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Alemania: crece la popularidad del partido contrario a la inmigración

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Manifestación silenciosa organizada por Alternativa por Alemania (AfD) en memoria de las víctimas de los crímenes violentos perpetrados por migrantes. Chemnitz, Alemania, 1 de septiembre de 2018.
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Por Soeren Kern.- El asesinato de un ciudadano alemán a manos de dos solicitantes de asilo a los que se les había denegado la solicitud en Chemnitz, y el intento de encubrimiento de la policía alemana, han contribuido a un aumento en los apoyos al partido contrario a la inmigración, Alternativa para Alemania (AfD), que, según una nueva encuesta, ha superado al Partido Socialdemócrata (SPD) convirtiéndose en la segunda fuerza política en Alemania.

El apoyo al AfD ha crecido al 17%, mientras que el respaldo al SPD ha caído al 16%. La Unión Demócrata Cristiana (CDU)-Unión Social Cristiana (CSU), la alianza de la canciller, Angela Merkel, se sitúa en el 28,5%, según una encuesta del Insa Institute publicada por el periódico Bild el 3 de septiembre.

La subida de AfD –que se ha alimentado de la indignación general por la decisión de Merkel de permitir la entrada al país de más de un millón de migrantes, en su mayoría musulmanes, de África, Asia y Oriente Medio, con el subsiguiente aumento de los delitos– refleja la actual reorganización de la política alemana, donde los votantes rechazan cada vez más la ortodoxia multicultural de los grandes partidos.

Cuando se celebraron las elecciones federales el 24 de septiembre de 2017, la alianza CDU-CSU obtuvo el 32,9% de los votos, su peor resultado electoral en casi setenta años. El SPD obtuvo el 20,5%, su peor resultado de la historia. AfD obtuvo el 12,6%, y se convirtió en el tercer partido del país en el Parlamento alemán.

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Los resultados electorales demostraron que más de un millón de votantes tradicionales del CDU-CSU desertaron a AfD. Una señal de que las preocupaciones sobre la migración masiva no sólo se limitan a los votantes conservadores es que el SPD, de centro-izquierda, perdió 500.000 votantes a favor de AfD, mientras que el ultraizquierdista Partido de la Izquierda perdió 400.000 votantes. Además, casi 1,5 millón de ciudadanos que votaban por primera vez dieron su voto a AfD. Esta tendencia se ha mantenido, como han corroborado sistemáticamente las encuestas de opinión desde las elecciones de 2017.

Los grandes partidos están contraatacando con lo que algunos observadores dicen que son medidas engañosas, con el objetivo de deslegitimar –y posiblemente ilegalizar– a AfD, como pedir que se ponga a AfD bajo vigilancia oficial.

Los detractores de AfD, que suelen tachar al partido de “extrema derecha” o “extremista”, afirman que los presuntos lazos del partido con organizaciones neonazis es una amenaza existencial para el orden constitucional alemán. Los seguidores de AfD replican que el establishment políticamente correcto de Alemania, temeroso de perder su poder e influencia, está intentando ilegalizar un partido que se ha comprometido a poner por encima los intereses de los ciudadanos alemanes.

Las llamadas a que los servicios de inteligencia vigilen a AfD se han intensificado en los últimos días, después de que varios miembros de AfD participaran en las multitudinarias protestas en Chemnitz contra la creciente delincuencia de los inmigrantes.

Las protestas estallaron después de que un hombre de treinta y cinco años y origen germano-cubano llamado Daniel Hillig fuese asesinado a puñaladas el 26 de agosto por dos inmigrantes en el festival anual de la ciudad.

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La policía se negó al principio a revelar las identidades de los atacantes, pero el 27 de agosto se filtró un informe de la policía a la prensa –el documento ha estado desde entonces vetado en las páginas web alemanas, pero aún está en una web rusa–, que mostraba que los asesinos eran inmigrantes ilegales de Irak y Siria. Ambos tenían largos historiales delictivos, pero las autoridades alemanas les permitieron vagar libremente por las calles alemanas. La policía confirmó después que el documento filtrado era auténtico y dijo que habían abierto una investigación por la sospecha de “revelación de secretos oficiales”.

