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Economía

Casado critica la descoordinación del Gobierno frente al coronavirus y propone un plan de choque

Redacción

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El presidente del PP, Pablo Casado, ha puesto hoy lunes sobre la mesa un plan de choque urgente frente a la crisis del coronavirus, sobre todo por el impacto económico que está teniendo ya. Casado ve descoordinación en el Gobierno y ha anunciado que el Grupo Popular pedirá la comparecencia de Pedro Sánchez en el Congreso, porque hasta ahora «no ha dado la cara».

El líder del PP ha dejado claro que su partido seguirá apoyando al Gobierno ante esta situación crítica, algo que, según ha recordado, no hizo Sánchez con Rajoyen tiempos del ébola. Pero cree absolutamente necesario no ir por detrás de los acontecimientos y tomar medidas urgentes ya. Las suyas se centran en el terreno económico, ya que cree que los expertos deben ser los que actúen en otros ámbitos.

Casado ha querido ser respetuoso con las medidas y consejos de los expertos, y con la coordinación del Ministerio de Sanidad con las comunidades. Pero ve cierto caos dentro del Gobierno, que atribuye a su hipertrofia y a sus diferencias internas.

El líder del PP ha subrayado que La Moncloa no se ha puesto en contacto con su partido en ningún momento, pero se ha mostrado abierto a hablar con Sánchez para buscar juntos medidas urgentes.

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El paquete que propone el PP «no está cerrado», sino que está abierto a negociar e incluso aprobar solo algunas de las diez medidas expuestas.

El Plan de choque que propone el PP se aprobaría mediante real decreto-ley. Casado cree que podría aprobarse mañana mismo en el Consejo de Ministros, y consta de diez puntos de «urgente necesidad»:

  1. Reducir a la mitad el Impuesto de Sociedades a los sectores afectados, en concreto al turismo. Y suprimir este impuesto temporalmente a la empresa en zona de cuarentena.

  2. Aplazar el cobro del IVA a las empresas afectadas y suprimir las subidas fiscales anunciadas, tanto la financiera, las tecnológicas, y las medioambientales

  3. Devolver los 2.500 millones de euros adeudados a las CC.AA. para reforzar su gestión sanitaria y de educación

  4. Aprobar un Plan de Contingencia sanitaria para reforzar los recursos de las autonomías.

  5. Aprobar un fondo de garantía para Pymes y autónomos con línea de liquidez específica para que no les supriman el crédito, en colaboración público-privada con la banca, el IG, el BCE y el BEI.

  6. Ampliar a 12 meses más la tarifa plana para autónomos reduciéndola a los 50€ iniciales y rebajar otros módulos en los sectores más afectados.

  7. Cancelar la contrarreforma laboral para garantizar la flexibilidad y la competitividad de las empresas y autónomos, e impulsar el teletrabajo.

  8. Aprobar una partida extraordinaria para financiar las bajas por aislamiento y la reducción de jornada, aportando fondos públicos a las empresas y permitir que los trabajadores afectados por un ERE no consuman su tiempo de prestación durante la suspensión del contrato.

  9. Aplazar el pago de las cotizaciones a la Seguridad Social, rebajar la de empresas afectadas, y cancelar toda la subida propuesta en las bases mínimas y el destope de la máxima.

  10. Aprobar un paquete legislativo para eliminar trabas burocráticas, potenciar la unidad de mercado y la internacionalización, con refuerzo de personal en puertos y aeropuertos y un plan de comercio exterior y fomento del turismo.

