normal” en el que el gobierno español construía viviendas públicas. Ese tiempo hace mucho -décadas- que quedó atrás. Hoy, ni ayuntamientos, ni autonomías, ni por supuesto el Estado están interesados en crear vivienda: han trasvasado su responsabilidad a los particulares. “¿Tiene usted una segunda residencia?” Pues ahí puede ir un okupa. En Mataró -meca de la inmigración en el Maresme- hay en torno a medio millar de viviendas okupadas. Así resuelve el pedrosanchismo el “problema de la vivienda”… Esta semana se me revolvieron las tripas cuando un okupa que había robado la vivienda de una abuela de ochenta y tantos años, decía con chulería a los medios que “conocía la ley de los okupas”. Eso es hoy “normal”, lo verdaderamente anormal es que los vecinos y el enjambre de periodistas que acudió a cubrir el “evento”, no hubieran expulsado al par de okupas manu militari y restituido la vivienda a la que había sido vecina de toda la vida.

Un penúltimo ejemplo: si un régimen autonómico podía ser razonable en 1977 para Cataluña o el País Vasco, lo que ya no fue tan razonable fue lo que vino después de la mano de UCD: “el Estado de las Autonomías”, una verdadera sangría económica que se podría haber evitado.
Hubo un tiempo en el que se reconocían más derechos (“fueros”) a las provincias que habían demostrado más lealtad; hoy, en cambio, son las regiones que repiten más veces en menos tiempo la palabra “independencia”, las que se ven más favorecidas por el régimen autonómico. También aquí ocurre algo anómalo.

Y ahora el último: si se mira el estado de nuestra sociedad, de la economía de nuestro país, del vuelco étnico y antropológico que se está produciendo con una merma absoluta de nuestra identidad, si se atienden a las estadísticas que revelan el fracaso inapelable de nuestro sistema de enseñanza, el aumento no del número de delitos, sino especialmente del número de delitos más violentos, a la pérdida continua de poder adquisitivo de los salarios, al salvajismo de la presión fiscal y a la primitivización de la vida social, a la estupidez elevada a la enésima potencia vertida por los “gestores culturales”, a la corrupción política que desde mediados de los años 80 se ha convertido en sistémica, unida al empobrecimiento visible del debate político y de la calidad humana, moral y técnicas de quienes se dedican hoy a la política o a las negras perspectivas que se abren para la sociedad española en los próximos años, y así sucesivamente… lo más “anómalo” de todo esto que la sociedad española no reaccione y que individuos como Pedro Sánchez sigan figurando al frente del país y de unas instituciones que cada vez funcionan peor o, simplemente, han dejado de funcionar hace años.

Advertisement

Vale la pena que la sociedad española empiece a meditar con el hecho de que, si aspira a salir de su estado de crisis, no va a poder hacerlo por la “vía normal”. El cáncer está tan extendido que, hoy incluso podría dudarse de la eficacia del “cirujano de hierro” del que se hablaba hace algo más de 100 años. Lo único cierto hoy, es que, para salir de situaciones excepcionales, hacen falta, hombres excepcionales dispuestos a asumir medidas de excepción y a utilizar, de manera implacable, procedimientos de excepción que no serían razonables en situaciones “normales”, pero que son el único remedio cuando las cosas han ido demasiado lejos.

Esta reflexión es todavía más pertinente en el momento en que se ha rechazado la petición de extradición formulada por el gobierno de El Salvador, de un dirigente “mara” detenido en España. La extradición se ha negado con el argumento de que en el país dirigido por Bukele “no se respetan los derechos humanos”. Bukele entendió lo que hay que hacer para superar una situación excepcional: en dos años El Salvador pasó de ser el país más inseguro del mundo a ser un remanso de paz, orden y prosperidad. Porque, en una situación “normal”, los derechos de los ciudadanos, están por delante -muy por delante- de los derechos de los delincuentes. Priorizar los derechos de estos por encima de los de las víctimas, es precisamente, uno de los signos de anormalidad.

Se precisa una revolución. Nada más y nada menos. ¿Para qué? Para restablecer estándares de normalidad (esto es, todo lo que fortalece, educa y constituye el cemento de una sociedad), excluyendo todos los tópicos que nos han conducido a situaciones anómalas y que han demostrado suficientemente su inviabilidad. “Revolución o muerte”… sí, o la sociedad y el Estado cambian radicalmente, o se enfrentan a su fin. Tal es la disyuntiva.

 

Ernesto Milá. 

Advertisement

Continuar leyendo
Advertisement
Advertisement Enter ad code here