Opinión
ANÁLISIS: Ecologismo y antinatalismo: un ataque conjunto contra la familia y la humanidad
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3 años agoon
[L]a pandemia finalizará, pero la agenda 2030 se sostendrá; allí la idea del cambio climático y la sobrepoblación estarán tan vigentes como el aire que se respira. En este punto es interesante ver cómo la cultura antinatalista se sostiene mediante las más diversas banderas ideológicas y no sólo desde el tan conocido feminismo. Para comenzar el presente análisis es oportuno ver al pensador de referencia a los sucesos revolucionarios de Francia; Jean-Jacques Rousseau, nacido en 1712 y criado en Ginebra, engendró un pensamiento filosófico que influye notoriamente en la idiosincrasia actual. Sostuvo una tesis muy particular a lo largo de su obra intelectual que se puede sintetizar de la siguiente manera: “Todo está bien al salir de manos del autor de la Naturaleza; todo degenera en manos del hombre”. Esta forma de pensar a la civilización como un “mal” para el Mundo encuentra a su vez paridad en otros pensadores ampliamente difundidos, en el Siglo XXI.
El ecologismo, que es en sí mismo una expresión más (entre tantas otras) de la nueva izquierda, posee discursos que varían según el contexto, aunque mantiene un patrón común latente en sus mensajes a lo largo de la historia: el Hombre es artífice principal de la destrucción del Planeta y en consecuencia todo desastre natural es su culpa. Por ello es que actualmente, en una cultura fuertemente marcada por la paranoia ambiental, se está volviendo en forma silenciosa a considerar válida la teoría del pastor protestante y economista Thomas Malthus. Véase cómo la propia ONU dice en su portal oficial lo siguiente: “Las ciudades y las áreas metropolitanas son centros neurálgicos del crecimiento económico, ya que contribuyen al 60 % aproximadamente del PIB mundial. Sin embargo, también representan alrededor del 70 % de las emisiones de carbono mundiales y más del 60 % del uso de recursos. La rápida urbanización está dando como resultado un número creciente de habitantes en barrios pobres, infraestructuras y servicios inadecuados y sobrecargados (como la recogida de residuos y los sistemas de agua y saneamiento, carreteras y transporte), lo cual está empeorando la contaminación del aire y el crecimiento urbano incontrolado”. Resulta útil para comprender la realidad del presente siglo ver la idea que subyace en el pensamiento malthusiano y que es la mejor forma de graficar el ethos ecologista: “El poder de la población es tan superior al poder de la tierra para permitir la subsistencia del hombre, que la muerte prematura tiene que frenar hasta cierto punto el crecimiento del ser humano”. Así pues, se desacredita la posibilidad de innovación espontánea del Hombre para sólo considerar desde la élite globalista que existe “sobrepoblación” (cuando lo óptimo sería analizar la densidad demográfica que es un concepto totalmente distinto) la cual debe de alguna forma frenarse a tiempo antes de un fatal desenlace.
A pesar de que la humanidad prevaleció ante hambrunas y pestes desde su origen, lo real y concreto es que la hegemonía ecologista se hizo eco de los postulados de Malthus. Hoy, en una suerte de “religión verde”, se intenta trasladar la “culpa” al individuo por el sólo hecho de existir y ser parte del “cáncer” del planeta. Frente a esta situación, uno puede dejarse llevar por la hegemonía o comenzar a plantearse si realmente la especie humana es una atrocidad que merece ser extinguida.