Miles de personas salieron a la calle durante varios días para protestar por el asesinato y la pasividad de las autoridades alemanas por el problema de la escalada de la delincuencia a manos de migrantes. Las manifestaciones (y contramanifestaciones) congregaron a un amplio espectro de la sociedad alemana, incluidos seguidores de AfD, así como miembros de la llamada “escena de extrema derecha”. Casi al acabar una de las marchas, algunos de los manifestantes se pusieron violentos y empezaron a insultar a los migrantes que pasaban por allí. Ese incidente moldeó después el relato de los medios, y pasó de ser una protesta de los alemanes contra la delincuencia de los migrantes a una extrema derecha que ataca a los migrantes inocentes.

Pocos o ninguno de los políticos de los grandes partidos alemanes condenó el asesinato de Hillig, pero se apresuraron a condenar los ataques a los migrantes.

El 27 de agosto, un portavoz del Gobierno, Steffen Seibert, en una rueda de prensa con los medios nacionales, condenó la “caza de personas de aspecto distinto, de orígenes distintos” en las calles de Chemnitz.

La canciller Merkel se hizo eco de sus palabras: “Tenemos vídeos que muestran que hubo una caza, que hubo disturbios, que había odio en la calle, y que es inaceptable en nuestro Estado constitucional”.

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Después se supo que todas las afirmaciones del Gobierno se basaban en un solo vídeo de diecinueve segundos –titulado “Caza de personas en Chemnitz”– que fue publicado en YouTube y después emitido por la televisión pública ARD. El vídeo muestra a un individuo que persigue a otro, lo que parece ser un incidente aislado.

Además, se descubrió que un manifestante que acaparó titulares en la prensa nacional al hacer el saludo nazi en la protesta en Chemnitz era un extremista de izquierdas que se había infiltrado en la marcha con el fin de desacreditarla. Pero la narrativa mediática ya se había puesto en marcha.

El presidente de la Comisión de Asuntos Internos del Parlamento alemán, Burkhard Lischka (SPD), advirtió del peligro de una guerra civil:

Hay una pequeña turba de derechas en nuestro país que va a llevar sus violentas fantasías de una guerra civil a nuestras calles. Que en el Bundestag [el Parlamento alemán un partido aplauda esos excesos contra conciudadanos de origen extranjero como legítima defensa demuestra que la mayoría de nuestro país debe alzar aún más la voz en lo que respecta al Estado de derecho, la democracia y la cohesión de nuestra sociedad.

El vicepresidente del Bundestag, Thomas Oppermann, exigió que AfD fuese vigilada por los servicios de inteligencia doméstica de Alemania, la Oficina para la Protección de la Constitución (Bundesamt für Verfassungsschutz, BfV): “La cuestión de los refugiados divide a la sociedad y AfD se sube cada vez con más radicalidad a esta ola”.

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El ministro de Interior alemán, Horst Seehofer (CSU) replicó que no ve fundamentos para vigilar a AfD. En un aparte en una reunión a puerta cerrada del CSU en Brandemburgo, Seehofer defendió a los manifestantes de Chemnitz: “Sólo porque la gente proteste no les convierte en nazis”. Añadió: “La migración es la madre de todos los problemas”.

El primer ministro de Sajonia, Michael Kretschmer (CDU), contradijo después las afirmaciones del Gobierno: “No había una turba, nadie fue a la caza humana, no hubo pogromo en esta ciudad”.

El portavoz de la fiscalía general de Sajonia, Wolfgang Klein, añadió: “Tras analizar todos los materiales a nuestra disposición, no hubo caza en Chemnitz”.

Cuando se le pidió que rectificara sus afirmaciones, Seibert se reafirmó:

“No voy a entrar en un debate semántico por una palabra. Por supuesto, si la oficina del fiscal general dice eso, tomo nota. Sin embargo, sigue habiendo un vídeo donde personas de origen extranjero son perseguidas y amenazadas. Sigue siendo cierto que hubo declaraciones que eran amenazantes, llamadas a tomarse la justicia por cuenta propia. Así que, en mi opinión, no hay nada de que hablar”.

