La Vuelta a España en la que Simon Yates se ha coronado como ganador concluyó el pasado fin de semana. Durante las 21 etapas de la competición se han repartido 1.063.125 euros en premios para los ciclistas. La plataforma de descuentos online Cuponation ha analizado cómo han quedado los bolsillos de los corredores tras esta competición.
Los premios de los ganadores
La mayoría del dinero de los premios se gana junto con el maillot rojo, al mejor tiempo, de cada etapa. El ganador de cada etapa en esta categoría gana 11.000 euros, y el ganador de la clasificación final se lleva 150.000 euros. El número dos, en este caso Enric Mas, se embolsa 57.000 euros como premio y el tercero, Miguel Ángel López, obtuvo una dotación económica de 30.000 euros. La cuarta posición de la clasificación general, ocupada por Steven Kruijswijk, se lleva un premio de 15.000 euros.
Para el ganador del maillot verde, Alejandro Valverde, se reserva un premio de 11.000 euros y a Thomas de Gendt, como mejor escalador se le premia el esfuerzo con 13.000 euros. La categoría combinada, que ha ganado Simon Yates, hace que este añada 11.000 euros al premio general. El ciclista supercombativo de La Vuelta, Mollema, ha ganado otros 3.000 euros. Y, el mejor equipo, Movistar, ha sido recompensado con 12.500 euros más de lo que tenía acumulado.
Los equipos con más ganancias
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Mitchelton-Scott ha sido el equipo que más ha rentabilizado La Vuelta a España, ha sido merecedor de un total de 199.445 euros. En segundo puesto por ganancias encontramos a Quick-Step, que se ha embolsado 120.600 euros. Completando el ranking nos encontramos al único equipo español que participa en el World Tour, el Movistar Team, que ha acumulado 86.920 euros en la competición.
Los otros tres equipos españoles que han participado en la competición no han conseguido acercarse a las cifras del Movistar Team. El Euskadi Basque Country – Murias ha acumulado 23.545 euros, mientras que el Caja Rural – Seguros RGA y el Burgos BH, se han quedado a la cola en cuanto a premios monetarios, con 6.330 y 4.690 euros respectivamente.
Los españoles que más han ganado en La Vuelta a España
Entre los 37 ciclistas españoles que han corrido La Vuelta han ganado un total de 220.655 euros, más de lo que han conseguido individualmente Simon Yates y el equipo Mitchelton-Scott. Entre ellos, destacan Enric Mas y Alejandro Valverde, que han visto premiada su actividad en la competición con 75.210 euros y 60.720 euros respectivamente. Mas y Valverde son los ciclistas que más dinero han ganado en la vuelta, sin contar patrocinios u otros extras, por detrás de Simon Yates.
Valverde ha conseguido premios económicos en todas las etapas menos en el sexto día de competición, en una etapa llana entre Huércal-Overa, San Javier en el Mar Menor. Por otro lado, Enric Mas ha compensado las once etapas en las que no ha optado a premio económico con la segunda posición por tiempos.
Otros españoles como Jon Izaguirre, Oscar Rodríguez y Luis Ángel Mate también han conseguido ganar más de 10.000 euros con sus pedaladas en La Vuelta.
Europa se queja de los aranceles que Trump está imponiendo progresivamente a productos procedentes de otros países, incluida la Unión Europea. Son lágrimas de cocodrilo derramadas por políticos incompetentes, que al menos deberían tener la cortesía de permanecer en silencio, dada su conducta caracterizada por la duplicidad y la superficialidad. Apelan a un principio abstracto, pero olvidan que el libre comercio siempre ha sido la voz de los más fuertes: de aquellos que, ya por delante en los mercados internacionales, quieren evitar la competencia de aquellos países que amenazan su primacía. No nos gustaría vernos obligados a desempolvar a Ricardo para recordar cómo funcionan realmente ciertas dinámicas, invariablemente acompañadas de las quejas de los patrones. Cuando la Unión Europea impone aranceles a los productos chinos (pensemos en los coches eléctricos, mejores, más eficientes y menos caros que los nuestros), nadie en Bruselas parece tener ningún remordimiento de conciencia. Pero cuando Estados Unidos hace lo mismo, empiezan las quejas. En resumen: haz lo que digo, no lo que hago. Cuando Europa no puede justificar su propio comportamiento, acusa a otros de prácticas comerciales desleales e impone impuestos para impedir la invasión de productos extranjeros. Éstas son las excusas habituales, útiles para hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Así, todos esos principios liberales, de libre mercado y orientados al mercado de los que nos encanta hablar desaparecen. Se dice: “Por donde pasan mercancías no pasan ejércitos” (Bastiat). Sí, pero sólo si esos bienes son nuestros. Está bien si se trata de dejar a otros atrás, pero si son ellos los que nos superan, entonces hay reprimendas y represalias. Cada nación tiene derecho a proteger su propia industria, especialmente en sectores avanzados que requieren desarrollo autónomo. Por supuesto, no damos crédito a ciertas campañas de propaganda ridículas, como la de Salvini, que quería gravar el arroz camboyano para “defender” la producción nacional. Pero no hay nada malo en querer proteger sectores estratégicos, capaces de fortalecerse primero en los mercados internos y luego competir en los mercados internacionales con mayor valor agregado. Sin protecciones gubernamentales, terminaríamos sucumbiendo a la competencia global. Esto es exactamente lo que le ha sucedido a Italia desde los años 90, víctima de un servilismo insensato hacia una UE y una potencia estadounidense que tienen todo el interés en relegarnos a sectores en los que no podemos competir con ellos. Los Hermanos de Italia probablemente ni siquiera saben de qué estamos hablando, ya que para ellos la patria es una consigna que satisface un postfascismo que incluso han negado. La lección sigue siendo la de mediados del siglo XIX, contenida en la obra Das nationale System der politischen Ökonomie. Y List no era ciertamente un protofascista, ni un autarquista ni un corporativista, sino un exponente de la escuela liberal, dotado no obstante de una inteligencia nacional concreta. Es hora de entender que no existen principios económicos que sean válidos para siempre: cada época impone la prevalencia de los suyos propios, en un contexto histórico y político también propio. La actitud hipócrita de Europa es un espejo de la inutilidad política de su actual clase dirigente. La triste ciencia, cada vez, quiere hacer creer a sus prosélitos que ha llegado a su fase final, aquella en la que existen reglas generales y universales válidas para la eternidad. Puntualmente, sin embargo, la alternancia de dogmas y preceptos cambia las creencias, hasta tal punto que es posible imaginar que en un futuro próximo volverán a prevalecer las nacionalizaciones, el intervencionismo público en la economía y las políticas monetarias gestionadas por los centros de decisión política. La economía es un péndulo oscilante, no una flecha que siempre apunta hacia adelante. Pronto, incluso cavar agujeros con el único objetivo de rellenarlos ya no será sinónimo de desperdicio e interferencia. Todos los mantras anteriores se desvanecerán y los equilibrios financieros, tanto públicos como privados, serán olvidados. Esto se debe a que la gente no quiere comprender, o prefiere ocultar, un concepto que a la larga es mucho más resistente: es la política, y en particular la política del poder y de los poderes, la que establece lo que hay que hacer para sobresalir. Preparémonos para los próximos giros académicos y ministeriales.