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Asesinan a niños con discapacidad en Kenia por la arraigada creencia de que están «malditos» o «embrujados»

Redacción

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Niños con discapacidades, atados a sillas de ruedas en un orfanato de Kenia
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Idiotas, imbéciles, anormales, una carga… Así es como califican en Kenia con frecuencia a los niños con discapacidad, presionando a sus madres para que los maten o los abandonen, en la mayoría de los casos por la arraigada creencia en el país africano de que estos niños están «malditos» o «embrujados» y que su estado no es sino el resultado de un castigo por los pecados cometidos por la madre.

Presionadas por sus familias, o incluso sus comunidades, muchas mujeres recurren al infanticidio, mientras que otras optan por abandonar a sus hijos en algunos de los orfanatos del país, donde el futuro tampoco será halagüeño, habida cuenta de las pésimas condiciones de estos centros y de la falta de cuidados específicos para las necesidades de estos niños.

Según el estudio ‘Infanticidio y abuso: asesinato y confinamiento de niños con discapacidades en Kenia’, realizado por la organización Disability Rights International (DRI) tras una investigación de dos años, el 45% de las 90 mujeres con hijos discapacitados con las que hablaron habían sido presionadas para abandonarlos o para matarlos.

El porcentaje de las mujeres que sufren este tipo de presiones es mayor en las zonas rurales. Así, mientras en Nairobi solo el 37% habían sufrido este tipo de presión, la cifra se eleva al 57% entre las que viven en zonas rurales.

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En el 63% de los casos, el argumento empleado fue que «el niño está maldito». Entre las creencias extendidas figura el hecho de que si el niño tiene una discapacidad puede deberse a que la madre ha sido infiel o que si el primogénito es discapacitado debe ser asesinado si sus padres quieren tener más hijos.

El que se considere que los niños con discapacidad están «embrujados» explica que el 25 de las mujeres consultadas dijeran que les instaron a llevar a su hijo a un «chamán» que «bien matara o curara al niño». A una de las madres, por ejemplo, le aconsejaron que pusiera una aguja en la vena de su hijo que terminaría por matarle, mientras que otra, cuyo hijo estaba ciego, tuvo que huir porque su marido quería matarlo.

En general, la principal presión llega desde las familias. Eso fue lo que le ocurrió a dos tercios de las mujeres que fueron presionadas para que mataran a sus hijos. En el 37% de los casos fue su propia familia la que se lo pidió, mientras que en el 26% fue la familia política y en el 14%, su marido. En cuanto al resto, las presiones llegaron de alguien de la comunidad, la iglesia o de amigos.

En el 54% de los casos el argumento esgrimido a favor de acabar con el niño con discapacidad fue que «había llevado la vergüenza a su familia y comunidad», mientras que a un tercio les dijeron que no iban a ser capaces de costear los gastos médicos para atender a su hijo y el 15% que no podrían trabajar y cuidar de sus hijos. En el 11% de los casos, el argumento fue que estos niños no pueden «vivir una vida plena» así que no tiene sentido «mantenerles con vida».

«Las autoridades son muy conscientes del problema pero no han dado pasos para combatir el estigma y la discriminación contra los niños con discapacidad», defiende Priscila Rodríguez, directora asociada de DRI y coautora del informe, en declaraciones a Europa Press.

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«Kenia debe iniciar una campaña de sensibilización en los medios y en las escuelas para poner de relieve que la discapacidad no es una maldición y que los niños con discapacidad en realidad enriquecen las vidas de sus familias y comunidades», añade.

En gran medida este desconocimiento en todo lo que se refiere a la discapacidad viene fomentado por que en los mismos hospitales, los médicos y el resto de personal no informan adecuadamente a las familias del estado de su hijo y de sus necesidades específicas tras nacer. En el 93% de los casos consultados, no fueron informadas antes de abandonar el hospital.

«Mi hija nació con una discapacidad pero no me lo dijeron al nacer. No sintieron que su vida valiera lo suficiente como para decirme cuál era su condición y cómo debería cuidarla», le contó a DRI una de las mujeres. Como consecuencia de esta falta de información, muchas madres tardan meses o incluso años en descubrir que sus hijos tienen una discapacidad, algo que priva a estos de un atención que podría ser clave para su supervivencia.