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Como Seibert, Merkel se negó a retractarse:

“Vimos imágenes que mostraban claramente el odio y la persecución de personas inocentes. Hay que distanciarse de eso. Eso es lo único que tengo que decir”.

En un artículo para Tichys Einblick, un destacado blog alemán, el comentarista Oswald Metzger lo resumía así:

“No hubo turba, no hubo caza humana, no hubo pogromo en esta ciudad”. El primer ministro sajón, Michael Kretschmer (CDU), corrigió con claridad los reportajes falsos y casi histéricos de muchos de los principales medios sobre los acontecimientos en Chemnitz tras el apuñalamiento mortal. Incluso la canciller y su portavoz en el Gobierno transmitieron, como todos sabemos, estas falsas informaciones al público, dándoles por lo tanto publicidad.

Durante demasiado tiempo, muchos ciudadanos de todos los ámbitos se han dado cuenta de que los problemas de integrar a inmigrantes de incluso tercera y cuarta generación han ido a más, o a menos, especialmente los turcos. La inmigración masiva de los últimos tres años, bajo la bandera del “derecho al asilo” ha aumentado significativamente el temor a sociedades paralelas, los delitos y la alienación cultural.

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“Cuando veo las acusaciones a menudo indiscriminadas y generalizadas contra los ‘camisas pardas de Chemnitz’, los partidos tradicionales no deberían preguntarse por qué, casi sin excepción, siguen perdiendo votos a favor de la extravagante AfD.

Cuando los ciudadanos preocupados son cada vez más estigmatizados como nazis –acusaciones que, casualmente, por su uso excesivo equivalen a una descarada trivialización de los crímenes nazis–, suelen responder con un comentario de indiferencia: “¡Vale, pues no soy más que un nazi!”.

El extremismo no se puede combatir con la exclusión, sino atendiendo a los hechos. Los que quieran llegar a los ciudadanos preocupados deben salir de sus trincheras ideológicas.

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España

Un homenaje a Ucrania desde la Memoria Española: 81 años de la última gran victoria del ejército español, por Francisco Torres García

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Francisco Torres García

 

Hace 81 años se libró en la entonces URSS, en los arrabales de la ciudad de Leningrado (San Petersburgo) la batalla de Krasny Bor. Un choque de tintes épicos entre la infantería española y el Ejército Rojo en los inicios de la Operación Estrella Polar, planificada por quien sería mariscal y cuatro veces héroe de la Unión Soviética, Gueorgui Konstantinovich Zhúkov. Considerado por la historiografía soviética y posterior como el mejor de los comandantes soviéticos en campaña, los soldados afirmaban: «Donde está Zhúkov, está la victoria».

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Con aquella, sin duda, pensaba añadir, a la que sería una brillante carrera militar, la liberación definitiva de la ciudad de Leningrado. La misma que había conseguido defender ante el asalto alemán en el otoño de 1941. Con una concatenación de ofensivas en los Frentes de Leningrado, Vóljov y Noroeste pretendía alcanzar un objetivo  muy ambicioso: acabar con el cerco a Leningrado, liberar Novgorod, embolsar al 18.º Ejército alemán y abrir el camino hasta la frontera de Estonia y Letonia. Todo ello tras haber desarticulado los soviéticos la Operación Nordlicht, el que iba a ser el asalto definitivo a la ciudad cuna de la Revolución dirigido por el mariscal Erich von Manstein.

La batalla defensiva que libró en Krasny Bor la División Española de Voluntarios, la División Azul, supuso, sin embargo, un revés para el plan de Zhúkov al impedir la ruptura del frente encomendada a unidades del 55.º Ejército; resistencia que contribuyó a la frustración de toda la Operación. Más allá de cualquier otra valoración hay que señalar que si los españoles se hubieran hundido la progresión soviética, que debía protagonizar la 45.ª División de la Guardia del general Krasnov, hubiera sido difícilmente contenible quebrando la línea de comunicación que permitía abastecer a las fuerzas alemanas.