La solución ecologista (aunque sólo los sectores más radicalizados lo afirman abiertamente como lo hace la organización Earth Fist) posee una visión malthusiana: es necesario realizar una restricción al crecimiento poblacional. Si uno considerase a la pobreza cómo el verdadero factor de contaminación y hambruna, claramente optaría por seguir las reglas de una economía abierta, como bien se extrae de los informes de The Heritage Foundation. Pero si uno ve al Hombre como un mal en sí mismo, es lógico considerar que sólo reduciendo la presencia humana en la Tierra se disminuiría el malestar y las amenazas que tanto preocupan a los “Verdes”. Esta nefasta visión a la que se adhiere el núcleo intelectual ecologista tan febrilmente permite explicar cómo es que organizaciones referentes del ecologismo, ejemplificadas, por mencionar una, Earth First, con Dave Foreman a la cabeza, llegan a reconocer que “La vida humana individual no es lo más importante del mundo. Una vida humana individual no tiene mayor valor intrínseco que la de un oso gris (de hecho, algunos de nosotros argumentaríamos que la vida individual de un oso gris es más importante que una vida individual humana porque hay muchos menos osos grises). El sufrimiento humano resultante del hambre y la sequía en Etiopía es lamentable, sí; pero la destrucción de otras criaturas y del hábitat allí es aún más lamentable”. Es expreso el reconocimiento de bastos intelectuales ambientalistas de que los humanos “son demasiados” y frente a tal coyuntura surgen las más variadas especulaciones. Lo expuesto podría explicar entonces las razones que subyacen a que algunas teóricas pioneras en asuntos sobre ecologismo, como lo fue Petra Kelly, hayan adherido también al Feminismo moderno, cuya bandera a favor del aborto siempre está presente. Véase cómo para Kelly, todas las injusticias del mundo se entrelazan y encuentran como nodo en común la opresión del régimen patriarcal. Las ideas de destrucción ambiental, guerra y pobreza, las asocia directamente con el racismo y el sexismo. Expresamente establece “mientras los varones blancos tengan el poder social y económico, las mujeres y las personas de color continuarán siendo discriminadas y la pobreza y la mentalidad militarista continuarán sin disminuir”.
Retomando el punto principal, al igual que Thomas Malthus, el conocido profesor y ecologista Paul R. Ehrlich ve que la mejor alternativa para afrontar los males de la humanidad es evitar que nuevas vidas vengan al mundo. Tan convencido de su teoría estuvo que a la par de publicar su libro “The Population Bomb” también fue patrón en “Population Matters”, una organización creada con el fin de generar conciencia respecto al crecimiento poblacional en relación al ambiente y los recursos naturales. Entre las múltiples comodidades que ofrece vivir en un sistema capitalista, más la influencia vil del ecologismo que considera a la existencia humana como un cáncer, las nuevas generaciones no encuentran razones para conservar la tradición más antigua del Hombre: formar familia. Paul R. Ehrlich predijo las más catastróficas situaciones para el hombre moderno, siendo que en la realidad cada modelo ecologista pereció por completo (desde la catástrofe de los agujeros en la capa de ozono hasta el enfriamiento global). Incluso Ehrlich llega a decir que “la epidemia mundial de sida podría llegar a matar a cientos de millones de personas”, y todo esto constituiría un “riguroso programa de ´control demográfico´ ejercido por la naturaleza en vista de la negativa de la humanidad a poner punto a medidas más menos severas”.
Tanta influencia ha tenido la agenda antinatalista en su discurso que se observa que “Se prevé que la tasa global de fecundidad, que bajó de 3,2 nacimientos por mujer en 1990 a 2,5 en 2019, disminuya aún más, alcanzando 2,2 nacimientos por mujer en 2050”; así reza un informe presentado por la ONU el 17 de junio de 2019. Este simple dato de una escala mundial, pone en manifiesto la idea distópica de la sobrepoblación ha sido una constante guía para el establishment internacional, siendo que la realidad indica que la tasa de fertilidad está decayendo a pasos agigantados a nivel global. Por citar un ejemplo entre tantos posibles, en España, madre patria de bastos países latinoamericanos, la cifra de nacimientos en España es la más baja en las últimas décadas, según han señalado fuentes del Instituto Nacional de Estadística (INE) al dar a conocer los datos provisionales del Movimiento Natural de la Población correspondiente a 2018. En el país de la península ibérica, mientras sus habitantes autóctonos mueren