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Deberes amargos

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Conflitti&Strategie

Europa se queja de los aranceles que Trump está imponiendo progresivamente a productos procedentes de otros países, incluida la Unión Europea. Son lágrimas de cocodrilo derramadas por políticos incompetentes, que al menos deberían tener la cortesía de permanecer en silencio, dada su conducta caracterizada por la duplicidad y la superficialidad. Apelan a un principio abstracto, pero olvidan que el libre comercio siempre ha sido la voz de los más fuertes: de aquellos que, ya por delante en los mercados internacionales, quieren evitar la competencia de aquellos países que amenazan su primacía.
No nos gustaría vernos obligados a desempolvar a Ricardo para recordar cómo funcionan realmente ciertas dinámicas, invariablemente acompañadas de las quejas de los patrones. Cuando la Unión Europea impone aranceles a los productos chinos (pensemos en los coches eléctricos, mejores, más eficientes y menos caros que los nuestros), nadie en Bruselas parece tener ningún remordimiento de conciencia. Pero cuando Estados Unidos hace lo mismo, empiezan las quejas.
En resumen: haz lo que digo, no lo que hago. Cuando Europa no puede justificar su propio comportamiento, acusa a otros de prácticas comerciales desleales e impone impuestos para impedir la invasión de productos extranjeros. Éstas son las excusas habituales, útiles para hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros.
Así, todos esos principios liberales, de libre mercado y orientados al mercado de los que nos encanta hablar desaparecen. Se dice: “Por donde pasan mercancías no pasan ejércitos” (Bastiat). Sí, pero sólo si esos bienes son nuestros. Está bien si se trata de dejar a otros atrás, pero si son ellos los que nos superan, entonces hay reprimendas y represalias.
Cada nación tiene derecho a proteger su propia industria, especialmente en sectores avanzados que requieren desarrollo autónomo. Por supuesto, no damos crédito a ciertas campañas de propaganda ridículas, como la de Salvini, que quería gravar el arroz camboyano para “defender” la producción nacional. Pero no hay nada malo en querer proteger sectores estratégicos, capaces de fortalecerse primero en los mercados internos y luego competir en los mercados internacionales con mayor valor agregado. Sin protecciones gubernamentales, terminaríamos sucumbiendo a la competencia global. Esto es exactamente lo que le ha sucedido a Italia desde los años 90, víctima de un servilismo insensato hacia una UE y una potencia estadounidense que tienen todo el interés en relegarnos a sectores en los que no podemos competir con ellos. Los Hermanos de Italia probablemente ni siquiera saben de qué estamos hablando, ya que para ellos la patria es una consigna que satisface un postfascismo que incluso han negado.
La lección sigue siendo la de mediados del siglo XIX, contenida en la obra Das nationale System der politischen Ökonomie. Y List no era ciertamente un protofascista, ni un autarquista ni un corporativista, sino un exponente de la escuela liberal, dotado no obstante de una inteligencia nacional concreta.
Es hora de entender que no existen principios económicos que sean válidos para siempre: cada época impone la prevalencia de los suyos propios, en un contexto histórico y político también propio. La actitud hipócrita de Europa es un espejo de la inutilidad política de su actual clase dirigente.
La triste ciencia, cada vez, quiere hacer creer a sus prosélitos que ha llegado a su fase final, aquella en la que existen reglas generales y universales válidas para la eternidad. Puntualmente, sin embargo, la alternancia de dogmas y preceptos cambia las creencias, hasta tal punto que es posible imaginar que en un futuro próximo volverán a prevalecer las nacionalizaciones, el intervencionismo público en la economía y las políticas monetarias gestionadas por los centros de decisión política. La economía es un péndulo oscilante, no una flecha que siempre apunta hacia adelante. Pronto, incluso cavar agujeros con el único objetivo de rellenarlos ya no será sinónimo de desperdicio e interferencia.
Todos los mantras anteriores se desvanecerán y los equilibrios financieros, tanto públicos como privados, serán olvidados. Esto se debe a que la gente no quiere comprender, o prefiere ocultar, un concepto que a la larga es mucho más resistente: es la política, y en particular la política del poder y de los poderes, la que establece lo que hay que hacer para sobresalir.
Preparémonos para los próximos giros académicos y ministeriales.

http://www.conflittiestrategie.it/dazi-amari

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Traducción: Carlos X. Blanco

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