Conviene insistir, como nota introductoria, en una realidad incuestionable que las circunstancias políticas de la última década, junto con algunos sectores de la historiografía, tienden a obviar, que, independientemente de su componente político y de su recluta, la División Española de Voluntarios, la División Azul, fue una unidad del Ejército español, constituida orgánicamente al efecto de realizar una misión específica (combatir al comunismo) y disuelta a la conclusión de la misma. Esta gran unidad consiguió, entre el 10 y el 11 de febrero, en lo que debemos denominar los combates de Krasny Bor, siguiendo al general Fontenla, una importante victoria en lo que fue una batalla defensiva al frustrar la intención enemiga y dislocar una ofensiva de amplios horizontes. No es exagerado, sino simple constatación de la realidad, que en Krasny Bor el ejército español alcanzó su última gran victoria en una gran acción bélica.

Más allá del desarrollo de los combates en aquellas 18 horas de lucha continua entre el 10 y el 11 de febrero, más allá del rosario de acciones heroicas que en aquellas momentos se dieron, avanzado el conocimiento real de los hechos (siendo fundamentales las aportaciones realizadas por Carlos Caballero), desbrozadas algunas interpretaciones herederas de las valoraciones personales de quienes combatieron, eliminados no pocos mitos que durante décadas prescindieron de los condicionantes tácticos y de la realidad de las fuerzas en presencia, vamos a tratar de precisar algunos aspectos, quizás aparentemente secundarios, sobre los condicionantes y las lecciones de aquel día.

La División Azul que consiguió aquella victoria no era la unidad que salió de España en julio de 1941 y que había combatido brillantemente en las orillas del Vóljov. En febrero de 1943 no eran muchos los divisionarios alistados en 1941 que permanecían en el frente, probablemente rondarían los 2.000. Tras agotar las listas de reserva, en marzo de 1942, el gobierno español decidió iniciar un nuevo periodo de recluta del que saldrían la mayor parte de los combatientes en la batalla.

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Entre abril y diciembre de 1942 llegaron al frente 14.124 hombres. A partir de mayo comenzaron a abandonar el frente los denominados Batallones de Repatriación. Más de 9.000 voluntarios regresaron a España hasta el último mes de aquel año; entorno a  2.000 no pudieron hacerlo y aguardaban la eternidad en un rosario de cementerios. En este proceso el general Muñoz Grandes chocó con el Ministerio del Ejército y su planteamiento de renovación/sustitución, inclinándose por mantener la vieja «amalgama napoleónica» distribuyendo a los que llegaban entre todas las unidades.

En febrero de 1943 la DEV era una unidad prácticamente renovada. Sobre aquellos voluntarios llegados caería la leyenda de una recluta forzada, alimentada por la paga, pletórica de republicanos y maleantes, con escasa moral de combate y menor voluntad de vencer, salida de los cuarteles, aunque casi 9.000 de los llegados a lo largo de 1942 se hubieran alistado desde los banderines abiertos en las milicias falangistas… Visión que compartía y ampliaba la propaganda soviética que mantendría de forma ortodoxa el PCE y se transmitiría, a través de sus vasos comunicantes, a parte de la reciente historiografía española. La prueba más evidente de que no era así es lo ocurrido durante los combates de Krasny Bor.

En julio de 1942, aquella gran unidad que estaba renovándose/reconstruyéndose, recibió órdenes para trasladarse desde el Vóljov hasta el frente de Leningrado, iban a participar en lo que se anunciaba como el asalto definitivo a la ciudad. Aquel movimiento iniciado en agosto dio tiempo al general Muñoz Grandes para instruir a sus hombres. Además se le indicó que, una vez acantonada en las proximidades del frente, tendría un tiempo antes de entrar en línea. La División Azul iba a tener un papel relevante en la ruptura que conduciría a la ocupación de la ciudad dentro de la Operación Nordlicht. Lo que indica el valor que como unidad de combate se daba a los españoles por parte del mando alemán.