más de lo que nacen, la tasa de natalidad inmigrante aumenta al 20% aproximadamente. Países de Europa buscan combatir el invierno demográfico mediante políticas de estímulo económico por una elemental cuestión; se calcula que la población en algunas naciones podría verse reducida un 25% en tan sólo 3 décadas. Esto implica que no habrá suficiente población activa que produzca los bienes económicos necesarios para hacer frente a diversas erogaciones estatales, tales como el pago de las pensiones y jubilaciones de millones de personas o la asistencia en salubridad. En Latinoamérica pareciera que aún no se hace eco de lo que sucede a escala mundial. “Alentar a los niños, adolescentes y jóvenes, en particular las jóvenes, a que continúen sus estudios a fin de que estén preparados para una vida mejor, de aumentar su capacidad humana y de impedir los matrimonios a edad muy temprana y los nacimientos de gran riesgo y reducir la consiguiente mortalidad y morbilidad” es una de las conclusiones vertidas en el “Consenso de Montevideo sobre población y desarrollo”; claramente que dicha cumbre apuesta a convertir a los ciudadanos locales en unidades de producción y no de reproducción, lo que finalmente aparejará los resultados ya vistos en el viejo continente. Véase incluso cómo el medio internacional “BBC” postula una noticia de especial relevancia al decir: “”Childfree”: la creciente tendencia de personas que solicitan (o incluso pagan para) estar aisladas de los niños”; Ya sea mediante la vida consagrada a generar conciencia ecológica, o ya sea mediante la lucha hegemónica en pos del aborto libre, lo cierto es que la maternidad como principal poder de la mujer es desarraigado de su ser sin que muchas de ellas reaccionen ante tales consecuencias. Cuando una feminista habla, la maternidad es vista como signo de opresión; cuando un ecologista opina, la familia es la reproducción del cáncer del planeta; cuando un liberal posmoderno se expresa, la mujer libre es la que rompe con la familia tradicional; cuando un socialista emite un comentario, la familia es el sostén de aquel sistema que se debe quebrar. Todas las ideologías imperantes mantienen relaciones carnales en su núcleo: Mantener a la sociedad lejos de la proliferación del género humano. Muchos creen que la familia tradicional es sinónimo de retraso mientras que la vida eterna como siervo de las multinacionales es sinónimo de libertad e iluminación.
Para finalizar véase el caso del animalista Peter Singer, filósofo utilitarista australiano y confeso adherente a la ideología de la Nueva Izquierda, quien esboza un pensamiento que circula fuertemente en la actualidad, cuando distintos sectores de la sociedad debaten si debe el Estado punir, o no, las prácticas abortivas. este filósofo en su libro Ética Práctica, afirma “Es posible dar un significado preciso a “ser humano”. Podemos utilizarlo como equivalente a “miembro de la especie homo sapiens”. Determinar si un ser es miembro de una especie concreta es algo que se puede hacer científicamente, examinando la naturaleza de los cromosomas en las células de los organismos vivos. En este sentido, no existe duda de que, desde los primeros momentos de su existencia, un embrión concebido de un óvulo y un espermatozoide humano es un ser humano; y lo mismo ocurre con el ser humano que se encuentre discapacitado psíquicamente de la manera más profunda e irreparable, incluso con un bebé que haya nacido sin cerebro”. El pensamiento citado se condice con vastos sectores de la nueva izquierda que, en forma abierta y sin escrúpulos, no niegan la existencia de la vida, sino que consideran que esa vida no tiene la categoría ontológica de persona. Es el padre intelectual del animalismo moderno quien incluso promovió recientemente la legitimidad de la “discriminación de la tercera edad”, tal como se extrae de Project Syndicate.
Por ello, cuando ve que la propia ONU sostiene objetivos expresos tales como “Modernizar la gobernanza ambiental a nivel mundial”, “Producir un cambio transformativo para la naturaleza y las personas”, “Empleos verdes y crecimiento sostenible e inclusivo” o el especial objetivo de “Asegurar el acceso universal a la salud sexual y reproductiva y los derechos reproductivos según lo acordado de conformidad con el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo, la Plataforma de Acción de Beijing y los documentos finales de sus conferencias de examen” verá que siempre subyace la idea propia del ecologista, reducir ciertas poblaciones venideras para que los recursos sean suficientes para el gozo de ciertas élites globalistas actuales.