Pero descubrir que su hijo tiene una discapacidad no pone fin a la desinformación. En general, las mujeres tienen problemas para conseguir información sobre el tratamiento y el cuidado que requieren sus hijos. «Los médicos asumen que los padres no entienden y por tanto ni siquiera se molestan en explicar lo que les pasa a nuestros hijos. Se limitan a darnos la medicación y listo», lamenta una madre.

Aún más preocupante, a tenor de la información recabada por DRI durante su estudio, es que muchas enfermeras creen que la discapacidad puede ser contagiosa y se niegan a tratar a estos niños. Además, consideran que no merece la pena dedicarles esfuerzos porque muy probablemente no van a sobrevivir. Según cuenta una madre, un médico le dijo que su hija, que luego descubrió que era sorda, era «un vegetal y sería un vegetal toda su vida».

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En opinión de Rodríguez, las autoridades kenianas deben «entrenar a los responsables y el personal de la sanidad pública sobre lo que es la discapacidad y deben convertir en delito punible el que no se ofrezca información a la madre y la familia respecto a la discapacidad del niño y mejor modo de tratarla».

A esto hay que añadir la falta de ayudas públicas a las familias con hijos con discapacidad. El 97% de las mujeres consultadas reconocen que el principal obstáculo al que se enfrentan es que es muy caro criar a un hijo con discapacidad, además de los problemas de accesibilidad que tienen estos niños para poder ir a la escuela.

Según explica Rodríguez, el único programa de apoyo del que tiene constancia DRI es la asignación de 20 dólares al mes que reciben algunas familias de parte del Consejo Nacional para las Personas con Discapacidad.

Esta cifra «no es suficiente» en los casos de los niños con discapacidades «severas» y además «el proceso de registro es complicado, las madres tienen que viajar con sus hijos para que se les haga una evaluación médica, para lo que tienen que pagar, y para registrarlos», subraya Rodríguez, precisando que actualmente hay lista de espera.

Entre las mujeres que han plantado cara a sus familias y han decidido mantener a sus hijos con ellas, más de la mitad dicen tener problemas para encontrar trabajo y el 82% aseguran que no encuentran a nadie que quiera cuidar de su hijo mientras trabajan.

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Mama George es una de estas mujeres. Abandonada por su marido y repudiada por su familia y su comunidad, trabaja como jornalera y lleva cada día consigo a cuestas a su hijo, al que construye en el suelo un agujero en el que sentarle para poder trabajar. Su principal temor: el día en que su hijo sea más mayor y no pueda cargar con él.

Para todas estas mujeres, la aislamiento social es una realidad. El 54% reconocen sentirse solas y el 51% dicen estar tristes. En el 74% de los casos sus familias y/o comunidades las repudiaron y en uno de cada cinco casos su marido las abandonó tras saber que su hijo tenía una discapacidad.

DRI también visitó 21 orfanatos en todo el país donde documentamos negligencia grave, abuso físico y sexual y tortura. Los orfanatos para niños con discapacidades fueron particularmente espantosos.

«Encontramos una instalación donde había 500 niños hacinados en varias habitaciones y pasillos sucios. Un niño mayor estaba vigilando la puerta con un machete y un látigo, para evitar que escaparan ”, apuntan desde DRI.

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Internacional

Europa: La decadencia de una civilización. Por Alberto Bradanini

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Los habitantes del Viejo Continente menos incautos deberían coincidir en que la representación de Europa –como región geográfica, como conjunto caótico de Estados nacionales ( soberanos sólo en el papel) o como la llamada Unión Europea– es decididamente exagerada y , en esencia, no corresponde a la verdad. Aquellos que estén convencidos de lo contrario pueden dejar de leer aquí un texto que encontrarían innecesariamente corrosivo para sus convicciones.

Esta reflexión inicial supone un reflejo de la UE que podríamos encontrar entre las lianas de la selva amazónica, pues la comprensión de su identidad jurídica e institucional, así como de su esencia teleológica, requiere un gasto de energía habitualmente superior a la disponible. En ausencia de un pueblo europeo subyacente –que sólo la historia podría haber construido, pero no lo hizo–, el nivel de cohesión de sus llamadas clases dominantes, similar al de las ondas de frecuencia modulada, cambia de orientación dependiendo del punto cardinal desde el que sale la luna.

