El éxito del 8M, que hace rato ha dejado de ser el Día Internacional de la Mujer y se ha convertido sencillamente en el día del feminismo, consiste precisamente en su incapacidad estructural para resolver aquello por lo que dice movilizarse: fundamentalmente, la violencia contra las mujeres.
Dicho en otros términos: el éxito feminista descansa en el hecho de constituir un rotundo fracaso. Y la lógica de ello es bien fácil de entender: el feminismo llama a movilizaciones masivas por la violencia contra la mujer; bajo el paradigma feminista que opera desde hace una década, sin embargo, la violencia contra la mujer ha aumentado; y como la violencia contra la mujer ha aumentado, el feminismo llama todavía con mayor urgencia a más movilizaciones masivas para repudiar la violencia contra la mujer.
En definitiva, se trata de un círculo vicioso del que, por supuesto, sectores minoritarios se ven ampliamente beneficiados. Concretamente, aquellos que viven de la ideología de género, que parasitan al Estado y sus contribuyentes, que venden humo en universidades y colegios, o que montan sus ONG’s y sus “colectivos” bien financiados con dineros de fundaciones como IPPF, Open Society, Bill y Melinda Gates Foundation, Arcus Foundation, Open Democracy, Ford Foundation, Rockefeller Foundation, entre tantas otras.
Pero los números están a la vista, y muestran las dimensiones del fracaso feminista que es, sin embargo, la razón de su éxito. En el año 2015 el movimiento #NiUnaMenos irrumpió en la escena argentina. Fue el inicio de la masificación del feminismo en el país. El año anterior, es decir, en 2014, la Corte Suprema de Justicia había concluido que un total de 225 de los llamados “femicidios” se habían producido en el país. Por tal motivo, argumentaban en #NiUnaMenos, el feminismo debía volverse hegemónico: para visibilizar lo que estaba pasando y ofrecer soluciones para acabar con la violencia contra las mujeres.
Pues bien, el feminismo rápidamente se transformó en el paradigma dominante que totalizó los espacios públicos y privados. Las universidades pusieron materias y cursos obligatorios de feminismo; los medios no dejaron de festejar acríticamente el feminismo; el Estado incrementó todos los años, desde entonces, sus instituciones dedicadas al género y al feminismo, y la planta de burócratas inservibles que viven de esta ideología.
En definitiva, se trata de un círculo vicioso del que, por supuesto, sectores minoritarios se ven ampliamente beneficiados. Concretamente, aquellos que viven de la ideología de género, que parasitan al Estado y sus contribuyentes, que venden humo en universidades y colegios, o que montan sus ONG’s y sus “colectivos” bien financiados con dineros de fundaciones como IPPF, Open Society, Bill y Melinda Gates Foundation, Arcus Foundation, Open Democracy, Ford Foundation, Rockefeller Foundation, entre tantas otras.
Pero los números están a la vista, y muestran las dimensiones del fracaso feminista que es, sin embargo, la razón de su éxito. En el año 2015 el movimiento #NiUnaMenos irrumpió en la escena argentina. Fue el inicio de la masificación del feminismo en el país. El año anterior, es decir, en 2014, la Corte Suprema de Justicia había concluido que un total de 225 de los llamados “femicidios” se habían producido en el país. Por tal motivo, argumentaban en #NiUnaMenos, el feminismo debía volverse hegemónico: para visibilizar lo que estaba pasando y ofrecer soluciones para acabar con la violencia contra las mujeres.
Pues bien, el feminismo rápidamente se transformó en el paradigma dominante que totalizó los espacios públicos y privados. Las universidades pusieron materias y cursos obligatorios de feminismo; los medios no dejaron de festejar acríticamente el feminismo; el Estado incrementó todos los años, desde entonces, sus instituciones dedicadas al género y al feminismo, y la planta de burócratas inservibles que viven de esta ideología.
Dos hipótesis pueden formularse sobre ello. Hipótesis de máxima: el feminismo no sólo no resuelve el problema de la mujer, sino que lo agrava, siendo funcional al contexto de violencia generalizada. Hipótesis de mínima: cuando menos, el feminismo definitivamente está incapacitado para resolver el problema de la mujer, y ello así porque tiene una lectura ideológica de la realidad que le impide analizar las causas reales de la violencia, que son mucho más complejas que la paparruchada del género, sus lugares comunes y sus fantasmas, tales como el “patriarcado”, el “heteropatriarcado” o la “falocracia”. En otras palabras: el feminismo consume recursos y tiempo, sin arrojar ningún resultado positivo.
Claro que no faltará quien argumente que “lo que aumentaron fueron las denuncias”, lo cual constituye una falacia, porque no estamos hablando aquí de meras denuncias, sino de asesinatos contra mujeres totalmente identificados. En otras palabras: no hay un aumento simplemente de denuncias, sino de mujeres asesinadas.
A pesar de semejante fracaso, el feminismo es un éxito en sí mismo: esa es su paradoja. En efecto, cada vez cuenta con más financiamiento, más respaldo de los ricos y los famosos, más cobertura mediática y sumisión farandulera, y más militancia de idiotas útiles que no pueden no ser parte de la moda. El éxito del feminismo consiste en fracasar: mientras más mujeres mueran, más urgente será el feminismo; y mientras más urgente sea el feminismo, más éxito político, económico y mediático tendrá.
Einstein decía que “estar loco es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. Esperar que la violencia contra las mujeres disminuya por cantar un himno ridículo, por mostrar los senos, por incendiar tal o cual iglesia, por reventar los vidrios de este o de aquel edificio, por amanerar a hombres patéticos y culposos tras la imbecilidad de las “nuevas masculinidades”, por gritar histéricamente “muerte al macho” o bien por cambiar la A y la O por la E y a eso llamarle “lenguaje inclusivo”, tal vez sea propio no de locos, pero definitivamente sí de idiotas.
Idiotas incapacitados para resolver aquello por lo que marchan; y que en los resultados lamentables que derivan de esa incapacidad, reproducen y agravan las condiciones que, para una sociedad idiotizada, los vuelve paradójicamente necesarios.
El 8M ha sido un éxito. Feliz Día de la Mujer.
Agustín Laje