España
Análisis completo. Nuevo curso político: Se sabe cómo empieza, pero no cómo terminará. Por Ernesto Milá
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3 días agoon
04/09/2024By
Ernesto Milá
En las puertas del nuevo curso político sería muy difícil encontrar otro que se abriera en una situación tan absolutamente pesimista. No existe -ni para el poder, ni para la oposición- un solo factor de optimismo. Las cifras macroeconómicas son malas, pero la realidad político-social es aún peor. El discurso del pesimismo se ha instalado en la sociedad española y las declaraciones optimistas de los miembros del gobierno y de los poncios autonómicos, suenan más falsos que un negro con el pelo liso. Y este es el problema que tiene en estos momentos España: si algo va como un “cohete”, si somos líderes en algo, es precisamente en velocidad hacia el abismo. Sabemos cómo empieza el curso 2024-2025, pero ignoramos como terminará o, más en general, como concluirá el “drama español”. Esto es lo que nos impulsa a ser tan negativos:
1) EL PEDROSANCHISMO ESTÁ PERDIENDO EL RELATO
Pedro Sánchez cree que basta con enjuagar a los medios de comunicación tradicionales para mantener el “relato” en el que basa su permanencia en el poder, a saber “que España va, no solo bien, sino como un cohete”. Es el “optimismo antropológico” de Zapatero elevado a la enésima potencia. Pero, así como ZP ignoraba porqué iban bien las cosas en los primeros años de su gobierno (por las ayudas de la UE, por el modelo económico de Aznar que, básicamente, podía resumirse en “pan para hoy y hambre para mañana”, por el aumento de la burbuja inmobiliaria, por la llegada en pocos meses de 3.000.000 de inmigrantes, lo que hizo subir el PIB, etc.) y su optimismo era el propio del idiota que caía de un edificio de 20 pisos y al llegar al 10 decía “bueno, hasta ahora todo va bien”.
Pero, al final, incluso el más optimista advierte la realidad. Y la realidad le llegó a ZP en forma de crisis económica mundial en 2007 (que no reconoció hasta 2009). Allí murió, no solo el zapaterismo sino también la socialdemocracia, cuando optó por salvar a la banca, arrojando a miseria y paro a 6.000.000 de españoles. Pero, lo que en ZP era estupidez, en Pedro Sánchez es, simplemente, mala fe.
Esta mala fe se extiende a todos sus ministros, incluso es un virus que recorre todas las autonomías que se limitan a adaptar los gestos y proclamas del presidente. Anteayer, Marlaska declaraba que “los delitos con arma blanca han descendido”. Al día siguiente -consecuentes con esta proclama- el gobierno vasco declaró que quienes amenazaran con un “arma blanca” no serían detenidos… Pero, la realidad dice otra cosa: los delitos con arma blanca aumentan tanto como la inmigración ilegal y masiva. Lo pueden negar todos los medios de comunicación subvencionados por el poder central o autonómico, o por ambos, pero la realidad es que, cada día, unos cientos de ciudadanos que han sido víctimas de asaltos con arma blanca, o los han presenciado, se convencen de lo contrario.
Y lo que es peor para el relato del gobierno: esta tendencia no va a disminuir por mucho que Marlaska se esfuerce en considerar solo como “agresiones con arma blanca” a los que han sido agredidos con una botella de leche y no a aquellos que han visto el brillo de una filosa navaja amenazando su cuello. Las agresiones con cuchillos han crecido en toda Europa en los últimos cinco años. Y no se trata sólo de yihadistas más o menos tarados, sino de la delincuencia de a pie que se ha convertido en la principal importación africana de la UE, superando incluso a las sandías y melones marroquíes cultivados primorosamente con aguas fecales.
2) EL “RELATO” DEL PEDROSANCHISMO
El “relato” del pedrosanchismo se mantenía sobre todo en cuatro factores:
1) unos medios de comunicación comprados al peso (siempre, la carne de periodista se ha cotizado barata), olvidando que influencers y youtubers tienen en muchos casos una audiencia superior a cualquier medio convencional ultrasubvencionado y, que mayoritariamente son contestatarios en relación a las líneas del gobierno sanchista y, además, salen gratis: monetizan sus visitas en redes sociales.
2) un PP timorato, flojo en su papel opositor, triste y más aburrido que un partido de ajedrez emitido por radio. En todas las ocasiones en las que el PP ha echado un capote al pedrosanchismo, ha evidenciado que no es la “alternativa”, sino más bien la “alternancia” y que, si llega algún día a gobernar, la política de Feijóo será como la de Sánchez, aunque quizás más sosa y con menos sobresaltos familiares.