Basta una mirada distraída, o unas cuantas páginas web, para comprender que el tiempo actual es uno en el que Europa –cuya historia milenaria, trágica y enmarañada como pocas, sigue siendo desconocida para la mayoría– ve desvanecerse aquellos rasgos que un día le valieron el título de civilización . El continente no es hoy más que una región objetivo dirigida con fines puramente extractivos por entidades sulfurosas pero brutales, es decir, los poseedores del capital global, aquellos que deciden a lo Schmitt el estado de emergencia , una terminología sofisticada para significar que en los temas que realmente importan son ellos los que deciden. Consideran a Europa de un modo diferente que los ciudadanos europeos (en gran medida ensordecidos por el ruido de fondo de la Gran Mentira) o los no europeos, estos últimos distantes y aún más indiferentes. ¿Y la democracia? Bueno, eso sirve para llenar el vacío que es el vacío de los títeres que ocupan los asientos del poder. Ya vemos.

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Qué problemas aquejan a la región llamada Europa debería ser conocido, pero por eso mismo no se conoce (Hegel) y por eso se repite . Por el término «poseedores de capital global» nos referimos aquí a los propietarios y controladores del capital financiero global que valoran a Europa (y, de hecho, a todas las regiones del mundo) sólo como un territorio del cual extraer beneficios, riqueza, trabajo y ganancias de todo tipo, para ser descartados cuando se vuelva inadecuado para tal propósito.

Estos individuos, capitalistas hasta la médula, no tienen ningún pasaporte en particular: americano, británico, alemán, francés o suizo (los conocidos gnomos de Basilea); los demás países cuentan mucho menos; no son leales ni a Occidente ni a Oriente, no tienen bandera bajo la cual luchar, no se identifican con ningún pueblo, historia, lengua, tradición o valor; en sus corazones, si tienen uno, no es la tierra de sus padres la que hace vibrar las cuerdas profundas; no ven el mundo como un lugar donde la solidaridad y la justicia puedan hacer soportables los sufrimientos de la existencia humana y, por tanto, no tienen intención de mejorarla. No captan la efervescencia de las culturas, de los pueblos y de las naciones. Para este agregado poshumano –fruto incestuoso de la toxicidad globalista neocapitalista– la obtusidad ontológica lo convierte todo en invisible.

Sólo ven zonas de oportunidad, cuyo valor depende de los beneficios que se derivan de ellas y de la cantidad de recursos extraíbles: trabajo humano, datos, logística, transporte, tierras raras, petróleo, gas, mercados de consumo, etc. Cualquier otro rasgo humano, ético o social, carece a sus ojos de atractivo, como si fuera el cadáver de un elefante.

El tiempo, también, huelga decirlo , es a veces una variable que puede multiplicar los rendimientos, pues estos recursos se vuelven más efervescentes en los momentos de crisis. Estos a su vez, si no surgen espontáneamente, se hacen emerger con técnicas adecuadas.

A la luz de esta ilustración, el territorio europeo es asumido por los detentadores del capital global no como un agregado de naciones, con su historia, sus prioridades, sus especificidades y sus objetivos, sino nada más que una utilidad , un activo en acto o en potencial, adquirible cuando sea necesario para generar beneficio, si es necesario mediante una profunda recomposición social, identitaria, económica y, por tanto, mediante el trabajo y el sufrimiento, borrando demandas, necesidades, características, etc. de los pueblos y de las culturas. ¿Y el Estado, se podría decir, y los gobiernos? Pues bien, resulta incluso banal señalar que desempeñan el papel de figurantes, son los encargados de dar sentido a la noción de guarnición , vestidos con la librea de las fiestas para servir las mesas cargadas de comida de sus señores , mientras los mendigos no tienen más remedio que recoger las migajas que caen de la mesa de vez en cuando.

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Volviendo al tema, es bastante evidente que los países europeos no son soberanos , y menos aún democráticos , como veremos. En su tiempo, nuestro Maquiavelo había definido las dos cualidades que permiten a un país ser clasificado como soberano : no tener soldados de otro país en su territorio y ser dueño de su propia moneda. Hoy hay que añadir un tercero, el control de los factores de producción, es decir, el trabajo (hoy globalizado, correspondiente al mínimo común múltiplo ) y el capital (insaciable y libre de moverse allí donde aumenta las ganancias, mediante la compresión del factor trabajo). Los gobiernos y las clases dominantes –cuerpos etéreos que flotan en el aire como humo saliendo de una chimenea– no tienen control sobre lo anterior. No responden a demandas democráticas , no se mueven por valores éticos ni por las necesidades del pueblo, no persiguen el avance cultural, la equidad distributiva y la participación, sino que –a cambio de miserables recompensas en dinero, honores y carreras– sirven a los privilegios de la élite financiera, ese poder lejano situado en lugares incorpóreos.