Las circunstancias y la falta de fuerzas acortaron los plazos y la DEV entró en línea el 5 de septiembre entre Alexandrovka y el río Ishora. El general Muñoz Grandes asumió el mando de una zona de buenas posiciones pero sin profundidad en sus elementos de defensa, y procedió a reestructurar sus fuerzas para una acción ofensiva que se mantuvo viva hasta mediados de octubre de 1942. Ahora bien, por sus efectivos, que a finales de octubre podía desplegar 16.343 hombres, la DEV era la unidad más poderosa del frente. Con sus fuerzas podía mantener su sector sin dificultades ante cualquier contingencia.

El general Emilio Esteban-Infantes, que iba a sustituir en el mando a Muñoz Grandes, llegó al frente en agosto para convertirse en 2ª Jefe de la unidad, a él iba a corresponder, en gran medida la preparación final de la zona y el despliegue en el nuevo sector que se le iba a adscribir en que se libraría la batalla.

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Cerrado definitivamente el planteamiento ofensivo correspondía prepararse para establecer un escenario defensivo ganando lo que no tenían las líneas alemanas de un frente estático como era el asumido, profundidad. Ambos generales conocían la doctrina táctica española sobre la batalla defensiva que optaba por la profundidad y la distribución de posiciones defensivas con espíritu de resistencia al objeto de impedir al enemigo la penetración real y el dominio del territorio. Doctrina revisada durante la guerra civil sobre la que el propio Franco había teorizado, destacando la importancia de la batalla defensiva, en 1938 en sus instrucciones para los jefes de grandes unidades y en sus comentarios al reglamento de ese año. El general Muñoz Grandes asumió que se vería obligado a librar una difícil batalla defensiva cuando anunció que se mantendría a toda costa en Novgorod en el invierno de 1941-42.

El propio Franco en su ABC de la batalla defensiva. Aportación a la doctrina, síntesis final de lo escrito durante la guerra, incidiría en la necesidad de relegar «los órdenes lineales», optando por «sistemas profundos, tanto más necesarios cuanto mayor sea la capacidad de penetración de los Ejércitos modernos y su potencia para la ruptura» con lo que se organizará el terreno propio «preparando el sistema de fuegos que ha de aniquilar al enemigo», asumiendo que las fuerzas enemigas progresarán según sea la red de comunicaciones existentes que permitirán alimentar la batalla, por lo que «los campos de batalla principales hemos de buscarlos en esas vías de penetración, como en ellas ha de situarse el centro de gravedad de nuestras tropas», creando la zona de resistencia y en esta, siguiendo los reglamentos tácticos, lo fundamental es el ocultamiento y la dispersión de las fuerzas. En ese marco se desarrolló la batalla de febrero en el frente ruso.

Tanto Muñoz Grandes primero como Esteban-Infantes después trabajaron para dotar de profundidad sus líneas. La línea española tuvo una relativa tranquilidad, aunque sometida a los duelos artilleros y golpes de reconocimiento, entre los meses de octubre y noviembre, lo que permitió incidir en la instrucción de las fuerzas. Una optimización que no hay que depreciar a la hora de valorar las razones de la victoria española.

El problema, sobre todo para Esteban-Infantes al asumir el mando completo, fue la constante ampliación de la línea a cubrir por los españoles desde el sector inicial establecido entre Alexandrowka y el meandro del río Ishora. En enero de 1943 los soviéticos lanzaron la Operación Iskra que daría origen a la batalla por el control de los Altos de Sinyavino. La falta de fuerzas hizo a los alemanes exprimir el frente sacando unidades. La División Azul cedería al II Batallón del 269.º a mediados de enero de 1943. En Sinyavino los españoles demostrarían, una vez más, su capacidad de aferrarse al terreno y no ceder hasta quedar reducidos a la mínima expresión (solo 30 hombres regresarían indemnes), algo que no parece que fuera tenido en cuenta por el mando enemigo. Todo ello llevaría a la División a extender sus líneas primero hasta Krasny Bor, y después hasta más allá de la línea férrea cubriendo otros siete kilómetros. De un despliegue en el que los españoles mantenían reservas en cada subsector se pasó a un despliegue que embebía en línea a casi todas las fuerzas. Pero lo más grave era la falta de profundidad de la línea más allá del Ishora y la necesidad de preparar el terreno. Esteban-Infantes tendría que luchar contra el tiempo para ganar profundidad, pero este se estaba acabando. El tiempo había permitido trabajar en todo el sector la oeste del Ishora, pero ahora las líneas española podían alcanzar, según se evalúe, entre los 24 y los 30 kilómetros para soldarse al este con las fuerzas limitadas de la 4.ª División SS Policía que estaban retornando tras su participación en los combates de mediados de enero.