3) unos “aliados” que, en realidad, son grupos políticos en declive (especialmente Podemos, Sumar, ERC, Junts), unos sindicatos mudos y vacíos de afiliados, y unas ONGs principal reducto de paniaguados de este país, que saben que sin Pedro Sánchez en Moncloa, peligrarían sus suculentos beneficios. La actual mayoría Frankenstein está formada por el “club de los fracasados”: sumadas sus impotencias pueden ser mayores que el PP en número de diputados, pero ni son coherentes, ni estables, ni siquiera capaces de gobernar con mínimos de eficiencia.
4) Unos “nuevos electores”, inmigrantes naturalizados, bolsas de ni-nis, que votarán a quien les garantice paguita ad infinitum. Obviamente, el pedrosanchismo no presenta esta compra de nuevos electores como necesaria para sustituir los huecos cada vez mayores en su electorado tradicional, sino como “medidas sociales”, necesarias para paliar “la pobreza”. El problema es que nadie da algo a cambio de nada. Si los receptores de estas paguitas debieran de prestar un servicio al Estado (limpiar pintadas, acudir allí donde hay incendios, realizar servicios sociales, limpiar bosques, realizar tareas de repoblación forestal, etc, etc,) todo sería más justo y eficiente, pero la peor política consiste en acostumbrar a la población a recibir algo sin dar nada a cambio.
3) CURSO POLÍTICO 2024-2025:
UNA ACUMULACIÓN DE PROBLEMAS INSOLUBLES
Pero, en el inicio del nuevo curso político 2024-2025, al pedrosanchismo se le van acumulando problemas. Más y más. Por eso decíamos al principio, que sabemos como se inicia es curso político, pero no sabemos como puede terminar. Aunque la convicción es que, inequívocamente, acabará, con Pedro Sánchez en Moncloa o con Feijóo, pero, en todo caso, peor de lo que estamos ahora. Y esto por varios motivos:
– Gobierne quien gobierne la deuda del Estado seguirá creciendo: solo en el primer trimestre de 2024, la deuda pública aumentó en casi 40.000 millones de euros y, en la actualidad, se sitúa en torno a 1.625.000 millones, esto es 1,62 ¡billones de euros! El 109% del PIB. Solamente en los próximos tres meses, de octubre a diciembre, el Estado deberá pagar 23.500 millones ¡en intereses generados por la deuda pública! Este año 2024, el Estado ha tenido que pagar un 40% más de intereses de deuda y a principios de 2024 se preveían pagos de 44.000 millones a lo largo del año en deuda. Solo desde 2020 hasta 2022 el Estado pagó 566.700 millones de euros en concepto de intereses ¡en apenas dos años!, mientras que, en los siete años que median entre 1995 y 2019 se pagaron cinco veces menos: 113.700 millones.
En conclusión: la economía española va “como un cohete” porque el pedrosanchismo ha aumentado artificialmente el dinero emitiendo más y más deuda pública. Pero esta práctica tiene un límite y no puede estirarse hasta el infinito. España, desde el momento en el que la UE estableció como “criterio de convergencia” que la deuda pública estuviera por debajo del 60% del PIB, ha llegado con mucho a aquel límite. Grecia (que en la actualidad está endeudada por un 164% de su PIB) no tiene apenas peso económico en la UE, pero España, cuya economía es ¡siete veces! la de Grecia, si puede poner hacer tambalear todo el sistema económico-financiero europeo.