En Europa, el Reino Unido, Alemania y Francia están a la cabeza de esos amigos del partido , quienes a su vez están bajo la correa móvil del sistema corporativo estadounidense, vinculados entre sí por intereses abiertos y encubiertos, chantajes y corrupción de todo tipo, bajo la campana del neocapitalismo globalista. Vale la pena repetirlo: los políticos electos brillan por su irrelevancia: después de todo, cualquiera puede ocupar un alto cargo político. Para ser ministro no hay necesidad de demostrar cultura, ética, preparación y aptitud. Lo único que importa es la voluntad de obedecer al contexto , adaptándose a la optimización de la función extractiva.

La Unión Europea es el lugar de selección oficial por excelencia, sobre el que se colocan individuos seleccionados por una particular insignificancia y propensión a la nulidad, encargados de aplicar sin preguntas molestas cada directiva que emana del Olimpo capitalista. La soberanía se ha externalizado, el gobierno (que las constituciones de los países miembros quieren que sea democrático ) se ha privatizado, la democracia es hoy una mera representación formal. El voto no cambia nada, es pura cosmética, un producto estético que proyecta programas de televisión que quitan el tiempo para disfrutarlos tumbados en el sofá, después de cenar. La democracia, para reflejar la esencia del término, exige participación y respeto a los principios fundadores de un pueblo ( la guerra fue repudiada hace décadas por nuestros padres después de la inmensa tragedia del último conflicto, pero ese imperativo categórico es traicionado cada día por quienes gobiernan).

A la sombra de tales reflexiones, la guerra en Ucrania no es un conflicto geopolítico, sino un instrumento multicolor al servicio del capital globalizado. Este último ve a Europa como una tierra de saqueo. Todavía relativamente rico en recursos, pretende acelerar su desindustrialización, cortando sus lazos con la región euroasiática, inflando aún más, si fuera necesario, la deuda de los países miembros, fabricando un enemigo imaginario para militarizar un continente que tanto necesita pero destruyendo la cohesión social con migraciones masivas, dejando que el continente sea gobernado por lunáticos no electos que intimidan a los ciudadanos con guerras , crisis y emergencias prefabricadas .

La destrucción del Nord Stream no sólo fue un increíble acto de sabotaje por parte de un aliado, sino un acontecimiento crucial en la reestructuración estratégica de la economía europea. Todo el continente, especialmente Alemania, dependía del gas ruso. Los contratos de energía a largo plazo, baratos y confiables permitieron a la industria europea vivir y prosperar. Con la destrucción del gasoducto se quemó el combustible que alimentaba el sistema. Hoy en día, la energía llega a Europa desde proveedores lejanos y precarios, en su mayoría estadounidenses (peones clave en la cadena de plusvalías globalistas) a precios cuadruplicados. A esto se suma el uso militar de la narrativa de la energía verde. La transición a las energías renovables no protege el clima, lo que justifica el desmantelamiento de la industria pesada, la reducción de la capacidad de producción, la importación de tecnología y sistemas digitales intensivos en capital.