La División Azul cubría una línea que cortaba el río Ishora, la carretera Leningrado-Moscú, la población de Krasny Bor que ocupaba unos 9 kilómetros cuadrados y la línea del ferrocarril Leningrado-Moscú. A lo largo del mes de enero se hizo evidente que el subsector que se abría en el Ishora y llegaba hasta la línea férrea era tácticamente fundamental. Esteban-Infantes asumió la necesidad de ganar en profundidad asegurando las líneas en el Ishora y cubriendo la carretera, pero para completar un sistema que contara con suficientes posiciones para cubrir una amplia zona de resistencia necesitaba más tiempo. A la vez procuró destruir los intentos enemigos de progresar a la hora de acercar sus posiciones a la línea española ante Krasny Bor y la línea férrea. El condicionado despliegue español en la zona mostraría su eficacia el 10 de febrero.

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El  subsector de unos 11 kilómetros de línea, con unos cuatro fundamentales entre la carretera y el ferrocarril, quedó guarnecido por el Regimiento 262.º a las órdenes del coronel Manuel Sagrado Marchena, reforzado con el Batallón de la Reserva Móvil y la Compañía de Esquiadores, a lo que se sumarían, exprimiendo la División, el Grupo de Exploración, el Batallón de Zapadores y el Grupo Antitanques. El 10 de febrero tenían establecidos 2 escalones de despliegue y dos pequeñas reservas en su retaguardia. Durante los combates improvisarían una tercera línea. En total unos 5.000 hombres.

Lo que difícilmente podía prever el mando español o alemán era que los soviéticos hubieran situado el punto de ruptura de una gran operación ofensiva precisamente en aquellos kilómetros. Allí los españoles tendrían que aguantar primero la durísima ruptura artillera y después el asalto enemigo. Lo harían en inferioridad ya que el Ejército Rojo desplegaba 4 divisiones (72.ª y 43.ª de Fusileros, junto con la 63.ª y 45.ª de la Guardia) y una imponente masa artillera (la proporción con respecto a las baterías hispano-alemanas ha precisado Carlos Caballero era de 3.3 a 1, «que ya era bastante»). Flanqueada por las divisiones 72.ª y 43.ª de Fusileros, la 63.ª División de la Guardia, al mando del general Nikolái Pávlovich Simoniak tenía la misión de abrir brecha en Krasny Bor consiguiendo la necesaria ruptura. No era la 63 División una unidad escasamente fogueada, ni su general carecía de brillantez. De hecho, había protagonizado el 18 de enero la ruptura del frente enemigo en Shlisselburg, enlazando con las fuerzas del Frente del Vóljov en la Operación Chispa, lo que valió a Simoniak la Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética.

La terrible preparación artillera que se prolongó durante casi dos horas castigó muy duramente a las compañías españolas, que en algún caso llegaron a sufrir bajas cercanas al 80% de sus efectivos. Simoniak no esperaba una fuerte oposición y cuando la infantería roja avanzó apoyada por carros KV 1 se encontró con la enconada resistencia de los restos de las compañías de Huidobro, Palacios, Oroquieta, Aramburu, Campos… Se abría así el tiempo de las resistencias decisivas que se prolongaría durante horas. Algo que no debió extrañar, cuando comenzó a tener información, al general Esteban-Infantes pues él mismo las había vivido en primera persona durante la batalla de Brunete en la guerra civil. Tampoco, a pesar de la dureza se produjo el hundimiento de la moral, los que retrocedieron en medio de la lluvia de fuego se recompusieron y contraatacaron cuando encontraron mandos que los reagruparon. Algo que difícilmente hubiera sucedido en una unidad de recluta forzada o sin más horizonte que la paga.