– Gobierne quien gobierne las bolsas de subvencionados directos o indirectos, seguirán ahí y exigirán seguir percibiendo subsidios: pensar que, un eventual gobierno “de derecha” o de “centro-derecha” enderezará la economía, afrontando una reducción del gasto público, es tan peligroso como un cirujano con hipo. En efecto, si convenimos que una parte importante del presupuesto del Estado va a parar a subsidios a sindicatos, al 75% de la inmigración marroquí que no trabaja, y a un porcentaje aún mayor de inmigración subsahariana en idéntica situación, o a subvencionar el mantenimiento de casi 20.000 MENAs, unidos a los subsidios que reciben ONGs de lo más exóticas, o a ni-nis que jamás cotizarán a la seguridad social y así sucesivamente, entenderemos porqué, en las actuales circunstancias, esos subsidios no pueden cortarse de un día para otro. Hacerlo, supondría un estallido social. Igualmente, ocurre con los pisos “okupados”. Se ignora el número total de viviendas que han sido sustraídas a sus legítimos propietarios y okupados por intrusos. Sólo se conoce que en 2023 se registraron 15.289 casos nuevos. Así pues, es posible que la cifra se sitúe entre los 50 y los 75.000 pisos. Desalojarlos de un día para otro, implicaría dejar en torno a 150.000 personas en la calle. Tratándose, sobre todo, de inmigrantes ilegales. El pedrosanchismo compensa su falta de interés por la vivienda pública, descargando en la iniciativa privada el problema de la vivienda: los pequeños propietarios de vivienda -no los bancos, ni los grandes inversores, como suelen repetir las ONGs y el gobierno- están pagando la nula eficiencia del ministerio de la vivienda. Un gobierno de derechas que prometiera “desokupación ya”, vería inmediatamente como aumenta la criminalidad desde el mismo momento en que devolviera los pisos a sus legítimos propietarios.
En conclusión: los problemas generados por el zapaterismo (más inmigración en momentos de crisis), larvados durante el gobierno de Rajoy (subsidios para contener la criminalidad y los estallidos sociales) y durante el pedrosanchismo (más inmigración subsidiada para generar un nicho de votos especialmente entre los inmigrantes naturalizados), son, en la actualidad, prácticamente irresolubles y cualquier intento de restar privilegios a los grupos que se han visto beneficiados por las subvenciones, los subsidios y la manga ancha ante las okupaciones, generará un estallido de violencia social para la que el Estado, ni la judicatura, ni el sistema de prisiones, están en condiciones de afrontar.
– La política de gobernar con la no-España, ha llevado al PSOE a un callejón sin salida: Desde los “acuerdos del Tinell”, suscritos por el PSOE-PSC en 2003 con ERC y con la extrema-izquierda, la estrategia del PSOE se ha basado en gobernar apoyado por los nacionalistas e independentistas creando un “cordón sanitario” en torno a la derecha. El problema es que, en aquellos momentos, solo había una derecha, el PP, y ahora hay dos: una “derecha liberal”, PP, y una “derecha nacional”, Vox. O, si se prefiere, una “derecha domesticada” y una “derecha rebelde”. Si bien la lógica política y las necesidades de estabilidad de la sociedad española, implicaban en la primera legislatura de Sánchez un acuerdo entre PP y PSOE, una “gran coalición”, fórmula recomendada por la UE, Sánchez optó por un acuerdo con Podemos que fue ampliando en la actual legislatura, cada vez más, a medida que su margen electoral iba descendiendo. Y sí tenemos hoy la “parajódica” situación de un PSOE (perdedor de las anteriores elecciones) que obtuvo mayoría parlamentaria gracias a la coalición con el resto de perdedores (nacionalistas e independentistas). En su infinita ambición e ignorancia histórica, Sánchez cree que puede seguir eternamente realizando concesiones a la “no-España”, mientras esta garantice su propia mayoría. En realidad, se equivoca: desde el punto de vista de la “no-España” lo que está aplicando es la “teoría del salchichón”: ir cortando rodajas del salchichón hasta agotarlo, es decir, hasta conseguir su objetivo final, la desvinculación de Cataluña y del País Vasco, del resto de España. De ahí, las concesiones a los independentistas catalanes, primero la amnistía, luego la promesa de un “concierto económico” y la condonación de 15.000 millones de deuda de la gencat (es decir, traspasar 15.000 millones a la deuda del Estado…), unido a la liberación progresiva de matarifes etarras. Es evidente que, buena parte de todas estas medidas que han sido contestadas con recursos a las instancias superiores, son de difícil encaje con el ordenamiento constitucional español y, algunas generarán problemas en las “baronías” socialistas. Esto hace que tanto Junts (que empieza a ver que los pactos con el gobierno, lejos de reforzarla, están contribuyendo a romper aún más el independentismo y a favorecer el crecimiento de la Alliança Catalana con su discurso antiinmigracionista), como ERC (cuya situación electoral e interior es, en estos momentos, de máxima urgencia), estén planteándose en estos momentos, hasta cuándo seguirán apoyando al PSC en el gobierno de la gencat (en el caso de ERC) y al PSOE en el parlamento del Estado (en el caso de Junts y de ERC).