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Como se ha señalado, la segunda función de la guerra en Ucrania es la militarización. Europa (es decir, los poseedores del capital global , que supervisan las fechorías de una tal Ursula Gertrud Albrecht , casada con  von der Leyen ) ha decidido que se necesitan cientos de miles de millones de euros para construir armas y ejércitos para defender a Europa. Se trata realmente de crear una economía de guerra sin guerra: keynesianismo militar. Un gasto público tan masivo, concentrado en el sector privado de la producción bélica, exige una fuerte reducción de los servicios sociales, el deterioro de las infraestructuras y de los bienes públicos, mientras los productores de muerte (Raytheon, GE, Boeing, Lockheed Martin, Rheinmetall, etc.) ven cómo sus bolsillos se llenan aún más. Paralelamente, la militarización se extiende al ámbito civil: medios de comunicación, educación, sociedad civil, todo está bajo vigilancia, sometido a estrictos protocolos de seguridad . La disidencia, demonizada o criminalizada, se clasifica como desinformación . El enemigo está dentro: el ciudadano que impugna la guerra expresa preocupaciones populistas . El colapso económico de Europa no es un accidente que surgió de la historia como un rayo caído del cielo en agosto. Es el resultado de una planificación consciente. La inflación, los costos de la energía, la devaluación de la moneda y los shocks en la cadena de suministro sirven para eliminar a la clase media, expandir la dependencia de las plataformas corporativas, erosionar el sector público y crear las condiciones para la centralización digital de la economía y las finanzas. Las políticas migratorias e identitarias buscan generar una fragmentación social controlada . Las migraciones masivas no deben promover la integración, sino socavar la cohesión social. Una sociedad fragmentada es más fácil de gobernar. Si los grupos sociales son agresivos entre sí, están menos inclinados a organizarse contra quienes están en el poder. Claro y sencillo. Europa –en crisis demográfica estructural y harta del uso de la libertad y de la crítica– se precipita hacia el abismo de una crisis permanente, al borde perenne del colapso, lo que justifica la emergencia y la vigilancia de una población cada vez más inquieta . La condición de caos controlado no es evidencia de un fracaso de la gobernanza , sino de su éxito. Esta estrategia no pretende garantizar la estabilidad y el progreso, sino únicamente optimizar beneficios y privilegios.

Como se ha señalado anteriormente, uno de los objetivos de la guerra en Ucrania es cortar los vínculos de Rusia y China con Europa. Ésta debe permanecer sumisa al capital globalista y estadounidense, esclavizado a la ideología de la guerra, de la OTAN (quizás con un matiz ligeramente diferente, pero siempre belicosa), de la deuda pública crónica o de las recetas persecutorias del FMI. La perspectiva de que los Estados-nación recuperen su soberanía debe ser destruida para siempre. Subordinada a súbditos lejanos, dueños de un capital inmenso, Europa debe convertirse en un enorme depósito de armas inutilizables (¡porque nadie quiere un holocausto nuclear!) producidas por sistemas hiperendeudados, desocializados, promiscuos, pero siempre obedientes a quienes se sientan en las montañas del capital globalizado.

Así, poco a poco, asistimos al ocaso de la civilización europea. La cultura, la economía, la política y el sistema ético de las naciones europeas están siendo vaciados. Europa no está siendo conquistada por ejércitos extranjeros, sino convertida, aparentemente pacíficamente, en un activo económico/financiero gestionado por los globalistas. No se trata de una crisis de liderazgo, que está completamente ausente, sino de una representación teatral como reflejo de la ontología de la mercantilización de la existencia humana.

Si alguien piensa que estas clases dominantes están fracasando, estaría equivocado. Ellos son los ganadores. No les interesa construir una Europa mejor, sino vaciarla y luego descartarla. Así como antes los reyes reinaban pero no gobernaban, hoy los gobiernos administran pero no gobiernan. Y si los europeos no entendemos el drama histórico de esta perspectiva, seguiremos confundiendo los síntomas con la enfermedad y buscando respuestas en las mismas instituciones e individuos que gestionan el colapso. No se trata de conquistar territorios ajenos, sino de un conflicto para decidir los fundamentos éticos de nuestra sociedad en la era posterior al Estado-nación. Europa es el campo de pruebas, el resto del mundo seguirá el ejemplo.

A través de : https://www.sinistrainrete.info/crisi-mondiale/30550-alberto-bradanini-europa-il-tramonto-di-una-civilta.html

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Originalmente en: https://www.lafionda.org/2025/05/20/europa-il-tramonto-di-una-civilta/

Traducción: Carlos X. Blanco

Alberto Bradanini es un ex diplomático. Entre los muchos cargos que ocupó, fue embajador de Italia en Teherán (2008-2012) y Pekín (2013-2015). Actualmente es presidente del Centro de Estudios sobre la China Contemporánea. Publicó «Más allá de la Gran Muralla» Ed. Bocconi 2018; «China, la visión de Nenni y los desafíos actuales», Ed. Anteo 2012; En enero de 2022 se estrena «China, el ascenso irresistible», Ed. Sandro Teti.

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