Según la propaganda enemiga la División iba a plantear escasa resistencia dado el componente humano de la nueva recluta. Parece evidente que los mandos del Ejército Rojo habían asumido como real esta imagen. Sin embargo, lo que los españoles estaban demostrando era una alta moral de combate no quebrándose la voluntad de vencer y una elevada calidad entre sus jefes, oficiales y suboficiales que tuvieron que combatir durante horas sin la necesaria comunicación entre las compañías ni con el mando superior establecido por Esteban-Infantes en el puesto avanzado de Raykolovo. Las compañías de la Guardia pudieron sobrepasar los núcleos de resistencia de las compañías de línea, pero se empantanaron en una zona de resistencia que nunca pudieron dominar, no pudieron adueñarse del terreno y esa fue la clave del día.

Sin comunicación exacta sobre el alcance de la penetración enemiga durante horas el general Esteban-Infantes movió sus escasas reservas y adoptó la medida de recurrir a los hombres del Batallón de Repatriación, disponiéndose a aguantar, en el peor de los casos apoyado en el Ishora; al otro lado del río el intento de progresión soviética había sido contenido y rechazado el ataque en el meandro del río. Con respecto a la actuación del general Esteban-Infantes, el general Fontenla ha precisado que si bien no percibió la entidad del posible ataque, «durante al batalla reaccionó de forma correcta… en su puesto de combate: empleó el fuego de la artillería divisionaria, empeñó reservas disponibles y se esforzó en organizar otras nuevas, y reforzó el borde de la lucha en Ishora para impedir sus ensanchamiento y facilitar, en su caso, la estrangulación de la penetración mediante un contraataque general».

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Al caer la noche, sobre las 15.30 los combates adquirieron una nueva dimensión sobre un terreno en el que las manchas blancas se alternaban con grandes extensiones de barro. Los españoles continuaban resistiendo en su segundo escalón apegados a las construcciones de Krasny Bor y en su improvisada última línea de resistencia. Los divisionarios habían dado tiempo al mando alemán a preparar una línea tras la zona de combate para guarecer Sablino. Las fuerzas de Simoniak no pudieron abrir la brecha necesaria en Krasny Bor, ni se pudo progresar al este de la línea férrea: no hubo ruptura definitiva. El mando del 55.º Ejército no pudo usar su reserva convenientemente, la 45.ª de la Guardia del general Krasnov, pues ya no había éxito que explotar y los alemanes habían desplegado una línea defensiva tras los españoles.

Al finalizar el día los divisionarios habían perdido en aquel subsector, que cederían a los alemanes de forma progresiva hasta la medianoche, entre 3 o 4 kilómetros, pero -insistimos- los soviéticos no consiguieron su objetivo que era abrir una brecha rompiendo el frente y dominando el terreno para permitir el avance, con lo que su ataque quedó dislocado perdiendo más de un tercio de sus efectivos, sin romper nunca de forma definitiva la última línea española ni ocupar su zona de resistencia.

La gloria, la victoria y la muerte acompañan siempre hechos de armas como los combates de Krasny Bor. En torno a 1.100 españoles perdieron la vida en la batalla, entre 200 y 300 cayeron prisioneros, otro millar y medio recibieron heridas de consideración -parte de ellos también dejarían este mundo a consecuencia de las mismas o acortarían significativamente su vida-. Hubo acciones heroicas que por falta de testigos nunca fueron convenientemente recompensadas. Un soldado, Antonio Ponte Anido, pese a estar herido decidió frenar un T-34 que se dirigía hacia un hospital de campaña, lo hizo con su vida, fue recompensado a título póstumo con la Cruz Laureada de San Fernando.

Según anota Carlos Caballero el mando alemán anunció la concesión por los hechos de aquel día de 30 Cruces de Hierro de 1ª, 300 de 2ª y 400 Cruces al Mérito Militar con Espadas. En parte de aquellos prisioneros, que fueron internados en los campos de concentración soviéticos, tampoco se quebró la voluntad de continuar la lucha y vencer. Algunos de ellos serían condecorados tras volver a España 11 años después.

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