En conclusión: el cálculo que están haciendo en estos momentos ERC y Junts no es más que una “evaluación de daños”. ¿Qué les perjudica electoralmente más? ¿seguir apoyando y obteniendo concesiones del pedrosanchismo, cada vez más empantanado en fraudes, escándalos, procesos por corrupción, miserias, desgobierno, o bien romper con el pedrosanchismo, del que tienen la legítima sospecha que les está tomando el pelo? El dilema para los independentistas es: o bien seguir dejándose engañar, pasar por tontos antes su propio electorado y seguir victimizándose, o bien romper con el pedrosanchismo, arriesgarse a que la derecha suba el poder y ésta, para contentar a su propio electorado patriótico, revierta buena parte de los “progresos” arrancados por el independentismo al pedrosanchismo. Nos inclinamos a pensar que Junts tragará carros y carretas, Puigdemont tiene pocas intenciones de volver a España y no ser presidente de la gencat, prefiere la eterna victimización del “exiliado”. En cuanto a ERC, su trayectoria en dientes de sierra, de subidas y bajadas, unido a su exaltado pro-inmigracionismo islamista, lo sitúen ante una situación nueva: nunca el partido estuvo tan dividido, tan necesitado de refuerzos, porque, esta crisis -unida a la crisis general del independentismo catalán, más multidividido que nunca tanto en relación con sus objetivos, como a su estrategia- puede ser una crisis que liquide definitivamente con una sigla centenaria (cuya trayectoria en estos 100 años, por cierto, ha sido catastrófica para Cataluña, ya desde los tiempos de Macía y Companys). Lo que está claro es que, los indepes están sufriendo en su propia carne el desgaste del pedrosanchismo: cuantas más concesiones -reales o supuestas- le arrancan, más se merma su electorado.
– El problema de la inmigración es el que está polarizando a la sociedad: a favor o en contra. A lo largo del verano, el problema migratorio se ha desencadenado en toda su violencia. Y hay dos discursos muy distintos: o cualquier inmigrante ilegal que llega es expulsado inmediatamente, “en caliente” y sin recursos. O bien, cualquier inmigrante que llega es aceptado, subsidiado y tratado como cualquier otro “español viejo”. La primera posición tiene pocos matices: y está creciendo. La segunda, en cambio, -que es la del PSOE, la de la extrema-izquierda, pero también la del PP y de parte de los indepes- tiene multitud de matices y de actitudes. Y, en estos momentos, se encuentra en franco retroceso. Hoy, es del dominio público, que delincuente indultado en África o con deseos de vivir del cuento, mira hacia Europa. Y en concreto hacia España, el país más débil de la Europa Occidental. Lo sorprendente es la actitud del PP (aprobar el proceso de legalización de 500.000 inmigrantes junto al PSOE, el pacto para la redistribución de los MENAs por autonomías), las posiciones de la Conferencia Episcopal (cuyos medios de comunicación siguen sin enterarse de lo que está ocurriendo, negándose a ver la islamización de Europa, creyendo que los miles diarios de recién llegados vienen todos “a trabajar” (como Antonio Jiménez, presentador de “El Cascabel” de TV Trece) o sosteniendo (como Expósito, el jefe de informativos de COPE) que es “inevitable” que cada vez huyan más y más de la “miseria africana”, o la ambigüedad de la Conferencia Episcopal que todo lo ve desde una “perspectiva humanitaria de caridad cristiana”. Si cada día, el sentimiento de la población española -y, por extensión, europea- es más negativo en torno a la inmigración, se debe a evidente imposibilidad ya demostrada de integración, especialmente de las bolsas procedentes de África, a los problemas que genera su presencia y que experimenta la sociedad española, especialmente las clases medias, los sectores más modestos y los turistas (se suele olvidar que España vive hoy del turismo). Resulta incomprensible que cada año “falten camareros” cuando cada día llegan miles de individuos y que ni el gobierno central ni las taifas autonómicas antepongan subvenciones a formación o, como mínimo, condicionen las subvenciones a la formación profesional. La novedad este verano de 2024, es que la situación ya ha llegado al límite, pero nada sugiere que el gobierno vaya a cambiar su política. Los viajes de Sánchez a los países emisores de inmigración son fácilmente comprensibles: como sabe cualquiera que ya tenido un contacto mínimo con gobierno africanos, cuando se negocian ayudas y transferencia de fondos con Mauritania, Gambia y Senegal, lo primero que se negocia son los comisiones que recibe cada parte: el que luego los fondos restantes se destinen o no a lo inicialmente proclamado es lo de menos. Dada la situación del pedrosanchismo, y su problemático futuro, la “ayuda a África” puede ser una de las últimas posibilidades de “pillar comisiones sustanciales” antes de abandonar la Moncloa. En cualquier caso, el problema no está ni en Mauritaria, ni en Gambia ni en Senegal, sino en Marruecos, como cada día los medios se encargan de recordarlo sin querer: miles de MENAS tratando de alcanzar a nado Ceuta es un síntoma: ¿Cómo podía ser de otra manera? El boca-oreja circula a la misma velocidad que el tam-tam, desde Ras Ben Sekka en Túnez hasta el cabo de las Agujas en Sudáfrica y lo que se transmiten es “vente pa’ España que todo lo que quieras hacer sale gratis, nadie te dice nada y, además, te pagan la estancia”. Tal es, en esencia, el actual “efecto llamada” en dirección a España. Y esta cuestión también ha llegado al límite. Hoy, cada vez más partidos anti-inmigración se encuentran en el poder. En Francia el RN es el primer partido en número de votos (con más de tres millones de ventaja sobre su inmediato seguidor, la extrema-izquierda), en algunas regiones de Alemania, la AfD ya es el segundo partido en intención de voto. En Dinamarca, Suecia, Holanda, Italia, el fenómeno migratorio empieza a disminuir a causa de medidas legales para su control. En España, en cambio, va en aumento.
En conclusión: este último factor enlaza con el primero que hemos analizado. La inmigración cuesta dinero (en lugar de generarlo). Por tanto, mientras el ritmo de llegadas vaya creciendo, el déficit público irá aumentando. El peligro es que se cree una situación parecida a la que ha estallado este verano en Inglaterra: “Nos han robado nuestro país”, han gritado los ingleses en las calles, mientras la policía y el gobierno laborista los trataba como delincuentes y, paralelamente mimaba a las hordas musulmanas armadas con cuclillos. Y es que la rección, en Inglaterra, ha llegado demasiado tarde: el país está perdido, literalmente ha sido conquistado por el Islam sin apenas resistencia. Eso puede suceder pasado mañana en España. La perspectiva que tenemos ante la vista es una simbiosis entre islamización y primitivización de la vida pública. El pedrosanchismo no va a poder contener la inmigración, ni siquiera tiene intención en hacerlo, aspira solo a que el “negocio de la inmigración” rinda sus últimos frutos y Sánchez, familia y corte tengan los medios suficientes para establecerse en cualquier otro lugar con los fondos enviados a paraísos fiscales, ante el futuro derrumbe del Estado: derrumbe que a estas alturas es casi irreversible.
En curso político 2024-25 va a ser decisivo: pero más vale que tengamos presente que la situación en la que nos encontramos no es fácilmente reversible. Cabe decir que estamos en un punto en el que “ni contigo, ni sin ti, Sánchez” esto tiene solución. Ni con la izquierda y la no-España, ni con una “gran coalición” PP-PSOE, ni con un gobierno de derechas con mayoría pepera. Para que el PP cambiara su discurso y sus liderazgos internos, sería necesario que Vox superara el 30% de los votos. Esa es la única posibilidad en estos momentos, de reconstruir la autoridad del Estado y una política de reconstrucción nacional coherente. La cuestión no es, si Vox es capaz de llegar a este porcentaje, sino si no es ya demasiado tarde para resolver cualquier cuestión y si intentarlo no generaría un estallido étnico-socio-religioso, la hostilidad de las autoridades de la UE y de los grandes fondos de inversión internacionales…
Tales son los grandes problemas de fondo que afronta España en este nuevo curso político que se iniciará en breve.
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¡Comparte esta publicación! Finalmente, ha sucedido lo que tenía que suceder. Tras negarse en un primer momento a dimitir, la...